miércoles, 31 de agosto de 2011

VIDRIERA VIRTUAL


FACEBOOK: Nuestro utópico rincón en el cyberespacio


El face fue concebido por un visionario pendejo que la embocó o conocía muy bien la tela con la que está fabricado el ser humano.  En sus orígenes, este sitio fue diseñado para acercar gente en una Universidad, levantar minas y favorecer los encuentros sociales entre estudiantes (o por lo menos así lo mostraron en la película, que a mi entender, no estaba tan buena como para el Oscar).
Supe ser usuaria del Myspace, precursor de las redes sociales que lo sucederían con el tiempo, hasta que mis jóvenes amiguitas y mi hijo me empujaron al face.  No ofrecí demasiada resistencia, si no estabas en face no existías, mis amigos virtuales y no virtuales habían migrado dejando foros, fotologs y otros sites desolados.
Así fue como desembarqué en el rostrolibro, al principio un poco mareada con tanto bombardeo de aplicación, invitaciones a eventos, cumpleaños, actualizaciones de estados ajenos y la mar en coche.  Pero luego le encontré el gustito.  Reencontrarme con mis amigas del exterior, poder ver fotos de sus casas, la decoración de sus árboles de Navidad o conocer cada detalle de sus vidas en tiempo real me pareció fascinante.  Entonces llegó el día en que caí en la cuenta de que el face era un trabajo agotador;  que para contestar y cumplir con todos los mensajes, flores, tarjetas, inbox y comentarios de mis fotos necesitaba un día de 48 horas o licencia por sobredosis de virtualidad.
Empecé a ponerme paranoica por los dos mil alertas que leía en los muros sobre posibles virus, phishing, niños desaparecidos, abuso de fotos familiares, sustracción de identidad, uso de datos personales por el FBI, perros mutilados, falsos contactos, pedófilos al acecho de los niños de la familia, estafadores, etc.  Hice lo que hicieron varios.  Limpié a los doscientos cincuenta contactos y me quedé con tan solo doscientos cuarenta y nueve.  Me dediqué a bloquear a los sospechosos y a revisar una y mil veces la configuración de privacidad.  Estaba tan privada que me aburría como un hongo.  Entonces me desprivaticé un poco.
Luego me bombardearon con jueguitos, granjas, peceras y la reputamadre que lo parió al que alguna vez me envió una invitación a poner un colegio o plantar zanahorias virtuales.  Me borré sistemáticamente de todas (perdón si los ofendo pero era un costo muy alto de mantenimiento).
Después vino la onda de mandar flores, chocolates, osos de peluche, vibras, vibradores, corazoncitos, bebidas alcohólicas y afines.  Si no devolvía las atenciones me sentía una perra del infierno.  Así que dediqué media hora diaria facebookiana a la devolución de gentilezas, de esas que nunca pude degustar porque los chocolates virtuales saben a la nada misma y el alcohol “Face” no alivia ninguna pena (aunque cada vez que me lo enviaron supe agenciarme unos centímetros cúbicos del de verdad para no desentonar con la generosidad internetiana).
Como si esto fuera poco, comencé a recibir invitaciones a participar de marchas por: “la no construcción de la ruta 159”, “la aparición con vida del Lagarto Juancho”, “manifestación de apoyo al Intendente de Las Toninas”, “el digamos NO a las fábricas de zapatos con plataforma”, “el día del aire libre de partículas de rebelde volcán cordillerano” y cuanta protesta se cruzara por mi camino.
El día que derrapé y casi termino en la colonia Montes de Oca fue cuando intenté poner en práctica todos los consejos leídos en muros, lecciones de vida de videos diseminados en cuanto perfil clickeaba o cuando intenté esa posición de yoga cuya foto colgó una amiga junto con una inspiradora frase de Dalai Lama.  Ese día volqué…literalmente.  Todavía me duele el pómulo derecho que amortiguó la caída.

Entonces hice un “despeje de X”: ¿Para qué quiero Facebook?  ¿Para qué quiere la gente Facebook?
Lo mío fue sencillo.  Quiero pelotudear con mis compañeros de trabajo, ver fotos de sus familias, leer actualizaciones sobre los artistas que me gustan y compartir música.  El resto al tacho…mejor dicho…a la papelera de reciclaje.

Estos últimos días me dediqué más a la lectura de otros perfiles que a la participación activa.  Y ahí me dí cuenta de un puñado de cosas:

1.       La gran mayoría miente.  O muestra una verdad a medias.  O se fabrica una vida digna de la vidriera donde la exhibe.  Pocos son los que muestran una foto donde les cuelga la carne de la busarda luego de un guaso asado.  Rarito es encontrar una imagen de una pareja cagándose a gritos o revoleándole una silla al pendejo de once años que se niega a pasar por la ducha.  Nadie pone la foto de la madre despiojando a sus críos o de la abuela con la bombacha colgando entre las piernas.  No ví a una sola mina con ruleros, ni a un tipo con el peluquín en la mano.  Las fotos son todas dignas de una publicidad de medicina pre-paga.  Todos juntitos, en la playa, agarraditos de la mano en tierna actitud familiar.  Aunque después de esa foto él se haya comido a la vecina, ella a la Psicopedagoga de los chicos y el hijo mayor a la mucama.  Verás lo mejor de mí…o no verás nada.  Ese parecería ser el lema del sitio.
2.       Detrás de la farsa que la mayoría sostiene y que reza “sed tolerante, amable, regala sonrisas, esparce generosidad, ayuda al prójimo aunque sea de color negro, homosexual o socialista” existe una horda de intolerantes que son capaces de degollar al que osó expresar diplomáticamente, una opinión política diferente.  Se cagan a puteadas en los comentarios de un muro tratando de “zurda”, “negra cabeza” “ándate por donde viniste, yegua” a quien confiesa ser docente y haber votado a quien ella cree es lo mejor para el país.  Sí, son esas mismas damas que se pavonean asistiendo a cursos de Pedagogía barata y comprando libros de Psicólogas marketineras que les enseñan qué hacer con la docena de hijos que tuvieron y que las tienen de rehenes en sus propias casas, o qué color de corpiño comprarse para hacerse atender por maridos que están agotados de encontrarse con una loca histérica que no para de gritar porque el más chiquito no pudo aprender a restar ni con un simposio de profesores particulares.
3.       El Facebook aleja a los que uno quisiera tener cerca y acerca a los que uno quisiera tener lejos.  Convengamos en algo: ¿quién no ha hecho la firme promesa de “juntarnos toditos” el tercer viernes de cada noviembre para evocar nuestras desventuras estudiantiles? Resulta que terminás cenando con gente que viste todos los días durante tres años, hace veinticinco pero no tenés cinco para ir al Geriátrico a ver a tu abuela…que te cambió los pañales, te dió el almuerzo todos los días de tu vida y vive a cinco cuadras de tu casa.   También me permito señalar a aquellas personas que se cambian el nombre en el perfil porque Facebook les acercó a la jauría de acreedores que no están dispuestos a condonar las deudas, novios despechados, amantes olvidados y a aquel terapeuta que sabe a ciencia cierta que sos una mentira ambulante (y encima le pagaste para desnudar tu alma impura).
4.       Todos, absolutamente todos buscan algo.   Dinero.  Sexo. Fama. Consuelo.  Say no more.  La que no te vende ponchos de telar o clases de shantala, te quiere coger o cogerse a algunos de tus contactos.  Está el que quiere promocionarse como chef posteando fotos de sus platillos o su clip de música de garaje.  Y está el que busca empatía, mimos, diciéndole a todo: SI.  Si, estuviste genial.  Si, yo en tu lugar hubiera hecho lo mismo.  Si, vos podés.  Sí, tenés razón.  Sí, yo te apoyo. Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
5.       El famoso “me gusta”.  ¿Qué te gusta?  ¿Te gusta que en esta foto estoy más viejo que vos?  ¿Te gusta que Cerati está en coma hace un año? ¿Te gusta que me guste que te gusta la música barroca?  ¿Y si no me gusta?  ¿Qué hago, me aprieto un dedo con la puerta y posteo la foto de mi cara de dolor?  ¿O chupo un gajo de limón y escupo las semillas sobre el teclado?  Supongo que el botón “no me gusta” no existe para evitar expandir el caos y acreditar el odio que muchos sienten por tal o cual programa, libro, personaje o comentario…después de todo es una red social diplomática para gente civilizada, buena, sociable y educada.   Esa misma gente que arma un grupo de “Odio a tal Intendente o Muerte a Fulanito líder de agrupación musical”.
6.       Facebook es un arma de destrucción masiva.  Como hay gente que no tiene paz y si la tiene no la valora, se dedica a hacerle la vida miserable al resto de los mortales.  Subidos al caballo de la estatua (si, ese que no te lleva a ninguna parte) de la “ética”, “buena vecindad”, “solidaridad” y “ciudadanía”; arman un sitio de protesta por cada potencial problema que ven a su alrededor.  Y si no hay se los crean, para creérselos y destilar su odio juntando firmas virtuales contra: el dengue-el perro de la calle-el arroyo no entubado (ahí radica el problema, es la falta de entubación)-el mal gusto del tender del vecino-las minifaldas de las quinceañeras-las tetas operadas de las amigas- los amantes del prójimo-la vida sexual del cura de la parroquia-la vereda del Banco-el móvil policial que no acude al centésimo sexto simulacro del mes-el cambio del sabor de la bebida Cola y cualquier compañía prestadora de servicios que ose toparse con estos ejemplares ejemplificadores que apuntan con el dedito índice a aquellos que no estén dispuestos a presentar batalla en pos de un mundo mejor.
7.       Facebook es el emporio del chisme.  Cualquier persona con un poco de Jorge Rial en las venas se hace un festival digno de un mosquito en un banco de sangre, con los perfiles del face.  Sobre todo  de aquellos que no han sabido configurar la privacidad o deliberadamente desean que una flota de voyeuristas se toque mirando sus fotos y de paso se entere y propague por sus centenares de contactos que a vos, si a vos, te leyeron proclamando que viste a la mamá de Kevin comiéndole la boca al papá de Jonathan en el parking del cole de tus hijos.  Estás en el horno, lo peor del caso: el pez por la boca muere. Tu  comentario no se borra porque está en el muro de Susanita, donde ya existían otros dos millones de comentarios, PESCADO!  Aunque lo borres les llegó por mail.  Comprate una peluca y unos Ray Ban bien oscuritos!
8.       Facebook te delata.  Despiadado, el muy hijo de puta te pone en evidencia.  ¿Qué hacías a las diez de la mañana colgando videos de Roger Waters?  Esa pregunta pronunciada por tu Jefe es una de las más hermosas cosas que van a sucederte esta semana. La segunda ocurre el sábado: vas a colgar tu frasecita ingeniosa y TODOS tus contactos se van a percatar que ese día miraste Sábado Bus en pyjama tomando sopita con semillas de lino y chateando con “Fabulorgasmic Dick” en alguna sala para mayores de…treinta? ANDÁAAAAAAAAAAAA! Ni que hablar de las fotos como evidencia de sucesos que no deberían haber sucedido.  Oops…no te invité a mi cumpleaños??????????  Lo peor del caso es que recién me dí cuenta cuando etiquetaba las fotos…señal de que siempre te he adorado.  O la consabida: ¿Porqué cornos habré colgado esa foto en la que le estoy succionando la boca a una de mis ex con tal mala leche que al etiquetarla, el face entendió que Alejandra (actual) y Alexia (ex) eran la misma persona? (esto dicho por un compañero de trabajo me hizo atragantar hasta sacar Crush por la naríz.  O esa foto incriminadora en el Cerro Uritorco, fumando chala, buscando ovnis cuando en realidad, se suponía, estabas sepultando a tu abuelita…para deleite de RRHH.
9.       El contacto verdadero, ese que existe cuando dos personas se miran y se tocan, se huelen como los perros frotándose las panzas.  Ese tiende a desaparecer.  Ahora el amor prodigado virtualmente es más higiénico y mucho más top.  Encima no tengo que salir de casa.  Te puedo amar por mail, prodigártelo en tu muro, bosquejar palabritas escritas con Alt+3 y enviarte cientos de caritas para que vayas tomándole la presión a esta relación intensa que llevamos…por…face?  Vale lo mismo un saludo de felíz cumple en el muro que dos o tres apretujones bien dados y el típico tirón de orejas?


La verdad es que no sé que sea mejor.  Me gusta mirar fotos, me gusta ver videos, compartir canciones que me vuelven loca y recomendar películas.  Pero no cambiaría por nada los besos de lengua bien mojados, un buen apretón de culo, un hombro mullido y caliente para apoyarme cuando estoy triste, el consejo de alguien que me mira a los ojos diciéndome la verdad aunque duela…y el sabor de los chocolates que se derriten en la boca.

Los veo en el face!!!!!!!!!!!!!!!!! LOL


jueves, 11 de agosto de 2011

Episodios de la vida cotidiana





P Un técnico especialista en problemas

Hace un par de semanas que me vengo aguantando a un flagelo de la naturaleza humana.  Es mi trabajo y estoy preparada para cierta cuota de cinismo, soberbia e intolerancia por parte de personas que creen que el vil metal los autoriza a absolutamente todo.  Pero hay veces en las que ni la meditación, ni dos litros de té de tilo pueden inmunizarme contra esta clase de gente.  Lo conocí por mail, una compañera de trabajo me pidió ayuda para responderle ya que ella había perdido por completo la capacidad de despejar la X frente a un ser grosero y un tanto psicótico.

Trabajamos administrando la venta de autos, y en este caso en particular se trataba de uno de alta gama.  En el primer mail mi compañera le explica detalladamente las formas de pago del vehículo y los pasos a seguir.  Pagar, acercarse a firmar, esperar unos días y disfrutar de su 4X4.  Hasta ahí todo funcionó de maravillas, pero todo lo bueno dura poco y el señor P (por psicótico) demandó que enviáramos formularios (por triplicado, sellados y timbrados) por mail para su firma.  Cosa ridícula si las hay, ya que el Registro de la Propiedad exige su firma certificada en original en las tres copias (que son numeradas y tienen un acabado tipo billete moneda).  Cuando se le explicó que esto no era posible, P (sacado como rottweiller suelto  entre un rebaño de ovejas) exigió apersonarse un fin de semana.  Porque él no trabaja, y nosotras…plantas de plástico parte del decorado, SI (según versión libre a cargo de P).  Le explicamos cortésmente que eso no iba a ser posible ya que solamente existe una guardia de ventas y el señor en cuestión entró en combustión espontánea perenne.  De ahí en más su curva de presión y la nuestra fue en vertiginoso ascenso.  Como vimos que no podíamos con la intransigencia de P y nuestros ovarios colgaban a la altura de las rodillas, le dimos la posibilidad (y como excepción) de firmar con su asesor comercial, aclarándole que no efectuar la entrevista con una persona de administración podía acarrear algún malentendido o errores en la toma de la documentación.  Cosa que ocurrió, obviamente.  

Le escribimos (método de comunicación que P eligió siempre para dirigirse a nosotros) informándole que faltaban fotocopiar hojas del documento de identidad y su rúbrica en unos formularios para efectuar un trámite extra solicitado por él mismo.  Como mi compañera, dotada de una paciencia a prueba de guerrilleros sandinistas y una simpatía que roza con el engolosinamiento pastelón, no pudo dar crédito a lo que leía como respuesta al reclamo de dicha documentación; tuve que arremangarme y contestar.  Ese día, ignoraba que firmaba mi sentencia a una hora “tete a tete” con P.  Con la delicadeza de una geisha, tipeando  con un pizzicato digno de Marta Argerich, le detallé lo que necesitábamos para presentar su trámite:

1.       Cambios de domicilio del documento, escaneados o enviados por fax.

2.       La firma de una solicitud de cédula azul o correríamos el riesgo de que el Registro no extendiera ese documento.   Eso se llama abrir el paraguas antes de que llueva.

Demás está decir que nunca encabezó ningún mail con un “buenos días”, “hola” o “gracias por la respuesta”.  Solo se dedicó a corregir la castellanización del término “escaneo” por “scanning” y a negarse sistemáticamente a mandar una solicitud extra argumentando que así se lo iban a hacer porque él era EL.  Le dije a todo que sí, porque tenía los dedos exhaustos y el cerebro limado de tanto contestarle.  Preguntó cuándo, preguntó cuánto y a todo se le dio una respuesta junto con un “saludos cordiales” nunca menos sentido.  Que porqué tenía que pagar un impuesto sobre el auto (ahí nomás le hubiera mandado el mail del Gobernador de Buenos Aires) y porqué el trámite no se hacía en veinticuatro horas y que tendríamos que haberle escaneado el documento cuando llegó a presupuestar el auto para evitarle contratiempos.

Le expliqué que el importe a abonar por ese impuesto solamente se conocería el día que el trámite estuviera listo ya que se liquida en el momento.  Furia asesina escrita, en mi vida he visto como la de este hombre y su léxico filoso.  Que deberíamos presupuestar el importe (aunque le expliqué mil veces que era imposible), a lo que sarcásticamente contestó “entonces cuánto llevo, diez o diez mil pesos?”.  Vuelta a empezar “se lo vamos a decir cuando lo convoquemos para retirar la camioneta y sepamos el importe exacto”.  Cebado como tiburón frente a un daiquiri de hemoglobina, comenzó a solicitar detalles puntuales del destino de su dinero.  Por enésima vez le expliqué que todo eso le iba a ser entregado el glorioso día en el que se llevara el auto y me beneficiara con su ausencia (esto último lo pensé mientras imaginaba una Beretta 9mm sin silenciador).

Lo más gracioso del caso fue buscar en Internet la firma para la cual trabaja, verle la cara (ya que hasta ahora solamente nos habíamos cruzado en el paraíso virtual de la Net) y leer su curriculum vitae.  Especialista en Soluciones.  Contador, auditor y no sé cuántas cosas más.  Todas relacionadas con los negocios pero muy alejadas de lo humano, a mi humilde entender.  Pero lo mejor estaba por llegar.  

Luego de un mail perturbador, en donde el señor copiaba párrafos de mi mail agigantando palabras como “jueves” o “patente”, un frío me corrió por la espalda.  Estábamos en presencia de un personaje similar al sociópata de Oslo.  Luego de encargar mi chaleco de kevlar por Amazon.com, nos dispusimos a informarle que el vehículo estaba a disposición con todo lo previsto y pautado en orden (tiempo y forma estipulados).  El único cambio que se hizo fue quitarle toda cortesía u obsequio como accesorios, paraguas, gorras, kits, etc.  ya que a consideración de mis superiores, su manera de manejarse y destrato hacia el personal no debían ser premiados.

Llegó el gran día y absolutamente todos en la oficina nos bañamos con jabón de coco y resina contra agresiones verbales.  No contenta con esto, debajo de la camisa me calcé el kevlar.  Considero que retirar un OKM es un evento que debe disfrutarse y me encanta el momento en el que la persona se encuentra con el producto de su esfuerzo y sus fantasías automovilísticas.  Así que tontamente creí que P iba a dejar su malhumor de lado para gozar del momento.  Error.  Grueso.  Los gritos de la mujer (cabe aclarar que colgadas de estos señores, suelen venir unas urracas peleadas con el peine que gritan con la voz de Bette Midler y piden por el gerente antes de pronunciar “hola”).   En resumidas cuentas, el problema del impuesto se había convertido en “algias pelvianas con gimoteo agudo sumado a hemorroides severa con pérdida de sangre por el culo”.  Todo, ABSOLUTAMENTE TODO, estaba mal.  La hija adolescente se reía nerviosamente mientras la madre, en un alarde digno de Nicole Kidman, lloraba y balbuceaba maldiciones diabólicas.  P trataba de “boludo” a un compañero que jamás perdió la compostura aunque estoy segura de que hubiera deseado asfixiarlo con la corbata.  Le dimos las llaves pero sin invitación ni mediar saludo alguno, insólitamente lo tenía atornillado en una silla frente a mi escritorio.  Como no pudo con su vida, luego de vomitarme un monólogo de cuarenta minutos (parado porque en la silla duró veinte segundos), chivando como un esquimal en el desierto de Gobi me repitió hasta el cansancio el motivo de su injustificada paranoia:

-          Quiero que me lo polaricen- P
-          Es una cortesía de la casa, en este caso no le fue concedida-
-          Quiero un detalle de lo que pagué-P
-          Se lo están entregando en la factura-
-          Quiero que me digan porqué no me dijeron que tenía que transferir desde mi cuenta a la cuenta de la fábrica del auto-P
-          Si no lo sabe usted, que es Contador Público Nacional…imáginese…
-          Mirá, viste que me hicieron las cédulas igual-P a mi compañerita que amablemente le sonrió como lo hacen los transeúntes a los pacientes del Borda
-          Quiero que el Gerente me llame-P
-          Le digo-
-          No, mejor que me escriba una carta-P
-          Le voy a decir (si, ya sabemos que lo tuyo es la palabra escrita, pensé con sorna)
-          Quiero su compromiso-P
-          Quiero que te vayas, tu cabeza en una fuente con una manzana en la boca y tu auto para disfrutarlo yo ya que vos no tenés capacidad de goce (esto último no lo dije, lo balbucee para mis entrañas).

P se fue tan exacerbado que dudo que haya llegado a destino con el auto entero.  La presión en 22, por lo bajo; una esposa con ataque de “genitales afligidos” y una hija avergonzada arriba de una camioneta del valor de media casa.  Unas horas después me subí a mi económico autito, sintonicé la radio y volví cantando a casa.  Me acordé de P y le tuve mucha, pero muchísima lástima.


Un videíto dedicado a P