jueves, 19 de mayo de 2022

Y un día llegó Lunita

        Luna llegó a mi vida el 23 de noviembre del 2020.  En plena pandemia, como era de esperarse, no pude conocerla en el sanatorio.  La conocí el día que le dieron el alta, ella iba sentadita en su huevito en el auto de sus padres.  Luna es hija de mi único hijo, Guille, mi primer amor loco (lo confieso) y de su mujer, Caro.  Esta pequeña que hoy tiene año y medio, fue amada por su abuela desde que sus padres pusieron los latidos de su corazón con sus celulares debajo de la mesa (la primer ecografía). Los saltos que pegué podrían haber opacado a cualquier medallista olímpico y los gritos...bueno, espero que no exista grabación de ese momento vergonzante. 

    Cuestión que la pequenísima criatura me tiene completamente emborrachada, enamorada y loca (pero feliz).  transito mi vida esperando los días que faltan para volver a verla y recordando los momentos de la última vez que la vi. Sus padres me confiaron la responsabilidad de su cuidado desde los dos meses, tarea que comparto salomónicamente con Dibe, su otra abuela.   Así que colgué los pantaloncitos negros y la blusita de seda blanca, renuncié a mi trabajo y me arremangué la camiseta para dedicarme por entero a ser la baby sitter de mi propia nieta. 

         Los primeros meses fueron fáciles, Luna era y es una bebé tranquila.  Es raro que llore y si lo hace es porque se pegó un porrazo (o cuando era más chica por hambre).  Dediqué mis días a contemplarla en éxtasis y sacar unas mil fotos por mes.  Si hoy tuviera que pagar el revelado de fotos, estaría viviendo debajo de un puente, cantando por mi subsistencia.  Vivo borrando apps y fotos intrascendentes para hacerle lugar a ella en mi celular.  Por supuesto, tiene su carpeta propia y galerías en redes sociales (protegidas bajo quince claves) porque quiero recordar cada instante de esta loquita que me robó el corazón. Tuve que aprender rapidísmo todo de vuelta, calentar mamaderas, esterilizar, cambiar pañales y cantar canciones de cuna.  Y como soy de tropezar dos veces con la misma piedra, quemé todo un kit de mamaderas en mis cacerolas alemanas nuevas (me sorprendió ver que se derritieron todos los plásticos menos las tetinas de siliconas...que  serían como las cucarachas de un holocausto nuclear).  Y también me he quemado las manos recalentando leche bajo la canilla de agua hirviendo, pero todo se compensa escuchándola eructar en mi oreja a ella, Luna, mi pulga color rosa. 

         Cuando comenzó a comer, empezaron los enchastres industriales. Resulta que ahora hay que dejarlos experimentar con la comida, tuve que agenciarme un impermeable para darle de comer y aprendí a esquivar pelotazos de puré con la maestría del arquero del Bayern Munich.  Al principio todo era un descontrol con un perímetro aceptable. A los pocos meses ya exprimía la fruta entre los dedos para desparramarla exitosamente por toda la mesita, su ropa y la mía. Después la cosa pasó a mayores, ella ya manejaba sus manos y sabía exactamente dónde quería hacer aparecer lo que descartaba. 
       Básicamente, la ceremonia del almuerzo se puede dividir en los siguientes pasos: 
  •  Lo miro (al alimento). Lo rechazo porque lo dice el inciso 2 tomo N del libro 1 del código de la alimentación de los bebés. 
  •  Lo vuelvo a rechazar y estudio a mi abuela con el ojo izquierdo (a ver cómo reacciona esta mujer que no me deja ver Cocomelon en paz). 
  •  Lo rechazo nuevamente porque quema o simplemente porque soy una jodida que todavía no tiene el hambre suficiente. 
  •  Abro la boca y lo como y lo escupo como munición de ametralladora porque no sé si quema, pero por las dudas. 
  •  Abro la boca y lo soplo.  Sale disparado sobre cara y pelo de mi abuela. Me resulta muy gracioso.  Me río.  Me lo como. Como está muy bueno exijo más.
  • Me como unas buenas cucharadas mientras redecoro el comedor con pedacitos de carne y rodajas de tomate. 
  • Me cansé de comer. Escupo con la fuerza de un rifle de aire comprimido. El bocado aterriza en los anteojos de mi abuela. Tengo que volver a hacerlo, es divertidísimo. 
  • Mi abuela me soborna con apagar Netflix.  Hago un esfuerzo.  En cuanto le da play a Cocomelon me lo saco de la boca y se lo encesto en su vaso de Coca (posta). 
  • Hago un esfuerzo y me trago otra cucharada de puré.  Todo sea por JJ Jingleheimer Schmidt (si no saben googleen). 
  • Abuela, de veras que no doy más.  Traeme algo dulce. Qué bueno! Hay durazno! Vas a ver las artesanías que te hago con el durazno! Mejor no, mejor uso el durazno para hacerme una máscara facial antiage. O se la hago a mi abuela, ella parece precisarlo más que yo. 
  •  No, qué va! Salen dos máscaras de durazno finamente apelmazado con restos de puré de papa y zapallo y 250 ml. de agua (que estaban en el vasito y terminan replicando el lago Nahuel Huapi en la mesita de comer).
  • ABAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!! Quiero agua, es tan difícil de entender? O que me traiga un sorbete y lo uso de bomba de achique para sacar el agua de la mesita. 
         Otro tema son los cambios de pañales.  Pañales que mientras fue lactante tenían un contenido manejable y además su cuerpecito quedaba donde una la dejaba, sobre el cambiador.  Era fácil y rápido.  Pasaron los meses y esta cosita que días atrás se quedaba pancha, boca arriba sobre la mesa; ahora es un remolino de piernas que aparecen en el lugar menos pensado.  Si una tomó la precaución de no abrir el glorioso pañal que rebosa unos 300 gramos que huelen como una alcantarilla del Londres del siglo XVII, la cosa está mínimamente contenida (aunque la pasta puede rebalsar el pañal y esparcirse por toda la superficie).  Si te olvidaste la cremita para el culito y te diste vuelta para buscarla en el bolso, con el pañal abierto...Dios te ayude a limpiar y desodorizar la zona (buscate a la gente que limpió Chernobyl, mínimamente). 

Capítulo aparte se merecen Cocomelon y sus entrañables personajes que Luna mira desde que tenía unos pocos meses.  Es una serie musical que tiene unas cancioncitas que se grabaron para siempre en el hemisferio izquierdo de mi cerebro atormentándome como un trépano en el cráneo.  Me levanto a las tres de la mañana para ir al baño y suena en mi cabeza "baby shark" a todo volumen.  El odontólogo me está atornillando un implante y puedo escuchar vívidamente "estrellita dónde estás" (lo que duplica el malestar
en forma exponencial).  Empujo el carro en el supermercado mientras evalúo cuál es la fila más rápida y siento "las ruedas del autobus".  Jj es el mejor amigo de luna, lo lleva a todas partes y duerme con él.  Ese enano pelado y su familia han desplazado a Coldplay y Pink Floyd en mi memoria musical...

                Bueno, pasaba para contar eso, que soy abuela. Que soy feliz y que estoy llena de puré y caca de bebé jajajajaja

Los dejo con un pequeño regalo para los infantes de la familia (USEN TAPONES DE SILICONAS PARA EVITAR LA RESACA MUSICAL)!!!

jueves, 6 de septiembre de 2018

NETFLIXEAR




Netflixear: Del inglés "net" (red), flick/flix (película). Dícese del verbo que refiere a consumir contenidos cinematográficos en línea "online". 


Conjugación:
Yo netflixeo
Tú netflixeas
Él netflixea
Nosotros netflixeamos
Vosotros netflixeais
Ellos netflixean



Esta actividad que ya califica como deporte de alto riesgo, se ha convertido con el correr de los años, en el principal entretenimiento de la gente de este planeta.  Porqué digo de alto riesgo?  Bueno, riesgo de perder la vista, perder el trabajo, perder el punto de vista sobre la realidad que te rodea, perder el colectivo, perder a tu progenie en tu propia casa, la salud, la silueta, la dignidad, el estilo, el tiempo y también el dinero. 

Vengan de a todos que los atiendo sin problemas.  Habla la fan número uno de este deporte.  Adicta mal a este demonio rojo que vive en mi celular, en mi tablet, en mi notebook, en la play y en la tele; me he auto notificado sobre el nivel de destrucción que implica este instrumento videotizador de última generación.  Y amo cada segundo de película y/o serie consumido y a consumir (porque no pienso dejar, o más bien, pienso dejar que me aniquile de a poco).  Lo amo, como el adicto a las drogas duras que lame la mesa  para succionar hasta la última partícula del polvo que lo está liquidando.

Porqué califica como deporte?  Porque es una inactividad que debería ser considerada en las Olimpíadas ya que requiere horas y horas de práctica para manejarse como pez en el agua.  Existen quienes han gobernado esta rastrera actividad al punto de engullir una temporada completa de veinte capítulos de sesenta minutos en tres días (trabajando, trasladándose, alimentándose y hasta comunicándose con el exterior).  Una auténtica proeza, si eso no es un deporte, entonces el ajedrez tampoco.  Hay que ser muy hábil , un completo estratega, para comenzar una serie vaciando la vejiga a las 7 de la mañana, continuarla preparando el desayuno, clavarse quince minutitos extra en el subterráneo, diez a escondidas entre mail y llamado telefónico en la oficina y uno completo en un comedor donde otros ocho zombies netflixeros de pura cepa miran una pantallita sutilmente apoyada en un tupperware con los auriculares incrustados en el pabellón auricular y la mente perdida en el Madrid de los años 60. 

He hablado con gente que me ha confesado haberse sentado en el water a las cuatro de la mañana y quedarse hasta que sonó el despertador liquidando la última temporada de su serie favorita (el tema fue levantarse y caminar hasta la ducha con las piernas entumecidas y los pies congelados).  Esa gente que se aguanta toda una jornada laboral disfrazando bostezos de hipopótamo con toses actuadas dignas de una Norma Aleandro sobre las tablas, merece un premio o mínimamente una medalla.  Esa gente que uno ve con empatía detrás de una pantallita diminuta sonriendo embobada como niño de cuatro años delante de una bolsa de caramelos en los consultorios médicos, oficinas, comercios y en la fila del supermercado.  Es una tarea titánica y riesgosa.  Aprovechar esos cinco minutos de gloria para apoyar el celular delante de la pc del trabajo para ver qué le contestó Meredith al Dr. Hunt o si Jonás se va a animar a confesarle su amor a Marie.  Cómo no vas a perdonar a la secretaria que te está atendiendo en el consultorio médico si tres veces escribió Macarena Ferreiro en lugar de tu nombre en la prescripción del tranquilizante que necesitás, para dormir a la noche, porque el stress de vivir al borde del abismo existencial que te genera encontrar otra serie que esté a la altura de la última que viste te puede matar...literalmente?.

La famosa maratón NETFLIX




La adicción en su máxima expresión es la maratón.  Esta es la fase más rubicunda de la enfermedad, sin lugar a dudas.  
Receta para una maratón suicida de Netflix:


  • Tomar la temporada completa como a un toro por las astas.  Sin miedo y sin asco.  No dejes para el lunes lo que puedes hacer las 48 horas del fin de semana!
  • Si no estuviese lloviendo a cántaros, oscurecer todos los ambientes de la casa para recrear el efecto cine y/o "no me queda otra que encallar en el sillón porque no puedo salir con esta tormenta". El sentimiento de culpa que pudiera existir (si todavía existiera) desaparece automáticamente con este truco.
  • Silenciar todos los grupos de whatsapp y alertar en las redes sociales lo que uno está haciendo (no hay nada mejor que la empatía de otros adictos del otro lado del universo virtual).
  • Asegurarse de tener óptima velocidad de internet o, si uno es una bestia previsora, haber descargado la temporada completa al celular.  De esta manera se podrá netflixear sin problemas con un adaptador Chromecast o bien (y esto es lo mejor) directamente en el celular en un eventual hijoputesco corte de luz.  
  • Existen dos tipos de vestimenta para la maratón, siendo imprescindible que la misma sea tan cómoda como estar en pelotas.  Se sugiere continuar el día con la ropa de cama (pyjama, camisón, remera vieja) o bien mutar hacia un buen disfraz de indigente (calza o jogging del año 1988 con manchas de pintura y cloro, camiseta XXXL, poncho o abrigo que no apriete y dependiendo de la estación del año ojotas, chancletas, crocs u horribles pantuflas).
  • La manta: En invierno será sumamente necesario encontrar una manta que nos sirva de "cocoon" o capullo, para enroscarnos con o sin la ayuda de un partenaire (otro enfermo como nosotros).  De no contar con ayuda, se sugiere tomar una punta de la manta con los dientes y la otra punta con el brazo girando en eje hasta quedar envuelto para regalo.
  • En plan de interrumpir la transmisión lo menos posible, se puede suspender la ingesta de bebidas y alimentos al mínimo indispensable.  De todas formas, hay adictos que alinean sobre la mesa de café todos los elementos que van a necesitar durante la maratón (bebida, chocolates, sopas en sobre, saquitos de té, termos con agua caliente o gaseosas, golosinas, emparedados y cualquier otro alimento sólido que no precise más que hacerlo llegar a la boca).  En esta línea de planeamiento podemos agregar los controles remotos varios, los anteojos, pañuelos descartables, alcohol en gel y del que se toma con nachos, el teléfono celular con su correspondiente batería externa debidamente silenciado y un par de imanes del delivery por si antojara una pizza en mitad de la maratón).
  • En caso de evacuación de vejiga y/o intestinos, se aconseja utilizar el baño más próximo sacando del paso todo mueble, adorno o artículo que pudiera interponerse en la carrera al water.  Evitaremos derrames indeseados además de edemas y moretones al tropezar con una bicicleta fija o una maldita silla.  Salve un perro, sáquelo del paso.  Póngalo a resguardo y llene su comedero y bebedero para dos días.  No se incluyen los gatos ya que ellos se encargarán de si mismos, mejor que usted.
  • Plan B: Si la serie elegida fuera una primera temporada, y no gustara del todo o no se ajustara al género que se desea consumir (drama, acción, comedia, etc.); se deberá contar con una alternativa testeada previamente para no caer en una depresión por deprivación.
  • Sueño: Si llegara a suceder, lo ideal es tener un socio adicto que le incruste un codo entre la tercera y cuarta costilla, a fin de retroceder la cantidad de escenas perdidas además de ingerir dos tazas de café negro nivel petróleo.  


He aquí una lista de series altamente recomendables para maratones netflixeanas:

  • Breaking Bad
  • Grand Hotel
  • Marginal
  • Sherlock
  • Velvet
  • Outlander
  • El Ministerio del tiempo
  • Velvet Colección
  • The affair
  • El tiempo entre costuras
  • Homeland
  • House of cards
  • Sense 8
  • Vis a Vis
  • Las chicas del cable
  • Merlí
  • La Catedral del mar
  • Grey's Anatomy
  • The Fall
  • The Crown
  • Rita
  • Vikingos
  • The Good Wife
  • Mad Men
  • La casa de Papel
  • Le chalet
  • Black Mirror
  • Stranger Things
  • Fariña
  • El Barco
  • Mar de plástico
  • Call de midwife



Se aceptan recomendaciones.

Saludos a todos los zombies que puedan leer esto (si tienen tiempo). JA

lunes, 23 de octubre de 2017

MI CARTERA PESA DIEZ KILOS



Mañas son mañas y mi cartera es una flor de manía


Como condenado a la horca, he pasado medio siglo con un grillete atado a mi brazo, arrastrando un ancla de diez o más kilos (no me he tomado el trabajo de pesarla, hoy juro que lo hago).  Nunca se me ocurrió asociar el músculo torneado de mi brazo derecho ni la tortícolis de ese hombro al inusual peso de mi cartera.  Ni se me pasó por la cabeza pensar en lo que ponen las demás en sus bolsos; mi bolso es parte de mí, de mi naturaleza y una extensión de mi casa cuando no estoy en ella.  En realidad, dentro de mi casa suelo llevar mi cartera donde vaya.  Ella me acompaña al baño y a dormir, a cocinar o al jardín.  Porque existen cosas que solamente viven ahí adentro, en mi fiel acompañante. 
Cabe destacar que cada quien adopta sus mañas de quien lo ha criado, en mi caso heredé el insólito apego a mi cartera de mi vieja.  Ella se acostaba con la cartera al costado de la cama y se trasladaba por todas partes con la cartera en el brazo o en la falda (de hecho muchas veces ha ocupado el lugar de un comensal en fiestas familiares, cumpleaños y salidas a comer).  No hace falta que aclare que hago exactamente lo mismo, siendo además capaz de apuñalar a cualquiera que se atreva a sumergir media falange en mi preciado accesorio.
Es por este motivo, que he decidido hacerle un humilde post a este artículo tan entrañable y tan fiel que me ha salvado de contratiempos y vicisitudes a lo largo de mi vida.

Inventario de mis carteras

En realidad, la cartera es lo de menos.  Tengo muchas pero suelo usar una sola hasta el hartazgo.  Cuando la misma se convierte en la alforja de Charles Ingalls después de las siete plagas que azotaron su cabaña, recién ahí puede ser que decida utilizar alguna otra.  Las tuve de todos los colores, texturas y tamaños aunque siempre me incliné por las tamaño barco.  Es más, cuando opté por algo mediano, siempre utilicé un bolsito extra donde administraba todo aquello que no podía embutir en la "medium size".  Toda vez que me ofrecieron algo compacto, en una casa de carteras, algún bolsito pequeño con mucha onda y poco espacio...me retiré del local inmediatamente por miedo a caer en la tentación y terminar utilizando el minúsculo objeto para almacenar el costurero (mi amor hacia la costura queda suficientemente demostrado).
Con un museo de carteras y bolsos en mi haber, puedo decir sin temor a equivocarme que tengo el doctorado honoris causa de las carteras de mujer.  Porque además de usarlas las almaceno por si alguna vez sucediera una súbita escasez de bolsos y Dios sabe qué pudiera ocurrir.  Así que tengo aquella cartera que no puedo regalar por su valor afectivo, aquella que tiene el cierre roto y así va a terminar sus días en el fondo del placard.  Tengo aquella que compré en ese viaje donde el fucsia salvaje pareció una buena idea y ahora viéndola ahí encandilando con sus remaches dorados lastima la vista.  Tengo la que me costó un huevo y seis cuotas y la que me regaló un ex jefe porque no la pudo cambiar por algo para él.  Tengo aquella que me regalaron, no me gustó y vaya a saber porqué no la cambié cuando debía y también esa que me gustó cuando la compré, me dejó de gustar al día siguiente y estoy esperando que me guste para rescatarla del anonimato.  Tengo la de mi abuela, comprada en Europa hace cuatro décadas y la de mi vieja con cadenita Chanel (que todavía conserva un par de monedas, un encendedor y olor a ella).

Inventario del contenido de mi cartera (la que me acompaña todos los días de mi vida)


  • Billetera con cierre relámpago que parece un sandwich de milanesa al que se le pianta el tomate y la lechuga.  Abarrotada de tarjetas de débito y crédito, puntos y descuentos para librerías, supermercados y estaciones de servicios, ART, servicio médico, seguro del auto y afines.  Estampitas de santos, tarjetas personales del trabajo, tarjetas de amigos, familia y conocidos y también de plomeros/gasistas/restaurantes etc.  Papelitos de compras hechas con tarjeta de débito y crédito y de movimientos bancarios del 2009 en adelante.  Recetas médicas, recordatorios de citas para consultas y análisis.  Recetas de cocina en papelitos minúsculos.  Consejos y mantras de una psicóloga que me atendía en 1986 y que aún hoy conservo.  Entradas a espectáculos y parques que me arrancan una sonrisa.  Fotos de mi hijo y de mi marido.  El dni y la licencia de conducir además de la tarjeta de la grúa y un par de teléfonos de radio taxi.  En el monedero un par de monedas de mi país y algunas de países que visité, además de medallas del Papa y de las vírgenes que me acompañan desde el colegio secundario, además de la escarapela de metal.  Y el dinero?  (siga participando)
  • Una bolsa Ziploc con los siguientes remedios: Ibuprofeno, Hepatalgina, Buscapina, el remedio para la glucosa, varias tiras de clonazepam, omeprazol, curitas, colirio para los ojos, cepillo de dientes, dentífrico y un mini enjuague bucal.
  • Un bolsito que contiene cosméticos: Tres brillos labiales, tres lápices labiales, un delineador de ojos, un peine, un espejo, un polvo compacto, un rubor, dos limas de uñas, una pinza de depilar, un perfume, un frasco de quitaesmaltes, algodón y un esmalte de uñas.  Una cremita para manos de un hotel americano.
  • Un bolsito más pequeño que el anterior conteniendo: dos biromes, dos bandas para el pelo, dos broches para el pelo, los auriculares del teléfono celular y el adaptador para enchufarlo.
  • En un bolsillo interno de la cartera:  Billetes desparramados y monedas que no pudieron encontrar refugio en la billetera.  Además de una birome, una lima de metal, una mini navaja Victorinox, caramelos light de naranja (vencidos) y un par de boletas de depósito en cajeros automáticos.  Bandas elásticas: suficientes para flotar en el agua sin moverse.  Supongo que ante un naufragio estoy mejor posicionada que el amigo de Wilson.
  • En otros dos bolsillos internos (sin cierre): birome del trabajo de mi hijo (ultra valor afectivo) y la estampita de San Cayetano con la espiga y el pan de cerámica.  En el otro bolsillito hay dos tiras de caramelos light de frutilla, dos galletitas de esas que te regalan con el café (se ve que inconscientemente no estoy dispuesta a morir de inanición) y el DNI libreta que debería estar en casa pero lo saqué para votar y no lo devolví a su escondite original.
  • Boyando en libertad dentro del bolso existen: el cargador del celular sin enroscar (detalle que mi marido no comprende y él no comprende que no sé doblarlo estilo boy scout como lo hace él), un par de anteojos de sol, un par de anteojos de ver de lejos y uno de cerca cerca.  Una latita pequeña conteniendo más clonazepam (se ve que tengo miedo de quedarme sin la pastiloca en un ataque zombie), un paquete de pañuelos descartables, un abanico (que acredita mi membresía en el club de la menopausia), una lima de uñas de uso profesional, un pañuelo de tela, la dieta que me prescribió la nutricionista y varios resúmenes bancarios y de tarjetas de crédito. Varias tiras de papel con el detalle de las compras del supermercado desde el año 2010 a hoy.  Además, y como si esto fuera poco, un paquete de toallitas húmedas y un frasco de crema para manos.
  • Un mini bolsito que contiene dos o tres memorias USB con música (contenido suficiente para musicalizar unas 80 horas ininterrumpidas), un reproductor de MP3 y un costurero de esos que te regalan en los hoteles.  Una de las memorias incluye una brújula...por si las moscas...
  • Bolsillo exterior anverso: Otra escarapela, el botón antipánico de la alarma vecinal, una pinza de depilar y la lista de las compras de hace ocho meses atrás.
  • Bolsillo exterior reverso: Llaves del auto, llaves de casa, lima de uñas pequeña, dos brillos labiales y un papelito con un nombre de una persona que no conozco ni recuerdo porqué debería conocer (seguramente en el transcurso del año me haga falta pero lo acabo de tirar a la basura).
Visto y considerando la cantidad de elementos que arrastro todos los días, podría afirmar sin temor a equivocarme que puedo subsistir cuarenta días en el desierto, tres meses en una isla luego de un naufragio y todo un día fuera de casa.

Qué guardan ustedes en sus carteras?



viernes, 13 de octubre de 2017

OUTLANDER, LA SERIE DE TV

OUTLANDER ME TRAE PALPITACIONES




La escena del reencuentro (ojo, contiene spoilers)


Debo confesar que me tomó desprevenida.  Llevo leídos los libros infinidad de veces pero sigue sorprendiéndome el hecho de que existen ciertas cosas que las puedo revivir y gozar como la primera vez.  Quienes no hayan leído partes favoritas de la saga "Outlander" en un loop adictivo y frenético son unas mentirosas o tienen líquido de frenos en las venas.  Porque una fan que se precie de serlo ha de leer y releer compulsivamente la escena del casamiento, la noche de bodas, todos los polvos y estampamientos highlanderianos alguna vez escritos por la Gabaldon como si la vida nos fuera en ello; y también toda aquella escena donde Claire está al borde de pasar a mejor vida a manos de cazadores de brujas, violadores y delincuentes varios (por supuesto el rescate siempre es a manos de un Jamie salvaje y furibundo como a nosotras nos gusta).

Entre las escenas favoritas para darse un saque de droga literaria brutal, creo que la namberuán de toda la saga es la escena del reencuentro en la imprenta.  Es que una se ha pasado casi un libro leyéndolos separados, sumidos en el ostracismo sexual y el letargo de una vida cotidiana que de vida solo tiene el pulso de los protagonistas porque es un sin vivir gris y mustio.  Uno desea fervientemente (sobretodo la primera vez que lee) que la autora resuelva este abismo bestial al que condena a sus dos adorados protagonistas, robándonos a los lectores unos buenos veinte años de sexo majestuoso, amor y cariño; juntándolos como por arte de magia en algún momento (y que ese momento sea ya maldita bruja psicótica adicta al suspenso).  La primera vez que leí la escena, todo indicaba que el momento venía ya, después de tanta investigación y preparación, el reencuentro era un número puesto.  Sin embargo la autora decide jugar con el corazón del lector, que se come cuatrocientas palabras con detalles sobre el viaje en el tiempo, antes de llegar a nuestra Claire abriendo la puerta de la puta imprenta de Malcom...nuestro héroe por siempre jamás.  Y es aquí donde los corazones se detienen por un segundo, la sangre no llega al cerebro, el parpadeo de los ojos se vuelve lento y los lagrimones amenazan con inundar la habitación.  El reencuentro es un hecho, se miran y él se cae redondo al piso de pura emoción, el mismo piso al que uno desearía caer (de ser posible encima de Jamie); pero no, uno se cae sentado porque la emoción es tan violenta que una ligera lipotimia no se descarta en la primera lectura (conozco mujeres que se han desmayado en una segunda y tercera lectura también).

Me encontraba perfectamente apoltronada en mi cama, con la notebook en la falda, disfrutando de los menesteres del viaje de Claire, tarareando la música de la serie Batman de los sesenta; y como no había entrado a leer los comentarios del episodio no tenía idea de que el reencuentro iba a ser en éste.  Claire cosía su atuendo, preparaba equipaje y paff, como por arte de magia se bajaba de un carruaje en el medio de Edimburgo.  Si me hubieran hecho un electrocardiograma me hubieran internado de cabeza.  Mi taquicardia se podía escuchar en dos cuadras a la redonda.  Mis lágrimas empapaban mi camisón y tuve que poner la pausa para limpiarme los restos de máscara de los ojos que me impedían ver con comodidad.  Cuando la frecuencia cardíaca rozó límites normales le dí play al reproductor y saboreé esos últimos minutos del episodio con la mandíbula rozándome los muslos.  No podía creer que dos libros se hubieran comprimido en un par de episodios pero no podría haber estado más agradecida.  Verlos juntos nuevamente es un orgasmo literario y televisivo de alto impacto.  Gracias Ron por no alargar el período infame por cuya autoría la Gabaldon debería haber sido quemada en la hoguera.  Ahora solo resta gozar de esta pareja que hace las delicias de madres, hijas y abuelas.  Qué será lo que se viene?  Difícil saberlo, así como comprimieron un libro, uno podría pensar que harán lo propio con lo que se viene.  Espero sepan elegir qué mostrar.  Yo, personalmente, me quedo con las aventuras de este dúo que me roba el sueño desde hace quince años.  

Crucemos los dedos para que nos muestren lo que queremos ver!!!


domingo, 9 de julio de 2017

EPISODIOS ELECTRODOMÉSTICOS


De como George Clooney me encajó una Nespresso en un Hot Sale



Me fumé los comerciales de las cafeteras Nespresso durante años.  Nunca me importó demasiado el aparato, me quedaba medio atontada con los ojos como dos huevos fritos mirando a Clooney y sus trajes impecables color gris en contraste con sus camisas almidonadas color blanco nieve.  Eso, sumado a su tono de piel eternamente bronceada y sus canas perfectamente peluqueadas hicieron que el famoso café pasara desapercibido delante de mis retinas.  Es más, miré esos comerciales intentando recordar qué vendían, sin éxito.
Hace un par de meses una compañera de trabajo estaba tecleando en la computadora "on fire" sacándole chispas al teclado al compás de las ofertas de un infame "hot sale"; me comentó que había adquirido la famosa cafetera a un precio super accesible.  Tentada por la ganga, me embarqué en la misma operación y ambas pasamos las siguientes cuarenta y ocho horas esperando el mail para retirar lo que para mí era la lámpara de Aladino.
Como la ansiedad me gana, y suelo vivir con unas veinticuatro horas de anticipación, apenas recibí el mail salí arando con el auto para juntarme con mi famosa cafetera.  Entré al supermercado para comprar las cápsulas descubriendo con horror, al volver a la oficina, que me había atiborrado de cartuchos de café que no servían para el modelo que había comprado.  Conseguir que el supermercado me hiciera el crédito en la tarjeta es material para otra columna, sólo puedo decir que invertí más de cuatro horas de mi vida para hacerme del dinero y comprar las correctas (previo arrastrarme por el piso y poner cara de vaca camino al matadero).  Y todo porque no pude domesticar mi paciencia como para tomarme el trabajo de leer el manual del usuario o investigar algo sobre este mundo Clooney-Nespresso.
Llegué a casa con el aparato y las cápsulas correctas, como soldado que vuelve a casa después de un mes de vivir en una trinchera esquivando misiles, cansada pero con la adrenalina de la novedad.  Desenvolví la maquinita, estudié el manualcito e hice todo lo que las instrucciones ordenaban.  Ingrata fué mi experiencia, habiendo hecho todo lo correcto, tuve que sentarme frente a la notebook para redactar mi primera carta a Defensa al Consumidor; motivo de la queja: Clooney no me vino en el kit.  
La cafetera hace un café delicioso y utilicé el dispositivo para ahogar mis penas en café "Livanto" o "Capriccio" con suaves notas a cereal, de bouquet equilibrado compuesto de Arábicas de América.  Me probé las diez cápsulas de regalo paseando con el paladar por todos los países de América y la India.  George nunca me acercó una taza, ni me invitó al pasear en lancha por el Lago di Como pero me pasé un mes sin pegar un ojo.  En mis noches de insomnio podría haber soñado de a ratos con las camisas blancas, sus relojes Omega y esos trajes tan bien planchados que parecen tallados en mármol.  Pero no, en mis diminutos lapsos de sueño aparecieron Voldemort, Kim Jong Un, el payaso de IT, Sauron y los Orcos, Ozzy Osbourne y Benjamin Linus.  De sobredosis de café pasé a unas lindas pastillas para inducir el sueño (tipo ladrillazo en la nuca) y cápsulas de descafeinado Nespresso para zombies e insomnes.
Superada la crisis cafetera, la heladera comenzó su quinta glaciación, totalmente mimetizada con la "Era de hielo" la muy guacha se apoderó de frascos, frutas y envolturas de fiambre que había que robarle a fuerza de cuchillazos a un bloque de hielo digno del Perito moreno.  Sólo faltaba la ardilla y la bellota.  La pobre heladera pedía pista o un termostato nuevo, pero además cargaba con el sino de pertenecer a otra década, otro matrimonio y otra historia.  Era tiempo de sacársela de encima.  Para no ser menos, el lavarropas decidió hacerse el bonito y dejar de desagotar.  Mi marido, harto de desarmarlo y arreglarlo lo hizo funcionar a patadas las últimas tres veces hasta que  pasé por un negocio y me emborraché con la resaca del hot sale.  
Es increíble ver lo mucho que cambian los aparatos en relativamente corto tiempo (y lo poco que duran).  Mi abuela tuvo una heladera eterna, mi primer heladera fué longeva; así que deshabituada al cambio tecnológico de este tipo de aparatos, cuando llegaron a casa pensé que estaban descargando el transbordador espacial y a R2D2.  Después de dos horas de estudiar programas de lavado y el tiempo prudente para enchufar la heladera nos decidimos a hacer el primer lavado-secado de nuestra historia matrimonial. 
Terminamos ese sábado sentados en el piso mirando el display digital del lavarropas (más parecido al control de la Soyuz que al timer de una lavadora) y escuchando el sonido a turbina de avión del proceso de centrifugado, anonadados con los calores del secado...brindando con dos ristrettos Nespresso.

Ya no sueño con monstruos ni con George, ahora sueño con cuotas, intereses, tarjetas, vencimientos y mucha ropa limpia!!!


sábado, 31 de diciembre de 2016



MINUCIOSO BALANCE DE FIN DE AÑO (INCLUYE METAS PARA EL PRÓXIMO)


De cómo es inútil hacer estúpidos balances a fin de año

Estoy otra vez arañando la última hojita del calendario que me obsequiaron el pasado enero, en la carnicería.  Porque la ansiedad me gana, le arranco la puta hojita con los dientes y escupo los pedazos en el cesto de la basura.  Aún faltan 19 horas para el final del año, pero decido adelantar mi reloj biológico porque no me banco el imán calvo pegado en la heladera.  A la mierda con el imán también, después de todo, ya no compro en esa carnicería (la fidelidad duró lo que que duró dura la milanesa que me vendían, con el riesgo de perder una pieza dental sana o una corona del valor de las cuatro ruedas que necesito comprarle a mi auto).
Y aquí me encuentro sentada haciendo el estúpido balance que decido simplificar, llevándolo al frío mundo de los números (ese que tanto le gusta a mi amiga Liliana).


2016

- Cantidad de veces que nadé desnuda en la pileta= más de una docena. No festejen, se puede ver lo mismo en cualquier acuario marino pagando una entrada y el bicho en cuestión es capaz de hacer más piruetas por un puñado de cornalitos.  Quizás si alguien me tirara barritas de chocolate al aire, sería capaz de saltar y aplaudir al mismo tiempo, como las focas de Mundo Marino.
- Cantidad de veces que me encontré con la torre de Pisa, al pie del lavarropas, construida a base de remeras con olor a todos los chivos de Heidi= 200
- Cantidad de veces que me agarraron dormida y lavé esa ropa con la parsimonia de un monje tibetano= 50
- Cantidad de veces que no lavé la torre y desparramé a los chivos de Heidi por la habitación de mi adorado retoño= 150
- Cantidad de veces que prometí y juré por el Dios Baco que no iba a ingerir ninguna caloría proveniente del alcohol= 365
- Cantidad de veces que rompí la promesa y traicioné al Dios Baco (que dicho sea de paso, me dió una palmadita en el hombro y me guiñó un ojo el muy puto seductor) = 365
- Cantidad de veces que le eché la culpa a mi pareja, y a mis amigas (que también son amigas de Baco), por llevarme por mal camino= TODAS
- Cantidad de veces que salté de la emoción cuando llegó la caja del Baco Club= 12 (llega 1 por mes, por si se preguntaron por la mesura en los festejos).
- Cantidad de veces que me  dejé explorar, voluntariamente, mis adentros con aparatos extraños= 2 (se podría afirmar sin temor a caer en una grosería, que alguien con un guardapolvos blanco ingresó cámaras de tv por todos mis orificios mientras dormía plácidamente).
- Cantidad de veces que saqué la basura puteando en sánscrito y lunfardo= 340 (las otras 20 estuvieron a cargo de mis co-habitantes, quienes tienen muy en claro la consigna bíblica "temor de Dios").
- Cantidad de árboles y arbustos plantados= 30 (El Amazonas es un desierto, comparado con mi jardín).
- Cantidad de adicciones superada=1 (ravioles, me pasé a los canelones).
- Cantidad de veces que lloré colgada de la puerta de la heladera porque se acabó la Coca Light= 200 (las otras 165 se atribuyen a encontrar la jarra de jugo Clight previamente preparada por la que suscribe, vacía en la heladera).
- Cantidad de veces que lloré al descubrir que mi almuerzo había desaparecido y en su lugar había un plato vacío= 150
- Cantidad de veces que enterré un pedazo de Queso port salut light en la selva tropical del cajón de las verduras de la heladera, camuflado con disfraz de guerra a base de hongos verdes ideales para combatir infecciones.  Posta, la penicilina la hacen con esa pelusa verde!= 224
- Cantidad de veces que el Queso port salut light fue avistado y apresado luego de ser capturado debajo de una lechuga mantecosa en estado de franca descomposición= 123
- Cantidad de veces que prometí no dejar a mi perro Weimaraner (de 60 kilos) dormir adentro mientras levantaba tortas de caca del tamaño de una paella para catorce personas = 256
- Cantidad de veces que dejé dormir al Weimaraner adentro= 256
- Cantidad de veces que mi gato me rompió adornos, me tiró porta retratos, me vació el tacho de basura en la cocina y juré asarlo a la parrilla para el día de Acción de gracias= 90
- Cantidad de veces que terminó ronroneando en mis brazos mientras le pedía disculpas por ser tan despiadada= 90
- Cantidad de veces que me agarró el radar de la ruta 6= 1 (exceso de velocidad 83, máxima permitida 80).
- Cantidad de veces que hice pis color rosa, por comer remolacha y por un lapso de cinco segundos pensé que estaba al borde la muerte= 46
- Cantidad de veces que pensé en comer más remolacha porque me gustó hacer pis rosa, una vez superado el pánico inicial= 200 (me da mucha pereza hervirlas).
- Cantidad de veces que pensé en subir la foto del pis color Barbie a Instagram= varias, pero no conseguí flores del mismo color para decorar la tabla.
-Cantidad de horas en redes sociales= sin contar las que estaba comiendo, bañádome, haciendo fila en el banco, nadando en la pileta, manejando y durmiendo...8325.

METAS PARA EL 2017

- Visitar la estación espacial internacional y aprender ruso para hacerme amiga de Oleg, Serguei y Andrei (quiero que me dejen pilotear la Soyuz).
- Adelgazar 10 kilos comiendo pastas y pizzas.
- Guardar la ropa que está en los percheros, sobretodo la que cuelga de la bicicleta fija, me está costando llegar a la cama.
- Aprender a tocar el violín o el cello.
- Evangelizar la tierra convirtiendo a todos los fans del reggaeton en groupies de Pink Floyd.
- Hacerme de una pata de jamón ibérico, si hay que pagar con un órgano, tengo dos riñones que fabrican pis a escala industrial.
- Hacerme un tatuaje en la base de la nuca con la siguiente inscripción "no soy un clon" (por si las moscas).
- Bajar sustancialmente la cantidad de series vistas en Netflix de 50 a 49.
- Cambiar el auto por un Lamborghini Aventador SV Roadster color azul metalizado.
- Formar una banda de jazz y convertirme en la Diana Krall argentina.
- Cocinar tortas como Maru Botana y pastas como Donato, abrir un restaurante y bochar gente por portación de cara y actitud caracúlica.
- Comprarme una bodega en Mendoza, fabricar el mejor Cabernet de la historia y fundirla tomando con amigos.
- Aprender a baila tap.  Ya lo intenté.  Fracasé estrepitosamente. Persevera y triunfarás.  Veremos si ese postulado se aplica al tap o simplemente no me vino el chip de la coordinación de extremidades superiores-inferiores en mi mapa genético.
- Planchar
- Levantar el arbolito antes de Semana Santa.
- Adoptar un niño haitiano de 29 añitos.
- Hacer una huerta (alguien sabe dónde se consiguen las semillas de sorrentinos, muffins de chocolate y salame tandilense?).
- Dejar la droga, cambiar el clonazepam por algo más divertido...Alprazolam? (todo lo que termina en pam o lam debería ser pisado y esparcido en los tanques de agua del mundo, se acabarían todos los conflictos bélicos).
- Instalarme en un lugar con nieve y que alguien me convenza que el frío no es mejor que el calor.
- Bailar "El Lago de los Cisnes" en el Bolshoi, que me aplaudan y me tiren rosas blancas (los tomates que se los metan donde no calienta el sol).
- Controlar mis espasmos de llanto mirando los documentales de Nat Geo, cuando la leona se manduca a la cebra, que corre con ojitos de espanto.
- Aprender italiano para estar lista cuando me mude a Positano.
- Conocer personalmente a Bono, Eddie Vedder, Chris Martin, David Gilmour, León Gieco, Andrés Calamaro, Joaquín Sabina y Caetano Veloso. Que Toquinho me enseñe a tocar la guitarra y nos vayamos de gira juntos.

Groupie moi? Si, a los 53 y a mucha honra!  

Keep calm and grab a beer
Felisa me muero!








sábado, 17 de septiembre de 2016

CINCUENTA SOMBRAS MÁS OSCURAS

La saga que nos deja a las mujeres en el cuarto rojo de la vergüenza

Hace unos años, alguien de mi familia me pasó el libro con la advertencia de que se lo había regalado la pareja para reavivar la llama de la pasión.  El bodoque pasó directamente a manos de mi vieja, que estoy segura nunca lo leyó.  Hace un par de años, lo encontré en una mudanza, y como no tenía nada mejor que hacer, me fui a por la aventura sexual de la que todo el planeta hablaba.
Cabe aclarar que leí los tres libros en menos de veinte días, no sé bien si porque la redacción es tan sencilla y burda que lo facilita o porque quería llegar al final lo más pronto posible.  La cuestión es que debo admitir que como pasatiempo funcionaron bastante bien.

Ahora se vuelve a alborotar el gallinero porque está por salir la segunda película de la saga, y arden los foros de cine y literatura con la famosa controversia sobre el sadomasoquismo, bondage y demás. Y por supuesto, la valoración crítica del argumento de lo que nació siendo un fanfic (ficción escrita por fans, basada en libros, series o pelis).  Colgada de una palmera, esto lo supe recientemente, parece que nació como hijo bobo de la saca "Crepúsculo".

Lo primero que me llama la atención cuando leo estas novelas rosas que terminan bien y te dejan con una borrachera de merengue rosado y olor a gel íntimo es la relación de poder de la pareja.  El tipo siempre tiene el control, la mina es una muñeca descompuesta que necesita alguien que la salve de la soltería, el aburrimiento y el oprobio de una vida común donde la gente se traslada al trabajo en transporte público.  El hombre siempre tiene cualidades físicas que hacen que ellas duden en merecer yacer en un lecho de rosas con ellos.  Son demasiado.  Demasiado lindos, demasiado inteligentes, demasiado sexuales, demasiado deseados, con demasiada experiencia en la cama y fuera de ella, demasiado cultos, demasiado transgresores, demasiado millonarios.  En fin, demasiado hombres para la tierna florecita del campo que espera quien la seduzca y entrene en las finas artes amatorias.

En este caso en particular, se cumplen todas las normas para que el estado de ensoñación y embobamiento esté asegurado desde la página dos. Es como la torta de caja: dos huevos, veinte cucharadas de leche y el contenido del sobre.  Nada puede salir mal, salvo que seas un cero al as encendiendo el horno.  Es infalible, en las primeras páginas el tipo tiene forma, olor a perfume viril y sabor en nuestros cerebros.  Ella es una pavota que vive repitiéndose que va a sacar a la "inner Goddess" (diosa interior), léase "desatar la libido y darle rienda suelta a sus apetitos sexuales que no han sido satisfechos desde que puso un pie en este mundo".  Es flaca, insegura, asustadiza; tiene poca autoestima y es un ratón de biblioteca.  La típica mujer que pintan las novelas del género: la que prefiere quedarse en casa con un buen libro y un té caliente antes que terminar vomitando en el baño de una fiesta después de atiborrarse con tequila o amanecer en la cama con un ilustre desconocido.  

La novela transcurre en forma normal hasta que él ofrece un contrato a cambio de una relación no convencional donde ella deberá someterse a su pasatiempo favorito: sexo con juguetes, golpes y demás yerbas.  La quiere sumisa, entrenada, alimentada, atendida por un ginecólogo de confianza, disponible, depilada y dispuesta a entrar en juegos eróticos de alto voltaje.  Qué ofrece a cambio?  Nada más y nada menos que sus millones, sus autos, notebooks, teléfonos, helicópteros, ropa, cenas glamorosas y hasta un guardaespaldas que controla cada uno de sus movimientos.  Sólo tiene que dejarse pegar de vez en cuando y solamente puede "coger", "hacer el amor" no está en el manual de Christian Grey.  
La autora recurre a la terrible infancia de Grey, para sacar a la mamita que toda lectora lleva dentro, y busca la redención del personaje a través de toda la saga.  El tipo en el fondo es bueno, lo que pasa que tuvo una madre muy mala, pero después lo adoptó una muy buena y tarde o temprano va a volver a hacer el amor como un ser humano (o al menos ese es el mensaje que capté, así como Anastasia pugna por poder posar la palma de la mano en su pecho y demostrar que perro que ladra no muerde).

Ahora, la pregunta del millón: qué tiene esta trilogía mal escrita que acaparó la atención de millones de mujeres en el mundo?.  Hace unos meses vi un cartel en Facebook que decía que Christian Grey, plomero, hubiera sido denunciado por violencia de género.  También se dio la controversia en un foro del que formo parte, donde nos planteábamos el éxito de una novela que habla muy mal de nosotras como mujeres.  Aparentemente, los especialistas en BDSM ( Bondage y Disciplina; Dominación y Sumisión; y Sadismo y Masoquismo), las novelas abundarían en errores en cuanto a estas prácticas. No puedo opinar, desconozco, y a esta altura de mi vida no pienso investigar.  Pero más allá de eso, creo que lo que habla mal de nosotras es ver con buenos ojos el caer rendida a los pies de un tipo que es capaz de darte una paliza que te deja el culo en llamas, a cambio de un auto nuevo o un viaje en planeador.  Pareciera ser que hay cosas que se pueden pasar por alto si el tipo es un empresario brillante y exitoso con una abultada cuenta bancaria y un penthouse con helipuerto.  No nos enamora el administrativo que roba flores de los jardines, camino a casa, y se pone a cocinar mientras una pone el lavado en el lavarropas.  No nos embelesa el tipo que vive de un sueldo, y te saca a comer al restaurante que le permite el bolsillo.  En el campo de los sueños los queremos altos, fuertes, inteligentes, poderosos, pudientes, insaciables, dominantes, experimentados, con pasado pesado, con defectos para arreglar, con historias que perdonar, con almas atribuladas que necesiten redención,  Porque, por más que nos cueste admitirlo, si el premio es tan grande un manojo de cachetazos no puede ser tan grave.

Ojo, a mí la película me pareció un bodriazo tremendo.  A él le encuentro menos gracia que a mis plantas, actuando es un pedazo de aglomerado.  Ella tiene un timbre de voz que satura mis tímpanos y una cara de mojigata que no encaja del todo con la fémina que no duda en bajarse la bombacha para recibir un rosario de rebencazos. Supongo que, en el terreno de la fantasía, los límites autoimpuestos se pueden correr tranquilamente a cambio de un sueño almibarado en hoteles de lujo, con ropa de diseñador, decenas de pares de zapatos Jimmy Choo, autos alemanes, lingerie de marca, restaurantes de lujo y la promesa de una vida disipada sin las preocupaciones del noventa y nueve por ciento de las mujeres del mundo mundial.  Sigamos participando...