domingo, 21 de septiembre de 2008

Obsesiones nocturnas


R.U.M.O.

Registro único de mis obsesiones (para ser presentado ante quien corresponda, en caso de internación psiquiátrica)

OBSESIONES DEL DORMITORIO Y LA CAMA
Las sábanas de mi cama deberán colgar de forma simétrica en ambos lados y el borde superior deberá estar doblado en forma paralela a la pared y a las almohadas.
No debe penetrar por las ventanas ni el más mínimo haz de luz; las cortinas deben estar perfectamente cerradas, simétricamente deslizadas por el riel para que cuelguen a ambos lados de la ventana en idéntica proporción.
Las puertas del baño y el dormitorio deben quedar entornadas sin hacer ruido ni chocar contra el marco cuando hay corriente de aire.
No soporto la ropa tirada en el piso y mucho menos de mi lado. No me gusta chocar con zapatos ni almohadones, en la oscuridad, de camino al baño.
No puedo dormir con la lucecita prendida del stand-by de la tele, así que el control remoto no tiene utilidad para mí, me lo podría meter bien en el traste. Mi ex-marido se encargaba, lo deja tirado de mi lado de la cama para que me siente encima y me vea obligada a rescatarlo de las profundidades de mi alma con la pinza de hielo.
La cama deberá estar en el medio exacto del dormitorio y las mesas de luz pegadas a ambos lados.
No debe existir sobre las sábanas ningún resto de alimentos (migas de tostadas, restos de dulce), ni bolitas de tela o hilo provenientes del deterioro de las mismas, ni arena, ni restos de uñas o cualquier tipo de secreción humana. Prefiero dormir en el piso, arriba de diez cajas de tarugos Fischer.
No tolero manchar las fundas de la almohada con restos de maquillaje ni humedecer las mismas con el pelo mojado. Soy capaz de dejar la cabeza colgando fuera de la cama y es muy probable que me encuentren violeta de un aneurisma pero con la almohada impecable.
No soporto compartir mi habitación con ningún insecto volador. Puedo emprender la cacería del mismo trepándome donde sea munida del insecticida en una mano y la misma revista que guardo en mi mesa de luz hace una década para aplastar bichos.
Todas las noches, sistemáticamente, me acuesto sabiendo que me voy a levantar a los cinco minutos, a hacer pis, a cerrar la puerta con llave y a mirar si apagué bien las hornallas de la cocina. Se llama T.O.C., y cede con psicofármacos y/o psicoterapia. El tema es que mi locura me gusta, soy muy amiga de mis obsesiones. ¿Porqué habría de deshacerme de ellas?. Las conozco desde mi más tierna infancia, sería una perra desagradecida si las asesinara con 1 miligramo de clonazepam en la frente. No puedo, la religión y Greenpeace me lo impiden.
Me vuelvo a acostar sabiendo que me voy a volver a levantar dado que he leído dos páginas de un libro y ya tengo ganas de hacer pis otra vez. Se llama vejiga con mecha corta y se soluciona meando como un irlandés después del día de San Patricio.
Hago pis sabiendo que si leo otra página más de mi libro, voy a tener que orinar otra vez, dado que debo dormirme con la vejiga completamente vacía. Creo que se soluciona absteniéndome de ingerir líquidos después del mediodía.
Me vuelvo a acostar y rozo mi cara con mi mano encontrando un pelo que debo extirpar de inmediato; me vuelvo a levantar, me arranco el pelo...y por las dudas hago tres gotas más de pis. Tengo que esperar sentada en el inodoro, que esas tres gotas recorran la uretra hasta encontrar la salida. Me aburro. Leo las etiquetas del shampoo para cabellos lacios anti-frizz y la fórmula química de la crema enjuague con ceramidas. ¿Qué carajo son las ceramidas?.
Entre pitos y flautas llegan las doce, prendo la tele porque está el noticiero y quién sabe qué novedades hay. No hay novedades, me tengo que angustiar con la misma noticia del mediodía. Lloro pero me aguanto hasta el final para ver el pronóstico (que ya ví en el noticiero de las ocho). Cuando apago la luz no puedo dormir gracias a la misma maldita noticia del mediodía. Cierro los ojos y veo al pibe de Sexto Sentido, tapado hasta la cabeza con la linterna en la mano, buscando gente muerta. Y encuentro, encuentro a los muertos del noticiero, están todos escondidos debajo de mis sábanas. Les digo que se pueden quedar pero que no me hagan migas, mucho menos orgías (pero si las hacen que inviten, ellos no serán de carne más yo no soy de vidrio… ni lo como).
Antes de dormir veo las letras rojo furioso del despertador y, como todas las noches, saco la cuenta de cuántas horas voy a dormir hasta que suene. Este trabajito me llena de ansiedad dado que deseo dormirme cuanto antes y no lo logro. Se llama insomnio. Se cura con pastillas. Andá a conseguir un médico que te haga una receta de una de esas “tumbaelefantes”. Aunque, pensándolo bien, se las puedo sustraer de la cartera a mi abuela.
Voy a ver si mi hijo está tapado, miro desde su ventana el cielo, y vuelvo al baño a hacer otras 2 o 3 gotas de pis. Estas últimas tres son despedidas pujando hasta quedar colorada como un morrón pero totalmente reconfortada y con la misma cara de felicidad de una parturienta con bebé okm. .
Me tapo, apago la luz, me acomodo, me rasco la nariz, me froto los ojos, bostezo, desenrosco los pelos de la nuca de la cadenita del cuello y me duermo (con un ojo abierto controlando a mis muertos).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo diría que adhiero como mias todas las manías que aparecen en el primer tercio del Blog ...el resto forman parte de tu cotidianidad ...

Yo tampoco renuncio a mis manías ..únicamente odio tenerlas cuando me ponen de los nervios y alteran mis chakras jajajajajajajajaja... hey!!... que cuesta mucho reajustarlas,ya sabes que hay gente que se va al Tibet para ponerlas firmes como rulo de estatua .