lunes, 10 de noviembre de 2008

Shakespeare era un genio



HOY VA DE ENVIDIOSOS, RESENTIDOS Y CELOSOS

Desde que uno pisa el arenero del Jardín de Infantes, inmediatamente cae en la cuenta de que existen seres para los que uno no es indiferente, muy por el contrario, uno ha desembarcado ahí lisa y llanamente para escupirles el asado. Los que son inmunes a estos sentimientos tan humanos y tan despreciables, suelen acercarse al nuevo alumnito con sano interés. Le preguntarán su nombre, a qué salita va y los más osados lo integraran rápidamente al trencito imaginario que están armando. Pero otro grupete se aglutinará en una esquina a sacar tomografías computadas de este nuevo elemento para informarse sobre la clase de novedosa amenaza que representa. Que si tiene una mochila super guau de Bob Esponja o si las zapatillas son lo más de lo más porque tienen luces o se ha ganado en menos de cinco minutos la simpatía de las maestras y un par de compañeritos de pre-escolar.
A medida que uno avanza en la escalinata educativa, comienza a convivir en diferentes ámbitos con gente de esta calaña. Proyectitos de Otelo, de Iago o Claudio el tío de Hamlet; futuros resentidos que no cejarán en su lucha de desparramar veneno cuando sienten que el otro tiene algo que a ellos les falta. En lugar de invertir su tiempo elucubrando marañas de estrategias para hacer caer al otro, lo ideal sería que gastaran sus neuronas tratando de adquirir eso que tanto ansían. Es así como se sientan a bajar de un hondazo a los triunfadores, depreciando todo lo que los otroa han conseguido con el fruto de sus esfuerzos. La proactividad no es una característica de estos personajes verdes, muy por el contrario, se sientan en sus hamacas paraguayas a denostar los logros del vecino que ha logrado cambiar el auto, construir una habitación nueva y encima le sobraron unos mangos para hacer un asado para cuarenta invitados. Si fulanito se compró el plasma, seguramente fue porque se quedó con un vuelto (no porque hizo horas extras o se rompió el culo durante todo el año o simplemente tiene más neuronas para los negocios). Aparte para qué lo quiere, si no le entra en el living o casi nunca está porque viaja todo el tiempo. Si menganita tiene cartera y zapatos nuevos lo más probable es que se esté comiendo a alguien que no es el marido, o bien es el marido que se los regaló en un arranque de culpa porque se está comiendo a la secretaria. Si ganó el torneo de tenis, seguramente es porque donó guita a los sponsors para asegurarse un lugar en los primeros puestos porque si hay algo que no tiene, es talento para el deporte. Si se va de viaje, es totalmente al pedo. ¿Para qué va a Nueva York por tercera vez si ya vio todo lo que había para ver?. Y Disney se lo sabe de memoria, mejor se queda en casa ocupándose de sus mascotas (las de carne y hueso que bien rompen las bolas), porque ratones Mickey de peluche ya compró como para exportar. Que se dedique a la familia, que bien abandonada la tiene el resto del año porque es un adicto al trabajo; eso no se arregla con un viajecito a Wonderland (ni eso ni su affaire con la vecinita del 10°”A”). Lo peor del caso es que estas percepciones no se quedan viviendo en el mundo de la suposición ni son filtradas por el tamiz del sentido común. Generalmente inician una cadena de rumores donde cada suposición se convierte en una verdad absoluta hasta que esa verdad entra en el oído de la víctima, como el veneno que Claudio desparrama en la oreja del papá de Hamlet.
Por eso Shakespeare era un genio. Nadie como él para delinear en papel las más crudas y básicas emociones humanas. Sus personajes especulan, aman, odian, celan, envidian, enloquecen, matan, lastiman, sufren, se decepcionan, traicionan, lloran como todos nosotros.
Hay personas que piensan que sus obras son una exageración, o simplemente posibles en la época en que el escritor vivió; sin embargo basta con leer un diario para darse cuenta de que sus personajes andan sueltos por todas partes. Otelos asesinando esposas se pueden contar de a uno por semana. Ofelias enloqueciendo, otro tanto (si no entren a una Peluquería femenina o a un gimnasio a las diez de la mañana y verán que es totalmente cierto). Desdémonas golpeadas, Yagos rosqueando en política, Casios entrampados en los laburos y Heros desdeñadas por un vil rumor.
Shakespeare se dedicó a mirar y escuchar, no cabe la menor duda. Y si uno hace hoy el mismo ejercicio caerá en la cuenta de que el mundo que nos rodea está plagado de personajes que están dispuestos a hacer las mismas cosas que los personajes de William; por un cacho de fama, dinero, amor o simplemente por pura envidia (de la mala).

De todas formas, no creo que debamos meter a todos los gatos en la misma bolsa. Hay categorías bien definidas.

EL ENVIDIOSO (visualizar un Yago o un Claudio)

Estos son los más peligrosos de todos. Su hábitat natural son las familias que les dieron vida, los hogares que los albergan y los trabajos que les dan de comer.
Son bichos que se revuelcan en su propia bilis si se enteran que su compañerito fue promovido, su hermano se ganó un Bingo o su cuñado cambió el auto por una 4x4 importada. No pueden alegrarse con los triunfos ajenos. No toleran ver, así que esquivan compromisos sociales donde saben que se codearán con el suegro millonario de la hermana o el Gerente de Marketing que se fue un mes a Europa (y lleva las putas fotos en el iphone…EL IPHONE!!!). Mejor es el calor del hogar que los abriga como un colchón de paja a los huevos del ofidio más mortífero; porque saben que si van al cumpleaños de la sobrina tendrán que ver con sus propios ojos el caserón del hermano, el auto del hermano, las fotos de los viajes del hermano, el DVD blue ray del hermano, la pileta climatizada del hermano, la súper tuneada cónyuge del hermano y el cuatriciclo del hermano (al pedo, ya no tiene edad para hacerse el boludo con ese chiche…a lo mejor si adelgazara unos quince kilos…pero ni ahí!). Hacen bien en elegir no ver, se preservan y le ahorran al titular de tanta algarabía la montaña de mala onda que recibirán (cuando no algo contundente y muy mundano como una carta documento por el juicio del departamentito de la finada abuela o un par de piñas en Navidad).
En el trabajo son capaces de cualquier cosa para escalar, desde desaparecer documentación ultra importante hasta llenarle la cabeza todos los días al Jefe con conjeturas y mentiras sutiles que irán enfermando el cerebro del susodicho logrando que despida a fulanita o cargue las tintas con menganito (que todavía no puede relacionar su despido con el bronceado adquirido la semanita anterior esquiando en Las Leñas).
Generalmente se mueven como Randall (el bicho de Monsters Inc.), zigzagueando por los pasillos sin hacer ruidito, escuchando y radiografiando todo. Tienen un oído tísico que les permite escuchar hasta los susurros de sus compañeros en el baño. Espían detrás de las puertas, a través de las persianas americanas o ponen cara de estar en otra cosa cuando realmente están enfrascados en la conversación del box de enfrente. Usan la data pero se toman su tiempo. La desarman y la vuelven a armar a su conveniencia. Tejen redes y esperan como las arañas, a que el incauto caiga y se seque, a sus pies. Generalmente se acercan a los puestos de poder con zapatillitas de baile, suaves, corteses y elegantes. Siempre se ofrecen para ayudar poniendo cara de compungidos cuando se enteran de que López está muy enfermo aunque por adentro sonríen como tiburones porque López había llegado a Gerente antes que ellos y con menos antigüedad. Parece que se deshacen en falsos cumplidos y halagos pero los mismos son parte de un ritual estratégico para acercarse a quien convenga a la hora de desarrollar un macabro plan para conseguir alguna cosita con el mínimo esfuerzo posible.
Las mujeres envidiosas son tanto o más peligrosas. Si no tienen algo que hacer como un trabajo o estudio, ocuparán su día fisgoneando a la vecina, a la cuñada o al hermano.
Diseminaran rumores sobre la que juran es su mejor amiga, pero que les ha enterrado un puñal en el cuore cuando les informo que se iba a Miami a comprar ropa para la próxima temporada. Cualquier cosa la enferma de envidia. Que fulana tenga guita para hacerse las gomas, que mengana tenga mucama con cama, que la de enfrente haya adelgazado diez kilos o que la de la otra cuadra haya amanecido con un ejército de mariachis en la ventana (regalo de cumpleaños del marido). Sinceramente no lo soportan, así que se aislarán de los eventos sociales o irán armadas con un discursito sin fin que repetirán como muñequitas a piolín, atiborrado de mentiras, para demostrarle al resto que sus vidas son perfectas. Que están felices de no tener mucama para no ver invadida su intimidad, que no quieren viajar para no dejar a los críos solos, que ya no se puede comprar ropa porque es todo horrible, que están en contra de la cirugía plástica porque los anestesistas son unos matasanos de terror y aparte ellas se aceptan tal cual son y que sus maridos no paran de corretearlas por ahí (para cagarlas a pedo por la colosal cuenta de supermercado, dicho sea de paso). Entonces dedicarán su vida a armar un personaje ideal, falso y grotesco al mismo tiempo que descabezan fulanas. Que esta tiene la lipo mal hecha, que aquella tiene patas de gallo, que Marta está insatisfecha, que María no le dedica tiempo a sus hijos, que Lidia no está nunca en la casa, y que la del lote 77 tiene fama de petera (como si la hubieran visto in situ).

EL RESENTIDO (visualizar un Rodrigo, el cómplice de Yago)

El resentido es una versión Light del envidioso. Le jode todo lo que tienen los demás. Le molesta que los demás tengan tanto. “Ojalá venga un gobierno bien zurdo que acabe con todos estos oligarcas que viven oprimiendo al proletariado y explotando a sus empleados”, rezongan. “¿Cómo pueden vivir detrás de esa barrera, a todo lujo, cuando en la vereda de enfrente la gente se caga de hambre, eh, EH?”. Sinceramente no lo soportan pero se quedan en la protesta. No van a la acción. Le encontrarán el pelo al huevo, esa 4X4 es una reverenda porquería porque se queda en el barro o el motor es muy chico. La casa del vecino quedó horrible pintada de rosa viejo (eso y los 300 mts. 2 construidos que joden como la puta madre). La mujer del hermano está más buena que una pizza de muzzarella pero es un gato de décima y se viste para el orto. La pileta del tipo de enfrente es una pedorrada, le quedó chica y está mal construida (seguro se le raja en el primer verano).
La resentida también encontrará defectos a las siliconas en las tetas de las amigas, pelos encarnados, dientes torcidos, extensiones capilares mal pegadas, cercos mal podados, y hasta la falsa réplica de la cartera Hérmes de su cuñada. Si la invitan a comer dirá que el pollo estaba crudo, el pescado tenía gusto fuerte, la mayonesa no era casera y el vino estaba picado. Que es un atraso hacer usar uniforme a la mucama “¿esta no se enteró que en 1813 se abolió la esclavitud?”. Con su mejor sonrisa plástico-mentirosa alabará el mobiliario nuevo preguntándose interiormente si habrá saldado la cuenta en la Escuela de los chicos porque hasta hace dos años le llovían las cartas reclamando la deuda. Probablemente vuelva a su casa con la firme decisión de no volver a esa casa argumentando ideas políticas diferentes o porque está en desacuerdo con la práctica del bonsai, la cuestión es no volver a sufrir.

LOS CELOSOS (visualizar un Othello)

Los celosos ven fantasmas donde no existen. Carecen de autoestima creyéndose demasiado poca cosa para merecer el cariño de quienes los rodean. Comienza en la infancia, cuando los padres cometen injusticias sin querer, regalándole en Navidad el camión de bomberos a un hermano y el rompecabezas al otro que no puede entender porqué le tocó en suerte esa porquería de cartón cuando el camión con luces es todo con lo que él había soñado. Esta discriminación sin precedentes, que viene de alguien tan ecuánime e importante como Santa Claus le asesta el peor y primer golpe al pobre infeliz que se quedará pensando qué fue lo que hizo o dejó de hacer para merecer esto. Luego de mandar a Santa a meterse las piezas del puto rompecabezas por donde no calienta el sol, comenzará a andar un camino donde siempre será la sombra del hermano glorioso que obtiene todo lo que desea. Probablemente sea él mismo quien forje su propio destino y comience a caer en el Colegio mientras su hermano sube ganando los Juegos Nacionales de ajedrez, la copa de golf intercountries, yendo de la manito de la mejor minita del colegio en los recreos, sacándose diez en todas las materias sin abrir un mísero libro y saliendo en la tapa del Diario escolar como la personalidad del mes porque es el cantante de la Banda de Rock que tocó en el Festival Escolar para recaudar fondos para los niños carenciados de Corrientes. De ahí en más su hermano lo celará de por vida. Celará su carrera, su trabajo, sus novias, su familia y todo lo que el otro pobre santo se autogestione fruto de su esfuerzo más que de su talento innato (cosa que el hermano celoso cree, por eso ni se le cruza intentarlo, como si los genes tuvieran algo que ver con sus fracasos).
Los esposos y esposas celosas vivirán el mismo calvario, siguiendo a sus parejas, revisando su correo, oliendo sus ropas, escuchando sus conversaciones telefónicas y elucubrando retorcidos planes para poder arribar a la conclusión de que tienen razón y su cónyuge anda en algo raro. No se les ocurre que su esposa está armando una fiesta sorpresa de cumpleaños para ellos, o que si está metiendo la pata es porque no son lo suficientemente buenas para estar al lado de ellos. Porque siempre piensan que valen menos, que no merecen lo que tienen. En lugar de pensar que algún o alguna incauta le hacen el favor de llevarse el pastelito que han venido aguantando por años, se desgarran las vestiduras auto examinando su proceder para ver dónde han fallado porque los celos son más poderosos y el amor propio cada vez más microscópico.

Por eso, para quien no haya leído nunca una obra de Shakespeare, recomiendo seriamente, ya que sus escritos los ayudarán a decodificar el teatro cotidiano de la vida y a entender a ciertos personajes que nos rodean (algunos de cuidado).

Y por último, gracias abuela Vicenta por regalarme el primer ejemplar de Otelo que cayó en mis manos, en Mar del Plata, un verano de mil novecientos setenta y pico…(y por la amorosa dedicatoria).


"Bolero de los celos" de Les Luthiers, una joyita para la ocasión


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