domingo, 20 de septiembre de 2015

LOS SIETE MISTERIOS DE LA VIDA



Esas preguntas para las cuales no existe una respuesta concreta

EL MISTERIO DEL CAJERO DEL BANCO

Uno de los misterios más misteriosos de la vida moderna es qué hace la gente en los cajeros automáticos.  Sexagenarias que son capaces de saltar la banca en los tragamonedas del Casino se convierten en esculturas de mármol delante del display de un cajero.  Son capaces de estar más de treinta minutos pasando la tarjeta, cancelando operaciones, revoleando papelitos escupidos por una máquina, que si fuera inteligente, sacaría un puño por el buzón y las knockearía de una trompada en el medio de la cara.  No solamente mujeres grandes, hombres jóvenes tienen serios problemas de coordinación al enfrentarse al monstruo metálico que los hace transpirar como beduinos por un par de mugrosos billetes para comprar preservativos y la entrada al boliche un sábado a la noche.  Uno podría pensar que es culpa del Banco, muchas veces los cajeros se ríen en tu cara flasheando un cartelito "fuera de servicio" o "este cajero no cuenta con dinero"; pero yo me refiero a la maquinita que anda perfectamente y la adicción que tiene alguna gente por instalarse a matar el tiempo jugando con las teclas.  Gente que lleva a los chicos y los deja apretar el enter o meter la tarjeta (invariablemente al revés).  Mujeres que dejan que su indiada se divierta en las máquinas mientras intentan consultar su saldo sin éxito.  Hombres que le demandan al mamotreto metálico dos millones de operaciones yendo de atrás para adelante, imprimiendo ciento cincuenta tickets y encaprichándose en depositar el mismo billete malogrado que el buzón rechazó una docena de veces.  Misterio.  Verán en el aparato a un confesionario moderno?

EL MISTERIO DE LA MEDIA VIUDA

Comprás pares de medias y generalmente las conocés muy bien porque elegiste la de los girasoles amarillos sobre fondo verde loro o la de las estrellas fucsia sobre fondo turquesa.  Queda claro que a todos nos gusta derrapar en aquellos lugares que quedan resguardados del escarnio público.  Las medias y la ropa interior son un capítulo aparte.  Volviendo a las medias, sabemos que tenemos unos diez o quince pares en buen estado y otro tanto con agujeros incomodísimos que nos resistimos a tirar porque fueron nuestras favoritas durante largos períodos del invierno.  
El misterio consiste en que algunas de ellas quedan viudas inexplicablemente y nunca pero nunca jamás su par vuelve a aparecer ni dentro del canasto de ropa sucia, ni en los cajones de su auténtico dueño ni traspapelada en los de los otros miembros de la familia, ni  siquiera en el fondo del lavarropas (mojada y temblando de miedo).  No la tiene el perro en el jardín porque la arrancó del tender, ni la vecina porque salió volando de la soga en la última sudestada.  Así como las naves que desaparecen en el triángulo de las Bermudas, existe el triángulo de las Medias...un lugar sórdido y siniestro donde van a parar cientos y cientos de medias caídas en cumplimiento del deber.

EL MISTERIO DE LA BIROME

En todas las casas existe un arsenal importante de biromes que se agencian a lo largo de los días ya sea compradas en la librería o como regalo publicidad de hoteles, bares, bancos, compañías de seguros y afines.  Se podría decir que en una casa promedio existen unas ocho biromes por cabeza.  Se podría afirmar que en esa casa alguien escribe algo todos los días.  Se podría asegurar, entonces, que existe por lo menos una birome que está a tiro en el mismo lugar de siempre, en perfectas condiciones de uso.  Sin embargo, cuando alguien necesita anotar un teléfono, un código de acceso a la venta de asientos de cine, el nombre de un medicamento, la dirección de una reunión social, el número de registro de la denuncia de falta de suministro de energía eléctrica o la cantidad de ingredientes que tu amiga le pone a la tortilla que estás por hacer...la puta birome brilla por su ausencia.  Todos los integrantes de la casa serán convocados a una Corte Marcial al pie del lugar donde viven las biromes (en mi casa es en el cajón de los cubiertos finos) a fin de confesar el crimen y reponer un dispositivo de similares características.  El misterio consiste en que son todos inocentes, el culpable jamás será encontrado, el perro será injustamente castigado y, lo que es más misterioso aún, no existe ni una sola herramienta para escribir en toda la casa.

EL MISTERIO ANCESTRAL DEL FUEGO

Miles de años tuvieron que pasar y sin embargo hacer fuego sigue siendo un dolor de cabeza en una casa común y corriente.  Dispuestas a cocinar, delantal colgando del cuello y sonrisa plástica clavada en la caripela, nos disponemos a prender el horno para introducir el producto de una hora y media de laburo paradas frente a la mesada de la cocina.  Palpando los anaqueles de la cocina en busca de los benditos fósforos, ya que la mayoría los seguimos poniendo fuera del alcance de los niños aunque los niños ya nos sacan dos cabezas y muchas veces son quienes nos alcanzan los utensillos de cocina de los estantes más altos, verificamos con terror que la cajita desapareció.  Rebobinando los últimos episodios vividos, recordamos que nuestros maridos hicieron un asado (la cajita fué vista por última vez con vida en la parrilla); corremos esquivando mascotas y plantas para cerciorarnos con horror que la cajita ha sido capturada como rehén por una banda de talibanes.  Ahí comienza una búsqueda implacable que dará como resultado un misterio absoluto: no sólo no está, tampoco está el cadáver en la basura.  Quizás aparezca días después, mal guardada en algún cajón por alguna visita que, con intenciones de ayudar, nos complicó la vida.  
Pero ahí no termina el misterio del fuego, lo más probable es que se te vaya el sueldo en fósforos que nunca encienden.  El promedio es 1 de cada 5 y la llama no dura el viaje desde la caja hasta la hornalla con lo cual vas a encontrarte agachada con la caja a dos centímetros de la hornalla y de la cara para tener por lo menos una encendida (el resto será encendido con el típico cubanito de papel made in casa).  Si creíste que te salvabas comprando el famoso chispero te voy a aguar la fiesta.  Yo lo hice.  El puto artefacto genera chispa cuando se le canta el culo.  Eso te llevará de una a la piedra y la ramita...de ahí a la pinturas rupestres y el taparrabos estás a solo dos cajitas de fósforos de distancia.

EL MISTERIO DE LA FILA DE SUPERMERCADO

No es un error de percepción ni de cálculo.  No está científicamente comprobado, por eso es un misterio cuya naturaleza retorcida y pérfida no podrá ser desentrañada hasta el fin de nuestros días. Cualquiera sea la fila que elijas para pagar tu compra, esa será la que te haga echar raíces en el piso hasta que te quemen las plantas de los pies, se te contracturen las cervicales, el nervio ciático te haga ver estrellitas multicolor y la vejiga comience a gotear como la canilla del baño que no te deja dormir todas las noches.  Pueden suceder múltiples acontecimientos.  Entre los más comunes son los pavotes que se olvidaron de pesar las bananas (y que vas a desear ahorcar con tus propias manos); los que quieren pagar con tickets, dos tarjetas distintas y un poquito de efectivo; los que quieren consultar los puntos en premios; los que quieren canjear vouchers; los que se pasan con la compra y entran a sacar los caramelos y los postrecitos hasta llegar al importe que pueden pagar; la cajera novata que llama veinte veces a la jefa porque no le entran los códigos; el lector de códigos que no reconoce ni la mitad de la compra obligando a la cajera a tipear ciento cincuenta mil números; el papel que se traba o acaba justo cuando te toca a vos; el control de caja o cambio de turno de la cajera que también te toca a vos y la minita que sigue comprando con una parte de la mercadería sobre la cinta transportadora. Es implacable, hagas lo que hagas vas a tardar el doble que el tipo de remera naranja que tiene un carrito cargado con el triple de cosas que vos tenés y tiene delante cinco personas más que vos.  

EL MISTERIO DEL JUGO, LA SAL, EL PAPEL HIGIÉNICO, LA MILANESA FRÍA Y EL JABÓN DE TOCADOR

Cosas que desaparecen como la media viuda.  Otra vez nos encontramos ante un misterio complejo. Lo más escuchado en los careos familiares, ante el cuerpo del delito siempre es "yo no fui".   Como jamás encontrás el culpable, esto califica seriamente como misterio.  Para pararte los pelos de la nuca, se encuentra el plato vacío en la heladera donde dos minutos antes supo existir una milanesa de la noche anterior que te ibas a clavar como almuerzo.  Olvidate, los aliens la abdujeron para estudiar los componentes y clonarla en Marte.  El plato no fué de su interés, lo dejaron intacto en el primer estante de la heladera.  
El papel higiénico debe tener alguna criatura del reino de los insectos que devora papel en cantidades industriales.  Igualmente llama la atención su falta de interés por el rollo de cartón, que dejan intancto en el portarrollo.  
La sal es escurridiza por naturaleza, si los saleros de las casas no están perforados en su base; no se explica porqué desaparece sin explicación alguna.  Personalmente, vivo llenando los tarritos y a la hora de salar un plato tengo que recurrir al paquete de medio kilo porque los saleros están siempre vacíos.
El jugo es presa de un misterio similar. Estoy considerando seriamente instalar una cámara oculta para desentrañar este puzzle doméstico que me tiene sin dormir.  Compro veinte sobres de jugo en polvo y preparo dos jarras de litro y medio todos los días de mi vida.  Sin embargo, y esto es más misterioso aún, cuando recurro a la heladera con la sed de un camello que pasó cuarenta días en el desierto no solamente no encuentro jugo.  No encuentro jugo, ni polvo, ni agua fría.
El jabón es algo que preocupa porque se desvanece delante de nuestras narices.  Los integrantes de la familia suelen llevarlos a pasear de la pileta del tocador a la bañera y de ahí al bidet.  Es sabido que la pastilla que se ha empequeñecido lo suficiente como para perder su voluminosidad y juventud, termina condenada a lavar culos.  ¿Pero qué le pasa a la jóven y novísima pastilla que pusiste en la bañera esta mañana?  No se sabe.  Lo único que se sabe es que terminarás bajo la lluvia enjabonándote las partes con carísimo shampoo con keratina puteando contra toda la raza humana en su conjunto.

EL MISTERIO DE LA PICAZÓN

Esto carece de explicación lógica, deberían poner gente a estudiar este fenómeno ridículo que hace que te pique la naríz cuando estás lavando los platos, te pique el culo cuando tenés las uñas recién pintadas, te pique el ojo cuando estás llevando una bandeja con veinte platos y vasos o te pique la espalda cuando te están lavando el pelo en la peluquería impidiendo que te puedas contorsionar contra algún objeto contundente o clavarte la birome o un tenedor en medio de los omóplatos.
Suele suceder con la misma frecuencia, sufrir de picazones tremendas en los pechos o los genitales en la vía pública, transporte público, estadios, teatros, convenciones y reuniones sociales donde el baño invariablemente suele estar hasta la manija de gente. Misteriosamente.