Ocho capítulos épicos de la miniserie a la que algunos lectores de la saga "Outlander" no le tuvimos fé
El día soñado, que parecía tan lejano cuando se anunció la
premiere de “Outlander” llegó para revolucionar una vez más el granero de
nuestro adorado escocés, uno de los dos héroes de la saga que nos tiene locas a más de la mitad de las féminas de este planeta (desconocemos a la fecha si
en Marte ya se mandaron a imprimir ejemplares pero no sería nada raro).
En el año 1991 una escritora soberbia con un talento genial
para darle vida a personajes de ficción en las cabezas de los lectores, parió
el primero de una saga de libros que giran en torno al Highlander James
Alexander Malcom MacKenzie Fraser (Jamie para los íntimos). Desde que leí el primero, y como le pasó a la
mayoría de la gente, comencé a escuchar rumores de películas y series. Todos nos subimos a esa moto realizando castings virtuales en cada foro del que participamos sobre los libros o de determinados actores que
según la mayoría, eran un número puesto a la hora de interpretar a nuestro
objeto de veneración. Se multiplicaron
en progresión geométrica los videos subidos a youtube por fans, ambientados en
paisajes escoceses, música celta y fragmentos pequeños de películas de época
donde el actor elegido nos hacía soñar con ver alguna vez en movimiento a Jamie
Fraser. No es que no lo pudiéramos hacer
en nuestras cabezas, de hecho la Gabaldon se encargó de proporcionar la
cantidad de datos suficientes como para crear uno de verdad en el cerebro del
lector de la misma manera que los japoneses te mandan la cantidad de
herramientas necesarias para armar cualquier cosa que te vendan desarmada.
Así es como muchas detractoras de llevar a este monstruo a
la pantalla, entre las que me incluyo, nos negamos de plano a destruir con una imagen
concebida por un intérprete-intermediario de la autora, al muñeco pelirrojo que
habíamos sabido fabricar a fuerza de lectura y re-lectura en nuestras locas
cabecitas. Para quienes comenzamos
leyendo estos libros hace una década, meterse con la Biblia Highlanderiana era
prácticamente una blasfemia. La pantalla
chica nos parecía poco, la grande no alcanzaba a cubrir ni la mitad del primer
libro y si Hollywood metía la mano como suele hacerlo, Jamie hubiera sido un
cocinero ruso trabajando en el metro neoyorkino y Claire su amante dominatrix
caza vampiros. Todos sabemos cómo
funciona el teléfono descompuesto: yo te digo blanco tiza, vos le decís blanco
leche, el otro dice que le dijiste blanco marfil…y el último dice beige tirando
a marrón. ¿Cómo poder traducir esta
formidable saga a la pantalla sin arruinarlo todo? Y con los de marketing pisando los talones, cambiando cada detalle para hacer rendir mejor la inversión. Mejor, dejarlo librado a la imaginación…siempre
fue mi idea.
Odio admitirlo, me equivoqué de cabo a rabo. Cuando apareció la primera foto de Sam
Heughan, actor encargado de darle vida al pelirrojo, casi vomito sobre el
teclado de mi notebook. No es que el
chico fuera feo, simplemente no era Jamie. Cabello castaño oscuro, pálido, blandengue, flacucho, lampiño, desgarbado y demasiado joven
para las que ya teníamos en mente al Jamie de los últimos dos libros. Si empezamos así…que nos queda para el resto,
pensé estúpidamente porque se ve que hay gente que sabe lo que hace o bien le
tiene terror a la horda enferma de fans de los libros. Ya sea por terror, talento o ambición; el
chico Sam apareció en el primer poster que anunciaba los primeros días de
rodaje. Ya con los pelos despeinados,
rojos y más largos (en la foto del casting estaba peinado a la lengüetazo de
vaca), una kilt y la típica camisita jacobita era otro cantar. De todas formas, aún me faltaba mucho para
confiar en que algo bueno podía salir de todo eso. Entonces aparecieron las fotos de Claire, una
modelo flaca, linda y moderna que no encajaba para nada con esa mujer llena y de
una belleza promedio que describe Diana en sus libros. Imaginé que me sucedería lo mismo que con Sam
cuando salieran las primeras fotos del rodaje.
Otra decepción fue Frank/Jack Randall.
Tobías es un actor que me encantó en la serie “Roma”, y con esa cara de
angelito me fue imposible visualizarlo haciendo las atrocidades que Jack hace
en el libro. Los únicos que me entraron
de entrada, valga la redundancia, fueron Colum y Dougal. No puedo explicar el motivo pero ellos dieron en el clavo desde la primera foto.
Luego de una larga espera, de ver avances, fotos del rodaje
y entrevistas; decidí darle una oportunidad a esta serie que podía cargarse
para siempre con mis fantasías literarias.
Todo pintaba cuidado y bien hecho, pero el resultado final podía ser
caótico. Eso hasta que leí que la esposa
del encargado de llevar la saga a la pantalla era fan de los libros y había
jurado destriparlo vivo si la serie no estaba a la altura de las expectativas
de la horda enferma que la incluye.
El día tan esperado llegó y hubo reuniones (whisky escocés
en mano) alrededor del planeta, para ver el primer episodio. En mi caso particular nos reunimos en el
dormitorio del hermano de una amiga que hizo de su pared un cine y que nos
tiene una paciencia infinita a la hora de cedernos sus dominios para retozar
como vacas locas sobre su cama/sillones llorando a moco tendido o gritando como
locas “Tulach Ard”. Así fue como luego
de un delicioso “cranachan” (postre escocés elaborado por mis amigas para la
ocasión), nos sentamos abrazaditas a deleitarnos o decepcionarnos juntas en el
mismo barco.
Cuando escuché los primeros acordes de la música de apertura
y vi las imágenes majestuosas de los títulos empecé a llorar como si hubiera
parido un hijo. Esas imágenes son una
síntesis perfecta de lo que a uno se le viene a la mente cuando piensa en los
libros. Como bocadillos que anuncian un
gran banquete, las piedras de Craigh na Dun me hicieron llorar más que Meryl y
Clint en los Puentes de Madison (nivel 10).
Aspirando los mocos para no hacer papelones, me tragué las lágrimas con
la punta de la lengua y me quedé anonadada por todo lo que vi. No esperaba querer a Frank, en los libros
siempre le tuve bronca. Sin embargo no
me molestó cambiar de opinión, aunque luego me asaltaran las mismas dudas que
tiene Claire al verse enamorada hasta los huesos de Jamie y amando aún a su
primer esposo (o debería decir segundo, ya que el primer matrimonio data del
1743).
Cuando lo escuché decir “Sassenach” tuve que ir a buscar los
calzones al subsuelo. Casi me
desmayo. Ni hablar de escucharlos a
Dougal y al resto de la pandilla hablando en gaélico, lenguaje en el que mis
amigas y yo nos convertimos en expertas (recuerdo haber escuchado archivos de
audio con oraciones enteras que repetíamos hasta el cansancio para aprender). El señorito en cuestión, antes blandengue y
desgarbado; ahora se había convertido en una torre de carne torneada, unos ojos
azules con la mirada felina que tantas veces describe la autora y la juventud rozagante del
Jamie del primer libro. Sam era Jamie.
Con Claire tuve una epifanía, siempre creí que me iba a
costar aceptarla porque físicamente no es tal cual la descripción de la
autora. Sin embargo Caitriona Balfe “Caits”
para los íntimos, me robó el poco escepticismo que me quedaba. Nunca pensé que una modelo de Victoria Secret
podía interpretar a un personaje tan lleno de matices y tan intenso. Me equivoqué otra vez, por un prejuicio
estúpido creí que no la iba a querer y sin embargo me enamoré a los cinco minutos
de verla en pantalla. Sus modos, su
andar, su seguridad a la hora de enfrentar a los Mackenzie, su capacidad de
resolver problemas tales como apoyarse en una piedra en 1945 y aparecer en
paños menores, cinco segundos después, en el 1743; todo tiene que ser creíble y
esta actriz pasó con honores la prueba.
Caits es Claire.
El resto del elenco es perfecto. Murtagh, Fitzgibbons, Angus…todos son roñosos,
peligrosos y de buen corazón como los imaginamos. Capitulo aparte para Dougal (Graham Mc
Tavish) porque uno quiere convertirse en su maíz incrustándose de cabeza en la
pantalla con la esperanza de viajar en el tiempo y caer en bolas en sus brazos
(con la petaca de whisky para darle batalla al frío). Ver a Roger como un nene me dio una sensación
en el estómago inexplicable…como encontrar una filmación casera vieja de algún
integrante de la familia que uno desconocía o se había olvidado que
existía. Muy fuerte, demasiado.
Capítulo aparte para las escenas de sexo, para quienes no lo
sepan, los libros están plagados de escenas de alto contenido erótico (bien escritas
y que no se utilizan como en otro tipo de bibliografía para atrapar al lector
ávido de sexo literario). Acá, cuando
Jamie y Claire se encuentran se prenden fuego los planetas, los libros, las
lectoras y la comida que las lectoras tienen en el horno. Debo decir que varios matrimonios han
sucumbido al embrujo de la literatura Gabaldoniana. Ya sea porque el marido se negó a usar una
kilt fuera del lecho matrimonial, o porque el asado se quemó, el arroz se pasó,
el guiso se pegó o simplemente porque el gordo que roncaba al lado de la
lectora no se parecía ni por asomo al Highlander que salía como el genio de la
lámpara toda vez que una abría el libro a hurtadillas en la cama leyendo hasta
las cinco de la mañana con una linterna en la boca. Siempre imaginé que esto les iba a costar ya
que la televisión tiene muchas restricciones para mostrar todo lo que una
quiere ver, que no es ni más ni menos que lo que está escrito. Debo decir que no dejaron nada librado al
azar ni a la imaginación. Se ha visto lo
necesario para satisfacer la demanda hormonal del club de fans de la pareja y
cada cual se llevó a casa lo necesario para poner la escena del lecho nupcial
en un loop interminable y en slow motion que la deje a una en un penoso estado
de catatonia (babeando y balbuceando en un gaélico alcoholizado digno de un bar
de Inverness a las dos de la madrugada).
Para redondear la idea, y porque me tengo que ir a leer el
séptimo antes de comprar el octavo libro que aún no consigo en mi país (lista
de espera); la serie pasó con honores la prueba de una fan acérrima que tiene
en su haber unas seis lecturas por libro (del primero al sexto) y que se sabe
como tantas fans diálogos enteros de memoria.
Ojalá puedan continuar filmando toda la saga, la pregunta ahora será
cómo harán para envejecer a nuestros amados personajes; seguirán con los mismos
actores o los reemplazarán por otros?
Tenemos seis largos meses de espera hasta los últimos ocho capítulos de
la primer temporada. Tiempo de sobra
para pensar y leer y releer hasta que se nos caigan los ojos de las órbitas.
Como siempre, gracias Diana Gabaldon por tantos matrimonios
destuídos, tantos noviazgos destrozados y por poner la vara tan alta que ningún
hombre de la vida real le llegue ni a los talones a JAMMF!.