viernes, 3 de octubre de 2008

MAA





Mamitas abnegadas argentinas

Pertenecen a este grupo, una casta de mujeres que se sienten más cerca de Dios desde que concibieron su primer retoño. Son la exacerbación de la mujer-esposa-madre en estado puro. Andan sueltas por los pasillos de las góndolas de los supermercados, pululan en los patios de los colegios y se pavonean en las plazas públicas y peloteros de comederos yanquis.
¿Cómo reconocer a una miembro acérrima del MAA?. Muy sencillo. Si reúne al menos tres de estas características estamos frente a un ejemplar de pura cepa, insoportable y merecedor de toda nuestra antipatía.

Look abandónico “estoy en segundo lugar, primero están ellos, el fruto de mi vientre”:

Estas mujeres tardan un año y medio en bajar los veinticinco kilitos que se pusieron encima empollando al espécimen que tanto adoran (que es exactamente el mismo tiempo que les lleva dejarse preñar otra vez). Portadoras de un generoso abdomen cuyo tejido adiposo ha cedido a las pataditas del primogénito, se dibujan en él estrías concéntricas alrededor de lo que alguna vez supo ser un ombligo…y ahora es el ojo atrofiado de Cuasimodo. El tema no es la barriga (que todas supimos conseguir), es la vestimenta que utilizan a la hora de salir a la calle, exhibiendo orgullosas las marcas del paso de la criaturita enfundadas en calzas ciclistas color crema y topcito verde loro que jamás llega a cubrir el matambre que amenaza con escapar y convertirse en un cacho de persona con vida propia. Eternas usuarias de zapatillas en invierno y joggineta “baby-food-print”, estas madres dedican su vida a la crianza del ejemplar al que dieron vida sin reparar en las manchas de zapallo y vitina que arrastran por la vida en el buzo que hace dos semanas no se pega unas volteretas en el lavarropas. En verano, optarán por las cómodas ojotas, chancletas y/o pantuflas descoloridas regalo de la suegra que tanto las aprecia por haberles bendecido la vida con esos preciosos nietos. Eso y el vestido batón que las acompañó durante todo el embarazo. El maquillaje habitual de estas señoras es una eterna película de grasa y transpiración (mix de baba y vomitito de bebé con más los vapores del pucherito con el que hicieron la suculenta papilla del adoradísimo querubín).
No existe la sombra, ni el rubor, ni el labial, sólo un par de ojeras violáceas producto de noches en vela ya que el tesorito de mamá duerme desde el primer día en que llegó a casita, entre papi y mami (aún hoy que tiene quince años y el tamaño de un leñador canadiense). Estas mujeres no usan bijouterie que podría entorpecer sus diarias funciones, pero hay una alhaja a la que no pueden resistirse…el dijecito de oro con la formita del crío que las enorgullece y que cuelga de sus cogotes como el cencerro de la vaca.
El pelo merece un capítulo aparte. La que no se lo poda corte taza por practicidad e higiene, se lo anudará en un firme rodete que se irá desarmando conforme pasan las horas hasta convertirse en un nido de caranchos cuyas mechas rebeldes estarán finamente embadurnadas con restos de avena y miel.
Las tetas de estas mujeres, durante el período de lactancia del monstruito que han sabido conseguirse, es algo que me ha impresionado toda la vida. Tengo un hijo y un par generoso así que no debería espantarme, sin embargo; he tenido la escalofriante oportunidad de ver gomas a bordo de colectivos, actos escolares y reuniones de mujeres, que me han dejado estupefacta. La forma en que las dueñas de esos colosos de grasa chorreantes de leche, que desprejuiciadamente abren sus camisas en franca actitud de orgullo materno, tomando el seno (que tiene el tamaño de un gigantesco melón amarillo) para insertar el pezón (que tiene el tamaño de un plato de postre) en la boca del neonato siempre me ha parecido dantesco. No por el acto en sí, que es lo más natural del mundo; lo que me da pavor es la total falta de pudor de estas mujeres exhibicionistas de una actividad que, a mi entender, debería ser íntima y privada. Nadie les pide que se escondan en el baño, pero tampoco que se manden una disertación sobre política internacional con la tetaza en la mano mientras el crío escandalizado boquea tratando de agenciarse una gota de líquido nutritivo en las fauces desprovistas de dientes. Demás está decir, que cuando la criaturita se traslada por sus propios medios, habla en dos idiomas, putea, se manda medio bife de chorizo con papas fritas y luego se prende para el postre a la mama de la progenitora; el espectáculo me resulta francamete escalofriante.

El discurso “Soy a imagen y semejanza de la madre de Dios, ya que puedo concebir y parir…deberían beatificarme”.

Esta presunción es bastante común, sobretodo en primerizas que creen ser las únicas capaces de quedar encintas luego de una cópula insulsa (muchas veces en la mismísima Luna de Miel). Nacen y procrean con absurda compulsión como si escucharan algún mandato celestial que las obliga a abrir las piernas regordetas para habilitar el ingreso de espermatozoides y escupir lechoncitos de tres kilos setecientos cada año bisiesto. Lo que no se dan cuenta es que cualquier ser vivo es capaz de reproducirse con igual o mayor celeridad y no hace falta más que un núcleo con una pizca de ADN o la capacidad de una ameba procariota para efectuar la misma beatífica tarea. Con cuarenta y ocho horas de embarazo y el semen de sus parejas resbalando en la entrepierna, estas mamitas anuncian proféticamente, a los cuatro vientos, el advenimiento del heredero de la familia. Andan por la vida frotándose el útero con la mano y una sonrisa melosa pegada en la cara para que todos los que las rodean (y aguantan) se enteren que la dichosa señora está “en la dulce espera” (como si no hubieran recibido la cadena de mails de la cigüeña cincuenta y ocho veces colgándoles el sistema porque el jpg del pájaro pesa el equivalente en gigabytes al peso de su autora).
Para este tipo de cerebritos “Susanita”, la cantidad prima sobre la calidad y a mayor cantidad de hijos mayor es el pedazo de cielo obtenido. Es por esto, que la madre de siete cuya cadenita de dijecitos está más concurrida que vagón de subte en hora pico, se sentirá acreedora de la misericordia de sus semejantes porque ha decidido inmolar sus aspiraciones en pos de una carrera de madre abnegada. Ella, la que se dejó embarazar truncando sus sueños de abogada o de maestra, espera el aplauso familiar en medio de la mesa navideña mientras esquiva profiteroles rellenos de chocolate que su media docena de hijos lanza de una mesa a otra violentando la paciencia del Tío Antonio que ruega en voz baja, a la Vírgen Desatanudos, por la urgente sanción de la Ley de ligadura de trompas en la Cámara de Diputados.

Eternas adjudicatarias de inmunidad diplomática por maternidad

Una auténtica MAA, suele invocar su estado chapeando la incipiente barriguita para beneficiarse en todas las situaciones tanto familiares como laborales; haciendo uso y abuso de su condición para la obtención de todo tipo de dispensas, licencias y favores. Las señoras en cuestión, y quince días de embarazo, tendrán en jaque a todos sus compañeros invocando el vómito a flor de glotis cada vez que se les pida algo que no tienen ganas de hacer. No serán capaces de levantar una abrochadora del escritorio sin ayuda y siempre esquivarán situaciones incómodas con la amenaza de un aborto inminente. Es así que responderán al llamado de sus Jefes con cara de descompuestas argumentando dolores abdominales y pérdidas difícilmente verificables por parte de sus superiores. Se la pasarán de licencia en licencia, asistiendo a trabajar el tiempo necesario para poder presentar los certificados de enfermedad, volviéndose a ausentar con contracciones por tiempo indeterminado (aunque luego se encuentren con el Jefe de Recursos Humanos haciendo Shopping a dos manos en Unicenter). Jamás se les cruza por la cabeza la recarga laboral a la que son sometidos sus compañeros para compensar su ausencia, ellas están gestando, inmersas en un manto rosa de piedad que las libera de culpa y cargo.
Por lo general usan ropa holgada antes de hacerse el primer test de embarazo ya que eso les da derecho al asiento en el colectivo, no hacer fila en el banco y evitarse la caminata al despacho del Gerente toda vez que el mismo requiere una planilla. Se ofenden sobremanera si no se las deja pasar primeras al baño ya que la cabecita del bebé reposa sobre sus vejigas (aunque el bebé sea un blastocito de ocho células y tenga el tamaño de la cabeza de un alfiler). Torturarán a sus compañeros porque les afecta el humo, el perfume de la Secretaria del Director las descompone, el café está demasiado fuerte para el bebé y la napolitana que encargaron en el almuerzo la tuvo repitiendo el ajo toda la tarde. Se aprenderán de memoria los decretos y leyes que redactan sus derechos y harán uso de todo lo que esté a su alcance para trabajar lo menos posible y enganchar licencias con vacaciones, embarazándose inmediatamente después de haberse reincorporado por el nacimiento del hijo anterior (que dejarán al cuidado de madres y suegras para encanutarse el sueldo de la niñera).

Abran paso, aquí viene una MAA con un bebé precioso

Las abnegadas suelen autoconvencerse de que sus criaturitas son únicas y especiales. Se pavonean con estupendo fervor embistiendo a todo aquel que ose cruzarse por delante del cochecito Perego de última generación, con suspensión trasera independiente y dirección asistida. La gente debe adivinarlas porque ellas no cejarán en su arremetida; arrasando a su paso con perros, niños, abuelas y no videntes. Incrustarán la cabeza de sus bebés en las rótulas de la gente en los supermercados, clavarán el cochecito en los talones de la estupefacta señora que hace fila en la panadería y cruzarán la acera con el semáforo en verde pretendiendo que el mundo se detenga porque pasa el heredero.
Mostrarán las fotos del crío a compañeros de trabajo, porteros, odontólogos y ferreteros que ahogarán un bostezo mientras secretamente desean que las parta un rayo maldiciéndolas de por vida. Contarán una y otra vez la misma estúpida anécdota del bebé haciéndole pis en la cara al abuelo, en medio de un cambio de pañales y aburrirán a sus amigas solteras con los cuentos de la última visita al Pediatra quien sugirió la inclusión del kiwi en la dieta del crío para evitar la constipación (y del espléndido resultado que les dio hasta el extremo de poder contar las semillitas de la fruta en la mierdita santa del pañal).
Como sus bebés son únicos, los peloteros nunca están lo suficientemente limpios para albergarlos, el nene de la vecina no es digno de compartir el ascensor porque esos mocos verdes están infestados de microbios y la abuela es declarada persona non grata porque tiene dos líneas de fiebre. Aunque el pendejo esté al borde de su ingreso a la Primaria, la MAA lo levantará a upa y lo calzará en el hueso de la cadera para asegurarse un asiento en el subte o ahorrarse demoras cuando va a votar.

Yo que de esto se mucho, te puedo dar un consejito

Las MAA sufren del trastorno de “yosoydueñadelaverdadporquetuveunhijo”. Es por esto que se la pasan opinando con auto-decretada idoneidad sobre todos los temas de educación que se presenten tanto en la oficina como en las reuniones sociales y familiares. Son las primeras en levantar el dedito índice para destacar el comportamiento indebido de otros niños en fiestas escolares y acusar a otras madres más relajadas, de colgadas o irresponsables porque les permiten comer un pancho en un cumpleaños. Su vasta sabiduría proviene de los fascículos coleccionables de puericultura de la revista Glamour, su formidable madre que la supo criar como se debe pasándole la antorcha de la excelencia en maternidad y el Pediatra que la atiende a las tres de la mañana porque el bebé se tiró un pedito con olor sospechoso (como si la mierda tuviera matices más agradables y menos inofensivos al olfato).
Son las típicas madres que luego de haber visto desaparecer su pubis detrás de cinco queloides producto de cinco cesáreas consecutivas, creen que su papilla es más nutritiva y revisan con autoridad los potajes preparados por cuñadas y hermanas menores durante los asados familiares. Saben coser, saben cocinar, saben maniobras de resucitación y primeros auxilios, tienen todo planchadito, desinfectadito y en su lugar; pero la horda que proviene de sus entrañas se comporta como un ejército desmadrado de borrachos cocacoleros que rebotan contra las paredes y que poco a poco fueron aislando a sus progenitores de sus amistades (ya nadie los recibe ni siquiera en Pascuas).
Estas sórdidas mujercitas de traje sastre y anteojos culo de botella aseguran en las reuniones escolares que la televisión ha sido desterrada para siempre de sus hogares; pero sus hijos te relatan en el recreo la escena de sexo, con lujo de detalles, del culebrón de las once de la noche. Febriles defensoras de los derechos del niño y la solidaridad, estos engendros cruza "Mamá de la Tribu Brady" con "Caroline Ingalls"; acostumbran a invertir buena parte de sus días disfrazándose de sapos u hormigas participando altruistamente de la obrita escolar del Día del Niño que luego representarán ad honorem en todos los jardincitos municipales de la zona (para horror de los homenajeados que ya se tocan con la imagen de Jessica Cirio en sus celulares de última generación).

Por eso nena, si estás pensando seriamente en “llenarte la panza de huesos” como decía un mecánico amigo mío; pensá que lo que estás por hacer no es patrimonio exclusivo del género humano. Se embarazan las ballenas, las monas, las marmotas, las osas, las yeguas, las mulas, tu vecina, tu perra, las amebas y la portera. No estás haciendo más que responder al clamor ancestral de tus hormonas. Así que ocupate de disfrutar del evento porque lo que se te viene no te lo anticipa nadie, nadie te lo paga y no va a existir encíclica papal que te abra las puertas del cielo si metés la pata en tu gestión…gestación o como quieras llamarlo.
Ah, y los críos no tienen devolución!!!.

1 comentario:

Unknown dijo...

mejor explicado, imposible!!! muy bien ilustrado!!! JO! si conoceré varias de esas...
dos cosas que me ponen de la nuca:
1/ las que pelan teta en cualquier lado. si, ya sé. es lo más natural del mundo, el hermozo y la mar en coche! pero no da que pelen la teta en medio del 60 lleno hasta la manija!!!
2/ las que solo por que parieron, creen que les conectaron un cable en la nuca, onda "Matrix" y de golpe y porrazo, saben todo acerca de todo.