lunes, 13 de octubre de 2008

Shopping de culto



Mis tribulaciones acerca de la fé

Educada en colegio católico, de monjas más precisamente, me obligaron a asistir a innumerables misas de sermones eternos donde mi única preocupación era tragarme las carcajadas ya que la seriedad de la situación sumada a mi retorcida mente siempre me jugaron sucias tretas. Me he pasado horas arrodillada mirando para abajo (y susurrando alguna payasada), viendo como el ruedo de la túnica de mis compañeras del banco de adelante se agitaba con las convulsiones de la risa reprimida. No es que no tuviéramos respeto, es que estaba prohibido reírse. Así que nos reíamos subversivamente, sin ruidos, sin gestos; pero nos reíamos al punto de tener que huír y escondernos detrás de un confesionario o argumentar una furibunda cistitis para rajar al baño.

Desde mi más tierna infancia relacioné lo religioso con el terror, el miedo y el castigo. Será porque las Iglesias me han parecido bastante tenebréficas, heladas en invierno (me acuerdo que las monjas no nos dejaban usar panty medias, así que se nos congelaba el trasero en contacto con la madera fría de los bancos), insoportables en verano a pesar de los gigantes ventiladores del año de la escarapela.
Los símbolos son igual de terroríficos, convengamos en que ver a un señor agonizar colgado de una cruz es algo tristísimo. Si a eso le sumamos imágenes de santos y mártires torturados con lágrimas en los ojos entornados hacia el cielo, el olor pesado de las flores semi marchitas, las velas que aportan su cuota sádica haciendo ruiditos extraños cuando el Padre menciona a Satán o simplemente proyectando sombras raras sobre las caras de estatuas; la sumatoria se convierte en una puesta en escena digna de peli de terror. El sutil y sinuoso movimiento de las llamas de los cirios también me ha molestado bastante ya que a mi entender se producía en el momento en que el cura mencionaba a los muertos o dedicaba la misa a quienes ya no están. Nunca pude atribuirlo a la súbita correntada de aire producida por la apertura de uno de los gigantescos portones habilitando la entrada de algún arrepentido de última hora o bien, la huída de un alma satisfecha de haber obtenido el rápido perdón de sus pecados.
Pero la duda era siempre la misma, qué me podía convencer a mí de que este Señor Todopoderoso me salvaría de todos los males cuando cientos de mártires mirando al Cielo mientras eran destripados vivos morían mirando para arriba con cara de lamento boliviano?
Los vitrales, el agua bendita que nunca quise tocar por miedo a que el vapor emanado de mis dedos delatara la suciedad de mi alma, los confesionarios con forma de bóveda de madera y el lánguido susurro de miles de vocecitas repitiendo la misma oración fueron un coctel del que quise escapar desde que asistí a la primera misa de la mano de mis padres (pero me puse peor después de ver “La Profecía”, debo admitirlo).

Tantos años de angelus, rosarios, cadenas de oración y sobreexposición a material litúrgico lograron el efecto contrario. Apenas puse un pie fuera del Colegio no quise saber nada con Iglesias, Biblias, Crucifijos, Rosarios y demás íconos de la fé católica. Eso hasta que ví “El Exorcista” y dormí tres días seguidos tapada hasta la cabeza abrazada a un crucifijo de bronce grande como una llave cruz, que me regaló un amigo. Pasado el miedo, seguí pancha por la vida esquivando los vía crucis y las misas de Pascuas (no así los huevos de chocolate que siempre me han parecido lo mejor del festejo).
Como cualquier mortal, la duda me acecha y, aunque me hago la desinteresada la idea de que hay alguien que me mira desde arriba me pone de la nuca. Me jode que me espíen, no puedo ser del todo mala, no puedo esconder mis más oscuros deseos y encima le debo explicaciones. ¿Quién se cree que es?. ¿El FBI?. ¿La DEA?. ¿Me implantaron un navegador satelital cuando salí del útero, cosa de poder controlarme de cerca?. ¿Se parece Dios al personaje de la peli de Sharon Stone, que espía a todos los integrantes de un edificio desde una pared de monitores y camaritas estratégicamente instaladas en dormitorios y baños (que es donde normalmente uno da rienda suelta a su espíritu y le da franco a la conciencia)?. ¿Si me quiere, porqué no me deja ser feliz e independiente?. ¿Porqué tengo que aguantarme hasta el matrimonio si el cuerpo es el templo de Dios y están todos invitados, no lo digo yo…lo dijo El, más bien el cura en nombre de El?. ¿Si los chicos son bienvenidos al Reino del Señor, porqué al Padre se le salta la térmica cuando un concierto de púberes deambula azotando las puertas de los confesionarios y gritando en medio de la Consagración? (ojo, lo entiendo, yo les pondría un cable a 220 V en todos los picaportes). ¿Porqué debo creer sin ver?. ¿No podría mandarme una señal para convencerme?. Ojo, que la señal no venga en forma de trueno porque me cago del susto. Y la gran pregunta que sintetiza todo ¿si El existe y todo lo puede y es tan misericordioso, porqué permite las desagradables cosas que pasan en el mundo?. ¿Libre albedrío?. Nunca me gustó esa explicación. Me jode. Así que como me jodía y aún hoy me jode, me fui a buscar una fé que colmara todas mis expectativas.

Como Woody Allen en “Hannah y sus hermanas”, salí de Shopping de culto. Tuve períodos en los que elegí creer en alguna Vírgen milagrosa, un Santo con propiedades curativas, y hasta un poster de Los Beatles donde John Lennon era la versión encarnizada y moderna del Hijo de Dios.
Eso sí, desinteresada como pocas, cada vez que hubo que pedir acudí a lo único conocido. Volví, hice tripas corazón, me arrodillé y pedí como si el Tipo no supiera que había baches de cinco o seis años en nuestra relación. Pero rara vez volví a agradecer. ¿Será por eso que cada vez se pone más arisco a la hora de dar?. ¿Entonces no es tan benevolente ni siempre perdona, más bien anota y es resentido?. Me volví a enojar, como no podía ser de otra manera. Y volví a la búsqueda de algo que me explicara lo inexplicable. Y me hiciera ganar la Lotería.
Entonces vi “Mattrix”, quedé fascinada con la idea del Arquitecto. Un tipo que maneja por computadora la vida de todos nosotros. Nos pone en este programa, o en aquel y nos maneja como piezas de ajedrez. Justo lo que necesitaba. Ahora podía echarle la culpa tranquila a un programador que no es tan benevolente ni lleno de Gracia. Y el bonustrack fue el sentir alivio al pensar que no tengo que hacerme cargo de nada, no soy responsable de mis actos. La culpa la tiene el Arquitecto, quéjese al Departamento de Sistemas. Yo no tuve nada que ver.
Sin estar cien por ciento conforme con esta explicación, me cae a las manos un artículo de un diario con un reportaje a un filósofo francés que escribió pilas de libros sobre el agnosticismo. Apenas puse un pie en mi casa me pirateé todos sus libros. Onfray me dijo todo lo que necesitaba escuchar. Se sintetiza en “pasala bien aquí y ahora”. Nada puede ser mejor. Entonces me dediqué a comer y a tomar como un barrabrava. Busqué la rápida satisfacción de mis más bajos instintos (que pocas veces encontré porque mi partenaire de ese entonces se unió a una extraña secta que fomenta el amor fuera de casa) y entregué mi alma a la nada. Total, después hay eso: NADA.
Bombardeada por amigos, de powerpoints amorosos que invitan a rezar con música de Bach e imágenes de alto impacto cristiano; me regocijé anulándolos uno a uno apretando la tecla “suprimir” con el dedo de fuck you. Me acordaba con una risa tonta en la cara, las veces en que en los retiros espirituales desperté a todas mis compañeras disfrazada de Drácula o tiraba petardos molestando a todos los participantes del evento. Me burlé de mi vieja todos los domingos durante dos décadas, por su perseverancia a la hora de asistir a un ritual arcaico y demodé en lugar de quedarse tomando sol o un cafecito. Critiqué a los que hacen filas kilométricas para ver a la Desatanudos o pedirle a San Cayetano trabajo.
Pero cada noche, antes de apagar la luz del velador, la duda. Oprobiosa. Odiosa. Insistente, como la gota de una canilla que necesita urgente recambio de cuerito. ¿Y si el Tipo te está esperando del otro lado?. ¿Sabés la paliza que te va a dar?. ¿Tenés ganas de pedir?. ¿A quién?. Si elegiste creer que no hay nadie, peazo de papafrita.

Entonces llegó el día en que mi hijo me pidió que lo acompañe a la Capilla del Pueblo. Porque tiene que levantar la nota de Teología y la manera más fácil es asistiendo a Misa. Así que fui. Lo ví prestar atención y me quedé helada. Yo, que lo había bautizado solo para conformar a las abuelas, estaba sentadita ahí expectante (en realidad esperando que el rayo me parta castigándome por los veinte años de ausencia).
Ningún rayo me partió. A decir verdad me divertí con el sermón de un cura progre y salí misteriosamente aliviada. Esta vez no pedí. Agradecí. Agradecí lo que tengo, que no es poco. Y tuve que tragarme con hidalguía, las sutiles caritas de mi vieja que con un gesto digno del fair play más absoluto se aguantó las ganas de decirme “TE LO DIJE”.

Amén. O amen lo menos posible. (Les Luthiers dixit)


2 comentarios:

Unknown dijo...

no fui a colegio católico, pero vengo de una flia católica. me han bautizado, he ido a misa todos los domingos por años, me han hecho hacer la primera comunión, pero salí pitando de la primera reunión de confirmación y nunca volví.

no sé... creo que hay algo. pero no sé bien qué. si es alguien o algo. también creo que son siglos de cultura y educación que nos vienen pre impresa en nuestras mentes. eso de frenarse de hacer algo porque "Dios me está mirando", es una forma de controlar que la gente no haga cosas. son formas de represión.

se puede decir que soy católica por educación y pertenezco a la irreligión por elección (Irreligión: es el hecho de no practicar o seguir una religión. Esto no implica necesariamente que el irreligioso no crea en un Dios o dioses: en muchas ocasiones se trata de un teísta no practicante en lugar de un ateo o agnóstico).

lo que me parece, es que hay mucho descreimiento de los hombres de la religión (en misa, he visto a un cura robar de la bandeja de limosnas cuando pasaba por detrás del altar).

mucha gente encuentra (o se reencuentra con la religión) en momentos de crisis, y debo admitir que es mejor tener "algo" a qué recurir o sobre qué apoyarse.

para ser honesta: la religión es un tema que me vuelve loca. no critico a quién cree fervientemente. pero no me parece eso de ponerse de rodillas y rezar y pedir por algo. yo soy de la ideología de arremangarse y conseguir uno mismo lo que necesita.

podría escribir biblioratos acerca de este tema, pero blogspot me va a matar

Cele dijo...

Bautizada pero no pase de la primera reunion de catequesis.
Vi como las monjas trataban muy mal a unas chicas de su propio colegio y decidi no volver.
En casa son todos catolicos pero ninguno es practicante, no creen en "sus representantes en la tierra".
Yo? Me gusto el termino de la Irreligiosidad, respeto que cada uno tenga sus creencias, se que no todo se puede explicar cientificamente, pero no me gusta que me impongan nada.
Creo que el cielo y el infierno lo tenes dentro tuyo, y se lo conoce como "conciencia". Si te tortura, es porque hiciste algo mal y si no te dice nada, es que tan mal no la estas llevando.