domingo, 20 de septiembre de 2009

MARKETING FEMENINO



Publicidad boluda

Si la cosa está diseñada y responde a una estrategia que apunta a un segmento que, se sabe de antemano, responderá al llamado…por favor quiero bajarme urgente de ese lugar.
Si la cosa está ideada por hombres, el prejuicio me jode sobremanera.
Si la cosa fue producto de un concierto de iluminadas mentes de mi propia especie y género, propongo quemarlas en la hoguera al mejor estilo Juana.
Porque considero que las propagandas televisivas (aunque no escapan a esta apreciación algunas campañas gráficas), le hablan a una párvula descerebrada que se alimenta de heno (como las mulas) y dedica su tiempo a pelotudear de Shopping en Shopping. Lo que más me jode es que asumen que la mayoría de sus clientas son así, y lo digo sin prurito porque estoy convencida (después de un arduo análisis) de que no existe la pauta publicitaria que apunte a la que escapa al rótulo de “boluda alegre de edad mental veinte años, profesión: ama de casa o en su defecto: maestra jardinera”. Ojo, no tengo nada en contra de las amas de casa ni las maestras jardineras; el prejuicio lo tienen ellos que asumen que una mina que lleva adelante una casa tiene un cerebro de corcho y la maestra jardinera es la única profesión exclusivamente femenina …utilizada en este caso como un ícono de la realización de una mujer (que habla con una eterna vocecita de Heidi en la pradera y se desarrolla en aquello que tanto conoce…hacer upa y limpiar caquita). Entre paréntesis, me estoy imaginando un “maestro jardinero” y me parto.
Ellos, aquellos que se dedican a la publicidad, no tienen puta idea de lo mucho más que es una mina que puede enseñarle a una masa informe de mocosos analfabetos a no volcar el vasito de té con leche mientras evita que un pendejo se abra la cabeza saltando de la mesa y otro le mastique la oreja a su compañerita que aúlla como un lobo marino. Lo mismo sucede con las amas de casa. Como se supone que no han salido del capullo que las contiene “llámese hogar”, no han podido evolucionar; se les habla como a seres retrógrados sin pensar que son capaces de estirar los víveres para que duren hasta fin de mes. O que pueden curar un dolor de panza con una mano mientras le dan clases de geometría al de doce y bañan al de dos evitando que le entre shampoo en los ojos.
¿Los profesionales de la publicidad nos desconocen o realmente somos así?

Las cinco razones por las que detesto las campañas publicitarias de productos para mujeres

Lo que no nos venden. No existe una sola publicidad de automóviles para mujeres. Bueno, hubo una de un Ford, que festejé bastante; aunque si mal no recuerdo el motivo de la compra del vehículo era un arranque de revanchismo (la minita se compraba el auto porque estaba sola y ahora hacía lo que quería con su dinero=léase, solamente te comprás un auto para refregárselo por el hocico a tu ex cuando lograste independizarte).
¿Porqué no hay avisos donde la mujer es la que se pasea en un sedan deluxe con el iphone en la mano avisando a su secretario (ja) que en cinco llega y quiere el café caliente sobre el escritorio (al mejor estilo Meryl en “El Diablo viste a la moda”)? ¿Porqué una mujer no puede calentarse con un auto deportivo porque le da placer manejar esa máquina, sobretodo si la máquina viene con un tuneadísimo pendejo descamisado que flashea un tremendo “six pack” sobre el capot igualito al de la utópica propaganda?. No, sólo ellos tienen el poder de comprarse la coupé motor 2.5 con 16 válvulas, asientos de cuero y una mocosa de 18 años que se relame el labio superior en cámara lenta con cara de lujuria mirándolo pasar los cambios, como en la mayoría de los spots de autos deportivos.

Las voces en off de los comerciales para mujeres. Generalmente nos hablan despacito, casi en secreto, vocalizando como una profesora de fonética inglesa. ¿Es porque piensan que el cerebro nos va lento? ¿Es porque están seguros de que somos todas sordas o discapacitadas mentales? ¿Consumir es pecado, por eso la onda “te lo digo en secretito, abrí bien la orejita”? ¿Es para que los novios/padres/maridos no se enteren de que una se va a gastar parte de su sueldo en una cartera de cuero? ¿Quién se rompió el traste laburando como una hormiga para gastar en eso, todavía tenemos que pedir permiso?

El prototipo de la mujer que protagoniza los avisos. Son todas igualitas. Mujeres con cara de boludas alegres, ausentes, que sonríen como muñecas inflables aunque el aviso sea un medicamento para la tos o para cagar. Como si ellas jamás transpiraran con fiebre o se hincharan como un hipopótamo porque no pudieron evacuar (seguro que no pudieron, no por falta de ganas, sino porque el baño está siempre ocupado en la casita del amor donde los cuatro críos, la mucama y los cinco vecinitos de enfrente encuentran especialmente atractivos los inodoros con olor a lavanda de la pradera gracias a la perchita desodorante del comercial de Glade). Lavan los pisos vestidas como para ir a la ceremonia de los Oscar, por supuesto siempre están peinadas con un brushing estúpido que les deja las puntitas del pelo para afuera, como la mujer de los Supersónicos. Las vocecitas son siempre de un tonito agudo, infantil rayando la sonsera (por no decir la forma en que habla una infradotada dopada por los vapores de amoníaco de la tintura que la dejó así de rubiecita). No solo el tono me jode, la cadencia me pone del moño. Arrastran las palabras como la gente que mezcla alcohol con algún ansiolítico, el agua tarda en llegar al tanque (la olla/cerebro), entonces cada pensamiento se toma unos cuantos segundos en llegar de la neurona donde se aloja hasta la punta del apéndice lingual.

Lo que nos venden. El 90% de lo que nos ofrecen son cosas para limpiar o para arrancarnos los pelos, pasar inadvertidas por un ciclo menstrual sin dolor y sin olor o deshacernos de nuestros kilos. O sea, sos una mula idiota que piensa que con un toque el baño se va a llenar de flores (que vas a ver in situ porque estás intoxicada con el pediculicida de tus hijos, estás famélica porque hace tres días que te alimentás exclusivamente a té adelgazante y comenzaste a alucinar desde que rasqueteaste la bañera con el desengrasante del cartoon musculoso). Ojo, las alucinaciones tienen que ver con camisas blancas impolutas que salen solas de los secarropas, cacerolas que brillan y cantan, pinos en el comedor, tampones vibradores, cadáveres de pollos que caminan descabezados, tortas gigantes que se desplazan por una avenida, abdómenes que se contraen y desaparecen con un sorbo de milk shake con LSD y el nabo de la novelita de las nueve que te quiere coger porque te embadurnaste con crema de frutos silvestres “recogidos” a mano por él.

Lo Light. Las campañas de productos bajos en grasa o calorías son un pie de guerra para toda mujer con más de seis neuronas que le hagan chispazo en la nuca. Verde, siempre verde. El color de lo natural. El color de lo permitido, como el semáforo cuando te dice que podés poner primera y salir arando. Odio ese verde, verde loro, verde buchón, verde de “TE AVISO QUE ESTA ORCA GORDA ESTÁ A DIETA PORQUE SE CONVIRTIÓ EN ACCIONISTA DE CADBURY EL ULTIMO INVIERNO”. Detesto a las mujeres que se tragan a borbotones una botella de agua 0%, como si el agua alguna vez hubiera tenido alguna caloría. Pero ésta viene en botella verde, seguro que tiene propiedades (propiedades tiene el dueño de la fábrica que tuvo la bendita idea de embotellar algo que sale gratis de la canilla). Las que zarandean el magro anoréxico culito felices, con un postrecito de limón en la mano, que según la promo sabe a lemon pie (no solo sabe más a pie que pisa limones que a la famosa tarta, el tamaño de la porción es igualito a la cantidad de pasta que usa tu odontólogo para tapar el agujero de la caries de tu molar inferior derecho). Pero ellas bailan felices, como pacientes de un Neuropsiquiátrico que han sido liberados en un descuido de la enfermera de turno. ¿Y las galletitas con siete semillas, trozos de mango y manzana, el 50% del calcio recomendado en la ingesta diaria, los trece minerales esenciales, la fibra de un fardo de paja, el omega 3, libres de ácidos poliinsaturados, que tiene las mismas calorías que una manzana? ¿No hubiera sido mejor fagocitarse un par de manzanas?
Odio la publicidad que nos deja mal paradas, evolutivamente hablando, con un grado de complejidad superior al del krill marino. Seres que solo servimos para agradar, complacer y ser condescendiente con cualquiera menos con nosotras mismas.

Propongo una cosa. Boicoteemos los productos cuyas campañas nos destratan. Dejemos de comprar ese shampoo que nos prometió con vocecita de Björk drogada “en tres días pelo fuerte y sano brilloso como una pátina”. Digamos que no al antiespasmódico que muestra a una esquizofrénica demente que se ve culona en pleno ciclo menstrual. Al de la maquinita que poda pelos y no duele nada porque a Araceli se le congela la sonrisa mientras la usa y te promete idéntico resultado. Que nos vendan autos, que nos vendan ipods, que nos vendan cerveza, que nos vendan vino fino y relojes y notebooks. Y que de vez en cuando les vendan a ellos un antigrasa para la cocina, un shampoo para la pelada, un paquete de fideos, un yogurt bajo en calorías para bajar la panza y un paquete de pañales.

Lo quiero ver.

domingo, 13 de septiembre de 2009

OH CAPTAIN, MY CAPTAIN!










GENTE MÁGICA VS. GENTE BÁSICA

No tiene nada que ver con la cultura, ni la posición social, ni la cantidad de ceros en la cuenta bancaria. No tiene que ver con el signo zodiacal, ni con el barrio ni el país. Tiene que ver, creo yo, con las ganas de aprovechar el tiempo que tenemos en este mundo siguiendo los sabios consejos del Profesor John Keating en la maravillosa peli de Peter Weir “La Sociedad de los poetas muertos”. “Carpe diem, Seize the day, Aprovecha el día”. Esa es la clase de frase que la gente mágica aplica todos los días de su maravillosa existencia. Este tipo de gente lleva una vida diferente, se deja llevar por sus pasiones, sucumbe a sus impulsos, se deja caer frente a sus tentaciones y se pasa por el culo lo que los demás piensen de ellos. Porque saben que el tiempo es acotado y los planes demasiados para tan efímero lapso en esta tierra. Entonces es que salen a trabajar convencidos de que lo mejor está por venir, convierten un embotellamiento en la autopista en una oportunidad para volver a escuchar su canción favorita unas doce veces más (cantándola a los cuatro vientos, probablemente) y son capaces de imprimirle a sus vidas el color que quieren que esa vida tenga (que generalmente es un arco iris re-flower power con mucha música reggae). Son personas que circulan por la vida cumpliendo con sus tareas durante la jornada laboral pero que podrás encontrar en otro contexto dando rienda suelta a su locura o a aquello que les fascina. Es así como una Secretaria de una Multinacional, llamada Ana, de noche se pasea por los foros de Star Wars y responde al nickname “Princesa Leia” (invitando a quien quiera leerla, a un duelo de espadas láser). El cajero de gesto adusto y monosilábico que te atendió hoy por la mañana en el Banco, a esta hora toma clases de salsa en el Club de su barrio. La Odontóloga de tu abuela ensaya la letra de Desdémona mientras emparcha un canino porque mañana estrena Otelo en el teatro municipal donde toma clases de teatro. Aquel abogado que reclama un expediente en Tribunales, fue visto anoche bailando danzas medievales con su grupo de cultura de la Edad Media. Y aquella Psicopedagoga que tenía consultorio en el colegio de tus hijos, toca el arpa en un grupo de Música Celta. Algunos escriben, otros son amantes de la literatura policial, algunos restauran armas antiguas, otros coleccionan vinilos de los 50´s, otros hacen aladeltismo, algunos navegan, algunos construyen autitos a escala, otros sacan fotos de nubes con caras extrañas…el común denominador es siempre una pasión.

Veamos las diferencias entre los dos grupos.

LOS BÁSICOS

Los básicos se aparean alcoholizados en forma mecánica respondiendo a un impulso físico comparable al que se siente cuando la vejiga está llena.
Los básicos viven creándose problemas, estancados en batallas del pasado, deseando una vida que sólo ellos pueden autogestionarse (si se tomaran la molestia).
Los básicos no leen porque se aburren, no miran tele porque es una mierda, no van al teatro porque sale caro, no van al río porque queda lejos, no dibujan porque todo lo que hacen es feo, no alquilan dvd’s porque lo que buscan siempre está alquilado, no piratean porque está mal, no bailan porque “ya no hay lugares para la gente de nuestra edad” (como si el lugar fuera una condición), o como diría mi viejo “no comen el huevo por no romper la cáscara”-
Los básicos van a trabajar con cara de ojete, se van frunciendo con el correr de las horas y salen de la oficina enojados con la vida. Se bañan, cenan, se pelean un rato con el vecino o la familia y al sobre.
Los básicos se ocupan, ante todo, de la satisfacción de sus necesidades más básicas. No hay lugar para lo lúdico en sus vidas, y que otros se junten a mirar por enésima vez las seis temporadas juntas de “Los Sopranos” les parece una pérdida de tiempo.
Los básicos engendran basiquitos. Chicos acostumbrados a obedecer, que entienden de entrada que uno llegó a esta vida para sufrir, que la vida es una cagada, que fulanito y menganito te van a querer joder y que cuanto más paranoico seas mejor para tu subsistencia. Porque de eso se trata, de subsistir, no de existir.
Los básicos buscan la respuesta a sus problemas en el afuera. Si no fueron los padres que sembraron sus traumas, probablemente sean sus ex parejas, el cirujano que les dejó una cicatriz gigante de la cesárea, los críos que les dejaron las tetas por el ombligo, el abogado que no pudo lograr aquella indemnización por la intoxicación con pizza de delivery, o tal Banco que se quedó con todos sus ahorros en el año 2001.
Los básicos reniegan de su propia existencia, viven queriendo salir de situaciones a las que ellos mismos se han expuesto en lugar de hacerse cargo del asunto. No aguantan a sus hijos pero nunca se les cruzó por la cabeza ponerse un forro.
Los básicos no leen poesía, les parece una paparruchada.
Los básicos están más interesados en el dinero en sí que en lo que el dinero puede comprar.
Los básicos tienen metas inalcanzables y sueños utópicos; lo hacen inconscientemente para no hacer el esfuerzo de conseguir algo que esté al alcance de sus posibilidades.
Los básicos no sueñan despiertos; más bien elucubran, planean estrategias, evalúan riesgos y establecen oponentes.


LOS MÁGICOS

Los mágicos creen que uno vino a esta vida para ser felíz aún en las circunstancias más adversas; por eso se las ingeniarán para sacarle el jugo a la vida cotidiana con humor. El trabajo más espantoso les parecerá hermoso, si el sueldo alcanza para solventar la cuota del curso de comida tailandesa y esos zapatos de Fendi que la vuelven loca (aunque tenga que comer arroz de aquí a febrero del 2011).
Los mágicos están seguros de que hay un mundo mejor, no solo porque consiguieron entradas para ver el regreso de su banda favorita, porque están seguros de que ellos son parte de la solución y concreción de ese mundo mejor.
Los mágicos no se aparean mecánicamente, llevan a la práctica encuentros sexuales premeditados y elaborados; les interesa la calidad más que la cantidad y probablemente inviertan ingenio, imaginación y dinero en ambientación, ropa y juegos para hacer esos encuentros memorables.
Los mágicos ponen huevos a la hora de seguir su sueño. Es así que no tendrán miedo al largarse a hablar en francés en la segunda clase o pararse a recitar un soneto en el curso de teatro. Cantarán aunque desafinen, y se bancarán las cargadas de todos los transeúntes mientras caminan disfrazados como el Dr. Spock rumbo al evento de Trekkies (fans de Star Trek).
Los mágicos van tres o más veces a ver la peli que les encantó.
Los mágicos consideran que una tarde invertida en un chat con seis amigas de diferentes países no es una pérdida de tiempo, más bien una batalla ganada al tiempo.
Los mágicos pintan, escriben, cocinan, hacen tragos largos, amasan pizza, plantan flores, tejen, cuentan cuentos…aunque lo hagan mal siempre es mejor intentarlo que quedarse con las ganas.
Los mágicos investigan, buscan, se relacionan con gente que cobije la misma pasión. Se harán expertos en aquello que les fascina.
Los mágicos se divierten con sus hijos, les enseñan sin proponérselo, a disfrutar de la vida.
Los mágicos no se conforman con un poquito, de aquello que les gusta, probablemente se atiborren.
Los mágicos estiran el tiempo. Prometen cerrar el libro a las doce pero se quedan leyendo hasta las tres. Prometen apagar la tele a las once pero justo engancharon la escena de la ópera del Padrino 3 y no fueron capaces de darle la espalda. Prometen regresar de las vacaciones dos días antes para organizarse pero la playa puede más.
Los mágicos juran no volver a gastar en cosas superfluas y a los cinco minutos están firmando la suscripción al Club del Vino. Más que gastar, ellos consideran que invierten en recreación.
Los mágicos se rodean de gente de su misma condición. Son imanes que se atraen. Brillan en la oscuridad. Son esa clase de gente a la que se le ven los dientes en los boliches cuando encienden la luz negra o los que disparan las cámaras detectoras de sonrisas en los locales Sony.
Los mágicos disfrutan de la buena mesa, el vino, la comida y los postres. Prefieren comerse el helado hoy y caminar veinte cuadras mañana. Prefieren comer acompañados pero no dejan de cocinarse aunque estén solos, se auto agasajan.
Los mágicos existen no subsisten. No pasan por la vida sin pena ni gloria. No serán famosos pero seguramente recordados por sus seres queridos. Recordados por transmitir alegría, ganas, optimismo y el mensaje de Walt Whitman que el Profesor Keating le enseñara a sus alumnos:

...Carpe Diem, aprovecha el día.
No dejes que termine sin haber crecido un poco,
sin haber sido un poco mas feliz,
sin haber alimentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie
te quite el derecho de
expresarte que es casi un deber.
No abandones tus ansias de hacer de tu vida
algo extraordinario...
No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía
sí pueden cambiar el mundo...
Somos seres, humanos, llenos de pasión.
La vida es desierto y tambien es oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos convierte en
protagonistas de nuestra propia historia...
Pero no dejes nunca de soñar,
porque sólo a través de sus sueños
puede ser libre el hombre.
No caigas en el peor error, el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes...
No traiciones tus creencias. Todos necesitamos
aceptación, pero no podemos remar en
contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta el pánico que provoca tener
la vida por delante...
Vívela intensamente,
sin mediocridades.
Piensa que en tí está el futuro y en
enfrentar tu tarea con orgullo, impulso
y sin miedo.
Aprende de quienes pueden enseñarte...
No permitas que la vida
te pase por encima
sin que la vivas..."




martes, 1 de septiembre de 2009

EL HÉCTOR






Decálogo de un arrastrado

A Dios gracias son la excepción que confirma la regla, y la regla es que son muchos más los que valen la pena. Pero existe un puñado de hombres a los que se puede encontrar en los cumpleaños familiares, en las oficinas, en la vía pública y hasta en las reuniones de padres del colegio de tus hijos; que avergüenzan al género alimentando el desprecio de quienes los observamos reptar con total impunidad por la vida.
El personaje que nos ocupa hoy, un tío libidinoso, egoísta, pollerudo y mezquino; logró reunir en un solo envase, las diez cualidades más deleznables que caracterizan a un hombre detestable. En resumidas cuentas, el las tenía todas (había tachado hasta la generala doble) es por eso que lo uso como caso icónico, estoy convencida de que no existe otro que haya logrado hasta el momento superarlo en defectos (aunque se me ocurre media decena de nombres que le pisan los talones).

Aquí va pues, el decálogo del “Héctor” (nombre que utilizaré para designar a todos los sujetos de idéntica indigna calaña):

El “Héctor” siempre antepone sus deseos más básicos antes que los de su familia, incluida su propia madre, siendo la gula su pecado favorito. Son los que se sientan durante un asado con la botella del mejor vino (que algún otro invitado ha llevado) a dos centímetros de su propio plato y otro vino (de cajita o bien barato) al costado de su copa. Siempre llenarán su copa con el vino bueno y ofrecerán el barato a los demás comensales. Son aquellos a los que se los puede ver al costado de la parrilla, como aves de rapiña, esperando quedarse con el mejor pedazo de carne; y al ser encomendados con la tarea de llevarles las hamburguesas a los niños engullirán dos juntas en el camino (fuente en mano) dejando a dos criaturas sin alimento. Son los que llevan una bandejita de masas minúscula a un evento, y si pueden, evitarán bajarla del auto en la confusión de paquetes. Son los que rara vez aportan algo de su propio peculio pero los primeros en alzar la mano para llevarse una fuente con sobras cuando la anfitriona arma paquetitos para sus visitas. Son los que fagocitan, no comen; los que no pueden mantener una conversación porque la atención va directamente a los platos que ven pasar o a la fuente que acaba de aterrizar en la mesa. Son los que les comen los M&M a las tortas, el caramelo al flan, el culito al pan, el relleno a los merengues y las cerezas a las ensaladas de frutas. Son los que llevan la botella de champagne y si ésta no ha sido abierta la cargan de vuelta en el auto. En las oficinas, son los ratones que jamás compran una docena de facturas pero huelen el alimento a distancia llevándose de a dos juntas sin fijarse si la propia angurria dejará a algún compañero con las manos vacías. Estos especímenes se tiran de cabeza en una caja de bombones para encontrar los rellenos de dulce de leche primero, llevándoselos de a cuatro juntos. Harán lo propio con los mejores útiles de oficina y con cualquier objeto al que le asignen algún valor.
Como padres son capaces de competir con su propia cría por un cuarto de helado o el control remoto de la televisión.

El Héctor es egoísta por naturaleza. En la casa de fin de semana o chalet de vacaciones acapararán subrepticiamente todos los espirales para combatir a los mosquitos (auto-intoxicándose en una nube de repelente) y todos los ventiladores disponibles. Son capaces de hacer saltar la térmica de la casa recargando la línea para enchufar todo lo que encontraron para combatir el calor y los mosquitos. Jamás prestarán el auto, ni ayuda para preparar una comida familiar, pero serán los primeros en sentarse a la mesa en el mejor lugar disponible. La mejor cama, el mejor colchón, la mejor reposera; la avidez y desesperación por agenciarse los placeres antes que el resto es una característica que los destaca.

El Héctor es amarrete. No se le cae una moneda ni que lo den vuelta y sacudan patas para arriba. En las oficinas es el que siempre tiene una excusa para no aportar en los cumpleaños porque no se banca a tal o cual. Es el que compra el florerito coreano de dos pesos con cincuenta para el amigo invisible mientras que el resto regala objetos decentes. Es el que hace como que va a pagar llevándose la mano al bolsillo pero jamás pela la billetera. Es el que cae en las cenas a las que no ha sido invitado y justo se levanta al baño cuando traen la cuenta. Es el que jamás tiene cambio, el que te dice “mañana te pago” pero no te paga ni con una Luger en el parietal izquierdo. Es el que siempre se guarda el vuelto, nunca tiene monedas y firma la tarjeta de cumpleaños aunque no haya invertido un cobre para el regalo comunitario. Es el que le cobra la jubilación a los padres y se queda con tres cuartos con la excusa de administrarles el dinero, cagándolos de hambre porque usa el dinero para comprarse el plasma que tanta falta le hacía. Es el que se cuelga del cable, le roba el diario al vecino y se adelanta en la fila del cine o el teatro.

El Héctor es lascivo y desagradable. Es el que cuenta chistes groseros en el cumpleaños de seis años de la sobrina. Es el que le tira indirectas bien directas a la novia del sobrino en medio del almuerzo de Pascuas. Es el que le mira las tetas a las novias de los hijos. Es el que tira tiros en todas partes sin discriminar lugares ni edades. Es el que manosea a la empleada doméstica, la compañera de laburo, la cajera del supermercado y la china de la tintorería. No puede mantener una conversación porque su atención siempre está puesta en el culo de las mujeres que pasan por su lado.

El Héctor es fanfarrón. Estos aparatos son pavos reales que viven chapeando sobre sus supuestos logros (digo supuestos porque en la mayoría de los casos se refieren a productos de su imaginación más que a situaciones concretas). Les gusta hablar sobre sus conexiones con gente de la política o la farándula, siempre conocen a algún personaje que ha sido mencionado en una conversación social. O viajaron en el mismo avión, o se pelearon por un diario en el lobby de un hotel o mearon en el mismo mingitorio. El último negocio que cerraron fue un boom, el último auto que compraron lo consiguieron a precio de costo y el maitre del restaurant de moda los llama por su nombre de pila.

El Héctor es un simulador. Nunca conocerás la verdadera cara de estos personajes. Fingen todo el tiempo. Hasta la risa es actuada. Se inventan una posición económica y terminan creyéndosela al punto de endeudarse para salir de vacaciones con gente de un nivel socio-económico más encumbrado. Se inventan una profesión y así se presentan frente a quienes no los conocen. Se hacen llamar “doctor” o “licenciado” aunque jamás hayan pisado la Universidad. Simulan estar felices aunque por adentro se estén muriendo de la bronca por el ascenso del compañero, simulan que están enamoradísimos de sus mujeres aunque no las soporten (sobretodo delante del suegro, cuando están pidiéndole un préstamo para el nuevo super-negocio que se les acaba de ocurrir).

El Héctor es mentiroso. Mienten compulsivamente. Siempre para beneficio propio. Si se mandan una cagada, la culpa la tuvo aquel ignorante compañero que no puede defenderse porque está al teléfono. Les mienten a sus acreedores, les mienten a sus mujeres, les mienten a sus Jefes y hasta a sus padres. Mienten descaradamente, con una sonrisa plástica en la cara, como si el tamaño de la ofensa tuviera la inocencia de una picardía infantil. Si son descubiertos lo negarán hasta el cansancio e inventarán excusas increíbles para sostener la historia.

El Héctor es cagón. Son los primeros en huír de una escena de peligro usando a sus cónyuges de escudo humano para zafar en un tiroteo. En una pelotera familiar, son los que se van al mazo cuando las papas arden, incapaces de sostener una idea si alguien de mayor poder los enfrenta. Son los que pinchan un neumático y la esposa es la que termina tirada en el piso, llave cruz en mano. Son los que jetonean a un policía pero se fruncen si la cosa se pone densa, echándole la culpa a quien tengan al lado por el desacato o el insulto proferido a distancia. Son los que acusan pero ante la menor contienda argumentan haber sido malinterpretados. Son los primeros en subirse al bote salvavidas o encontrar la salida de incendios.

El Héctor es pésimo padre. No acompaña a su cría, compite con ella. Eso cuando la cría tiene edad de entender. Antes no les dan bola porque se cagan, lloran y eructan; cosa que no les atrae demasiado a estos “bon vivants”. No tienen buena relación con los infantes de la familia. Son los que vuelcan la ballena flotadora en la pileta ahogando a los tres pendejos que iban encima. Son los que juegan al futbol y terminan fisurando a todos los pibes de cinco años a puro tacle y patada en los tobillos. Son los que se ofenden si el hijo les gana a la Playstation y resetean el juego porque no pueden soportarlo. Son los que levantan al del cumpleaños del cogote imitando a algún mago de la tele, ante la mirada estupefacta de toda la familia porque el chico está cianótico y patalea por falta de oxígeno.

El Héctor es el hazmerreír de todos los eventos. Inconscientes e ignorantes de su propia estupidez, más de una vez se ríen a carcajadas de una broma que los tiene como protagonistas. Como la cabeza no les da y denotan una infinita incapacidad de leer entre líneas, son cuereados por los amigos adolescentes de sus hijos y sobrinos, que le llenan la copa en todos los cumpleaños para divertirse a sus expensas a medida que se van alcoholizando. Están convencidos de que son el centro de las reuniones, hablan fuerte, se ríen con sonoras carcajadas y cuentan anécdotas fuera de lugar avergonzando a sus familiares directos.

¿Conoce algún ejemplar con alguna de estas características? Estoy segura que si, yo conocí a uno que las reunía todas. Hace diez años que no lo veo y todavía repica en mi cráneo esa estúpida risa pegajosa y esa mirada babosa que lo caracterizaba. Ah, el pendejo ahorcado fue mi propio hijo.
Cualquier similitud con la realidad fue absolutamente premeditada.