domingo, 26 de abril de 2009

POLÍTICOS ARGENTOS



Dios nos libre de ellos y los recoja en su santa gloria.

Horas de televisión, noticieros y programas políticos me han impregnado de un fastidio (por no llamarlo repulsión) por esta casta pedorra de sinvergüenzas que insisten en pensar que uno es un boludo manejable que cree ciegamente en las pelotudeces que repiten una y otra vez cual disco rayado.
Cuando uno se sienta a ver los típicos programas que sacan a relucir las peores miserias pelando entrevistas y notas de archivo, la estafa causa estupor y desencanto en quienes hemos sido engañados una vez más por un personaje nuevo que prometía ser diferente al anterior. El tema es que son todos iguales. Llegan al poder y adquieren las mañas, el discurso magnánimo y los gestos robados a algún estadista que supo tener su momento de gloria en las urnas. A preguntas concretas responden con palabras abstractas en un monólogo sin sentido que no resuelve nada pero habla bien de la capacidad del orador para confundir a un ciudadano desprevenido. Se rasgan las vestiduras asegurando que cumplirán con el mandato hasta el último día y claudican dos años antes del final para dedicarse a la persecución de un nuevo cargo.
Sencillamente se cagan en la gente, les importa tres bledos solucionar los problemas del pueblo, el único problema que quieren solucionar es asegurarse un nuevo y mejor puesto con mayor poder y estratégicamente más cerca de la lata donde han de meter la mano para llenarse los bolsillos con los impuestos del pobre boludo que sale todos los días a trabajar y no llega a fin de mes. El fin justifica los medios, entonces se utiliza la buena imagen de una militante en silla de ruedas que proclama a los cuatro vientos su transparencia renunciando para dedicarse de lleno a una nueva campaña y que si gana, ocupará el cargo (no como otros que se presentan sabiendo que si ganan no lo harán). Como si esto estuviera bien, estará mejor en comparación con lo que hacen otros miserables, pero de ético y moral no tiene un ápice. En entrevistas de meses anteriores a la renuncia, con gesto adusto y cara de prócer del virreinato (o debería decir póker de casino clandestino) estos personajes prometen que jamás claudicarán al cargo que ostentan gracias a los incautos votantes que supieron ponerlos donde están. Y uno les cree. Les cree porque creerles es más higiénico que pensar que una señora con cara seria, postrada y que ha pasado las de Caín no es capaz de incurrir en semejante mendacidad. Pero son capaces. Son capaces porque el poder deber ser algo parecido a una droga que te seduce, te pone allá arriba y no te deja escapar. Algo pasa allá arriba, que hasta el más noble se convierte en una rata de albañal capaz de jurar con los dedos cruzados sobre el cadáver de su propia cría.
Mienten, engañan, se asocian con determinada ideología y a los ocho meses están frotándose los genitales con el partido opositor, por una banca, una dieta más consistente, un chalet en Pinamar o un auto importado. Pero se ofenden si un notero los importuna con una pregunta válida, que cualquiera haría para entender cómo un socialista está metido en una lista sábana con un ex represor y veinte exponentes de la derecha más recalcitrante que podemos encontrar. Alianzas que nacen de la nada, partidos políticos creados en media hora con un rejunte de innombrables que uno no puede creer que todavía anden libres por la calle, cadáveres con vida, ex convictos, ladris, procesados…todos tienen cabida en un partido que será elegido por un pueblo sin memoria o con los huevos al plato.
Porque por más que uno se esfuerce es siempre lo mismo. Hay dos bandos, dos soretes con distinta forma pero el mismo olor a mierda; plagados de bacterias que se agarran al montículo esperando nutrirse de esa materia fecal que los impulsará hacia arriba. Y uno, el mismo perejil en el medio. Que se pone el despertador para llegar temprano con el documento debajo del brazo, a recorrer el cuarto oscuro mirando siempre los mismos nombres en las mismas boletas. Aglutinados en forma diferente, quizás, pero desparramados en todas partes cosa que a uno no le quede otra que meter a alguno de ellos en el sobre que los ayudará a ocupar una banca en el Congreso. Después habrá que fumárselos cuatro años, llenándose la boca de palabras grandilocuentes mientras los pobres se mueren como moscas por culpa de un mosquito, las facturas de luz nos llevan el sueldo puesto, las rutas en el interior y las calles de la Capital están plagadas de gente que está hasta las bolas de que le metan la mano en el bolsillo y la seguimos pasando mal por culpa de los mismos cuarenta delincuentes de siempre.
Con el tiempo podrán cambiar las caras, pero la ideología bananera de político barato sigue siendo la misma. La gorda que acusa desde hace veinte años pero nunca hizo nada útil, la justicialista que libra la lucha contra la pobreza con una cartera Hermés colgando del brazo, el potentado que la tiene clarísima pero al menor altercado le echa la culpa al vecino y se encierra en su casa de Barrio Parque, el radical ilustre que está lleno de buenas ideas pero que llega al poder y no lo dejan, los gobernadores que cambian votos por una porción más de la coparticipación, los familiares impresentables de políticos famosos que llegan al poder por portación de apellido, los que truchean los índices y censuran los medios como si la gente fuera estúpida, los sindicalistas que anteponen sus propios intereses a los de los trabajadores, los demócratas que piden la pena de muerte, los marxistas que rompen las vidrieras de los laburantes, los que votan una ley para aumentar un impuesto pero jamás pagan uno y tienen todos sus bienes a nombre de testaferros, los que ostentan una banca y crean una comisión para cambiarle el nombre a una calle y no la vida a un grupo de gente que sufre, los que dedican más tiempo a hacer campaña que a tratar de cumplir lo que prometieron; son todos y cada uno una lacra, un virus, una broma, una vergüenza, un circo. Los odio. Los odio a todos. Por haberme defraudado. Por negarme la oportunidad de tener una vida mejor. Por obligarme a vivir con miedo. Por sufrir pensando en el futuro de mi hijo. Por hacerme creer que con mi voto podía hacer una diferencia.

Sepan que no les creo, no los admiro, no los pienso votar nunca más en mi vida y espero que paguen algún día por todos los pecados que cometieron en nombre del pueblo argentino.

¿Porqué mierrrrda no habré puesto la boleta de Homero Simpson el la última elección?


domingo, 12 de abril de 2009

LA FIACA



La inercia del "do nothing"

Llámese fiaca a ese estado de inacción total donde apretar un botón para cambiar el canal de la tele puede ser el equivalente a talar un álamo con un tramontina de esos para pelar la fruta. La fiaca es la falta grotesca de energía, la ausencia pasmosa de la voluntad, la supresión monumental de todo tipo de deseo con excepción del deseo de estar desparramado y despatarrado en forma horizontal con los párpados levemente entornados y la capacidad de desplazamiento de una babosa.


La fiaca aqueja a hombres, mujeres y niños por igual y no siempre se asocia al cansancio o a la falta de sueño. Es simplemente un estado (estado de bacteria procariota inerte) que pugna por mover un dedo…sin éxito. Es un click del organismo, una pausa del cerebro que nos empuja (para abajo) y nos impulsa a detenernos, a poner freno a las actividades y a dejarnos en estado de abandono acunados por el sube y baja de nuestros propios fuelles (única actividad que no se detiene porque es involuntaria manteniéndonos calentitos y con vida).


La mejor y más conocida manera de hacer fiaca es arrojarse en un sillón, haciendo patito hasta derrapar estratégicamente en frente de la tele.

Generalmente un brazo cae desganado por encima de la cabeza y el otro (una vez elegido el canal que vamos a no mirar) se derramará casi sin pulso como un péndulo detenido, fuera del sillón. Ese brazo, que casi rozará el piso, será lamido sistemáticamente por la mascota de la casa, ya que contiene restos del sándwich o el cacho de fresco y batata que nos acabamos de clavar (no vaya a ser cosa que nos importune el clamor de un estómago vacío). Como la voluntad no dio para enjuagarse las manos, el perro se ocupará de higienizar las mismas a lengüetazos limpios, agregando una caricia extra que nos dejará al borde del orgasmo fiacozo.
Las piernas son otro gran problema a resolver, a la hora de dejarnos llevar por un intenso episodio de fiaca. Una descansará sobre el apoyabrazos del sofá, mientras que la otra se dejará caer sin culpa al piso donde le hará compañía al brazo, que continúa en poder de la mascota. Esa pierna quedará ahí hasta que encontremos la fuerza necesaria para subirla o hasta que los forenses encuentren el cadáver tres días después…todo depende de hasta donde pensemos darle rienda suelta a nuestra crisis de acción.
La cabeza descansará en un almohadón, reclinada levemente hacia el televisor y el control remoto vivirá sobre nuestro ombligo (cosa de estar disponible si la programación elegida es un bodriazo del quince). Nos aseguraremos de no tener nada que interfiera con los rayos emitidos por el control hacia la tele, barriendo de una patada todos los adornos y floreros de la mesa de café. Es indispensable contar también, con una provisión suficiente de bebidas que serán dispuestas a no menos de quince centímetros del alcance de la mano ya que el culo no deberá abandonar bajo ningún concepto el contacto con la base del sillón.


Los sistemas que comandan el organismo serán reducidos a su mínima expresión; rasgo que será evidente a cualquier espectador, por el brillo opaco de unas pupilas que apenas se dejarán ver por la rendija de dos párpados caídos y por la posición del apéndice lingual, que descansará agobiado en la base del maxilar inferior asomando la punta por la comisura de la boca más cercana al piso provocando un sutil hilo de baba que correrá libremente por el cachete del mismo lado, goteando suavemente sobre el vértice del almohadón en donde reposa el cráneo. Los pensamientos se sucederán en forma involuntaria y dependerán en gran medida del estado vegetativo del portador de la fiaca. A mayor profundidad del episodio fiacozo, menor será el contenido racional de los devaneos mentales del portador de la fiaca. La mente vagará de un videoclip inconexo a otro, de un jingle publicitario al himno nacional argentino y de la foto de la promoción estudiantil 1985 a la cara de un perro que se parece mucho al propio (y que probablemente sea el mismo, en carne y hueso, que ha pasado a lamer la cara en un vano intento por despertarnos).


La duración de estos arranques suele ser variable pero oscila normalmente entre las dos horas y los cinco días (aunque en este último caso no contaremos el episodio como uno solo ya que la persona se desplazó al baño por sus propios medios para desocupar la vejiga).


¿Cómo se combate la fiaca?. Lamento decirles que no existe antídoto ni vacuna ni remedio lo suficientemente efectivo. Remite con largos períodos de descanso, horas de sueño, una obligación ineludible, hambre o una taza de café fuerte. ¿Pero quié quiere combatir una patología tan inocua e inofensiva?. ¿Quién en su sano juicio se metería con una persona con fiaca que se regodea en su propia vagancia acunado en un colchón de migas, papeles de caramelos y media docena de controles remotos?. ¿Quién podría acusar de un crímen a alguien que se ha pasado las últimas cinco horas sin la iniciativa suficiente para hacer esos veinte pasos que lo separan de una comodísima cama?. Nadie. Porque quien haya padecido un episodio de fiaca jamás se metería con algo tan sagrado como la fiaca ajena.