Los “carne de gimnasio” son seres que han sido bendecidos (o maldecidos) con una inquietud perenne y la energía capaz de poner en funcionamiento una central hidroeléctrica con las gotas de su propio sudor. Adictos al físico perfecto, son capaces de cumplir con una jornada laboral extenuante para luego encerrarse durante dos horas a saltar como marranos al compás de una musiquita exasperante. Probablemente poseen una bicicleta fija y varios aparatos y mancuernas que han sabido adquirir gracias a TV compras o a la oferta de algún hipermercado. Así como coleccionan aparatos para hacer abdominales y otros elementos de tortura similares, los carne adquieren cuanto DVD aparece para la venta con el último grito en ejercicios físicos. Se conocen al dedillo el aerobox, pueden hacer step dormidos y hasta chatean con el creador del taebo (un sádico que se propuso exterminar gente instándola a dar golpes de puño en el aire). Por supuesto, siempre tienen las zapatillas más caras del mercado y los equipos de gimnasia más modernos (con bandas fluorescentes y ojos de gato para poder ser vistos si se les da por correr a las dos de la mañana).
Siempre podemos encontrar una balanza en el baño de un “carne de gym” y es seguro que también sean dueños de algún dispositivo que mide las pulsaciones mientras usan la cinta para correr que tienen en el medio del living. Sus alacenas están atiborradas de complejos vitamínicos, cereales con fibras, galletas de arroz, suplementos dietarios, algas, hierbas diuréticas, cajas y cajas de té verde y algún que otro laxante natural en forma de barra de ciruelas disecadas. Generalmente son fieles a aquel gimnasio que los tiene como miembros desde que se mudaron al barrio y son tan perseverantes que el profesor los pone como ejemplo porque jamás se contracturan el cuello haciendo abdominales. Sonríen con erudita satisfacción cuando sus ejercicios para tonificar los abductores son puestos como ejemplo de lo que debe hacerse y pierden la paciencia con aquellos novatos que se equivocan en la dirección de algún pasito ocupándoles el lugar para ponerle freno a sus impecables maniobras gimnásticas. Siempre se instalan frente al espejo, a sabiendas de que serán vistos por el resto de la clase (y para alivio de aquellos que odian equivocarse y se van bien al fondo). Exhibicionistas por puro placer, los carne no tienen pudor a la hora de revolear los trapos en las duchas; se pasearán en bolas por los vestuarios demorando el momento de calzarse la ropa mientras se embadurnan en pomadas para hongos y se espolvorean los pies con polvo pédico. Disfrutan el ser admirados por aquellos que tienen un vientre por achatar o glúteos por afirmar y suelen pavonearse mostrando sus barriguitas de tabla de chocolate y sus bíceps marcaditos. Un pozo celulítico les puede amargar la vida al punto de invertir el sueldo entero en cremas francesas con promesas para ilusos; demás está decir que han desterrado el chocolate y la cerveza de sus magras vidas.
Las bibliotecas de estas personas suelen estar abarrotadas de libros de Deepak Chopra, Osho, de medicina ayurveda, Reiki, nutrición y varios tomos de todas las publicaciones de Alberto Cormillot y Jane Fonda. Las revistas de medicina, salud y nutrición abundan en las mesas de café de sus casas porque sienten la sagrada compulsión por convertir a la gente fumadora, gorda y pasiva en seres renovados y sanos que se salvarán del colesterol gracias a una buena arenga (Gatorade en mano).
La gimnasia ocupa el centro del inquieto universo de los “carne”, pagan la cuota del gimnasio antes que la del colegio de los chicos y preferirán una expedición a pata al Monte Fitz Roy antes que quince días en París (aunque les cueste lo mismo). Hasta sentados frente a la computadora contraen y aflojan los cantos del culo para tonificarlos y es frecuente encontrarlos hablando por teléfono mientras hacen flexiones con una latita llena de gaseosa en mano. No existen los feriados, ni las vacaciones ni excusa lo suficientemente buena para no caminarse cuatro kilómetros, obligar a algún miembro de la familia a sentarse sobre sus pies para hacer flexiones o hacer un par de horas de step dos horas antes de Nochebuena. Corren, no caminan; se restregan, no se duchan; tragan, no comen y hagan lo que hagan nunca están lo suficientemente conformes con el resultado.
¿Cómo saber si uno pertenece a este rubro?. Fácil, lea esta lista de hábitos y si tiene más de cinco…cómo decirlo…Ud. es un aparatito “carne de gimnasio”.
Tiene la cuota del gimnasio al día y nunca pagó fuera de término en los diez años que utiliza sus servicios.
El bolso con la ropita, las zapatillitas, la toalla y el desodorante pernocta en el baúl de su auto (por si las moscas).
Conserva la misma talla de calzas o jogging desde 1985.
El profesor del gimnasio le hace regalos para Navidad y Ud. para el día del maestro.
Repudia a todo aquel que exhibe sus rollos desprejuiciadamente.
Los fines de semana no se saca el jogging ni para ir al cumpleaños de sus amigos, porque inmediatamente antes o después emprenderá una enérgica caminata que terminará con media horita de bicicleta fija frente al televisor.
Se obnubila frente a las vidrieras de las casas de deportes y siempre se lleva algo extremadamente útil como una cantimplora o un par de muñequeras.
Sabe exactamente el equivalente en pasos a las calorías de un alfajor, consumiendo siempre lo que ha comido para conservar el peso que orgulloso ostenta.
El sexo es un deporte más, cuanto más atlético y esforzado mejor. El sudor es directamente proporcional al nivel de satisfacción, aún cuando la pareja no opine lo mismo ya que hacerlo cabeza abajo y con las piernas detrás de las orejas no le garantiza el orgasmo.
Está convencido de que el yoga es para debiluchos, pero no lo verbaliza porque sabe que pierde la membresía del “Club de la buena salud” (y queda como el culo).
Aunque tiene cuarenta, las rodillas son las de alguien de ochenta ya que han sido sometidas a un desgaste descomunal de tanto hacer sentadillas y estocadas.
Está bronceado en pleno invierno de tanto correr y caminar al rayo del sol.
En su casa, el ESPN y el FoxSports son los únicos canales que se miran.
Cuando falta el Profesor de Gym, Ud. se ofrece de voluntario para dar la clase.
Tiene la bicicleta colgada en el balcón o la galería, el abdominizer debajo de la cama y las mancuernas en el escritorio.
Los lunes, miércoles y viernes gimnasio. El martes futbol con amigos, el jueves taekwondo, los sábados tenis y los domingos natación en verano o volley en invierno. Eso sin contar los cuatro kilómetros matutinos a las seis de la mañana desde que dejó la Escuela Secundaria, donde todos le decían “dogor”.
En la heladera todo es verde. Aguas saborizadas sin azúcar, postres light, panes de salvado doble, mermeladas bajas calorías, gelatinas con edulcorante y verduras de todos los colores. El dulce de leche tiene la entrada prohibida.
Aún sentado menea la patita y dormido camina por todo el perímetro de la cama amaneciendo con los pies sobre la almohada.
Vive engrasándose con pomadas para hongos por pura precaución…no vaya a ser cosa que un maldito dermatofito le desate un furibundo pie de atleta que lo deje fuera del natatorio.
Lleva un completo registro de sus actividades físicas, así como también de la ingesta calórica en una prolijísima planilla Excel que vive en un pen drive que lo acompaña a todas partes.
Adora la música tecno porque lo invita a ejecutar su rutina de ejercicios como la cobra que asoma la cabeza al compás de la flauta.
Sus amistades son como Ud. o huyen despavoridas cuando se pone a hablar de las bondades de las semillas de lino y la importancia de la ejercitación aeróbica a las seis de la mañana.
Ud. no es un “carne de gimnasio” si tiene cinco o más de estos saludables hábitos
Colecciona carnets de gimnasios. Se anota. Paga la matrícula. Se saca la foto. Va a la primera clase y no vuelve nunca más.
Puede que tenga mancuernas y algún set de elementos para ejercitarse (tirados en el garaje, envueltos en una nube de polvo y una gruesa telaraña).
Tiene bicicleta, pero está siempre desinflada (y todavía conserva las rueditas de los seis años).
En la pileta hace la plancha o flota sobre una colchoneta plácidamente. Todavía no aprendió a tirarse de cabeza (eso sí, de bomba es capaz de vaciar media pileta).
No puede ni quiere dejar la cerveza, se banca con gallardía el rollo que lo prueba.
Cuando lo convocan para el futbol se ofrece de arquero porque ni mamado se pone a correr como un condenado después de todo un día de oficina.
¿Para qué caminar si el auto lo lleva hasta la Panadería que está a unas tres cuadras de su casa?.
Las calcitas ciclistas que alguna vez llevara con discreto encanto, ahora no le sirven ni para muñequeras.
Antes de que lo vean con jogging un domingo es capaz de tirarse debajo de un tren. Odia la ropa deportiva y aborrece a los domingueros que salen a trotar disfrazados de Marines de USA.
Hace quince años que tiene el mismo par de zapatillas.
No sabe lo que es un hongo, no sabe lo que es transpirar y es capaz de suicidarse si se queda sin pilas AAA para el control remoto debiendo pararse para hacer zapping.
Si engancha un programa de gimnasia, sólo se queda mirando si la profesora tiene un culo para el infarto o el profesor es un pecado ambulante; ni se le cruza intentar el ejercicio.
Sabe sobre todos los deportes, porque los ha practicado todos abandonándolos sistemáticamente en la tercera clase.
La gente que hace step lo pone muy nervioso.
Si tuvieran que lipoaspirarlo necesitarían un oleoducto para deshacerse de las grasas.
Para el sexo la tranquilidad y la seguridad son primordiales, si le piden un cambio de posición se le escapa la libido; esas cosas raras solo existen en las películas.
Restaurante favorito: El tenedor libre. Heladera: doble puerta y con el contenido suficiente para subsistir cuarenta noches en el desierto.
Se acuerda de lo que comió al mediodía porque el reflujo gástrico le devuelve el ajo del pollo a la provenzal porque de otra manera jamás podría decir con exactitud la cantidad de comida que ingirió ese día.
La profesora del gimnasio siempre lo elige como ejemplo de lo que no debe hacerse, burlándose de su falta de coordinación ante la risa del ejército de gimnastas que lo miran con desprecio.
Siempre abandona antes de los cien abdominales.
Todos los fines de año se propone pasarse al bando de los carne de gimnasio; para el quince de enero no sólo no se ha anotado…se ha comprado las seis temporadas de la serie “Los Sopranos” que piensa ver desparramado en el sillón debajo del ventilador, como todos los veranos.
Y están los que se ponen a piratear las clases de Pilates que jamás en su vida probarán…
Dime qué marca y en qué estado están tus zapatillas y te diré a qué grupo perteneces.
Siempre podemos encontrar una balanza en el baño de un “carne de gym” y es seguro que también sean dueños de algún dispositivo que mide las pulsaciones mientras usan la cinta para correr que tienen en el medio del living. Sus alacenas están atiborradas de complejos vitamínicos, cereales con fibras, galletas de arroz, suplementos dietarios, algas, hierbas diuréticas, cajas y cajas de té verde y algún que otro laxante natural en forma de barra de ciruelas disecadas. Generalmente son fieles a aquel gimnasio que los tiene como miembros desde que se mudaron al barrio y son tan perseverantes que el profesor los pone como ejemplo porque jamás se contracturan el cuello haciendo abdominales. Sonríen con erudita satisfacción cuando sus ejercicios para tonificar los abductores son puestos como ejemplo de lo que debe hacerse y pierden la paciencia con aquellos novatos que se equivocan en la dirección de algún pasito ocupándoles el lugar para ponerle freno a sus impecables maniobras gimnásticas. Siempre se instalan frente al espejo, a sabiendas de que serán vistos por el resto de la clase (y para alivio de aquellos que odian equivocarse y se van bien al fondo). Exhibicionistas por puro placer, los carne no tienen pudor a la hora de revolear los trapos en las duchas; se pasearán en bolas por los vestuarios demorando el momento de calzarse la ropa mientras se embadurnan en pomadas para hongos y se espolvorean los pies con polvo pédico. Disfrutan el ser admirados por aquellos que tienen un vientre por achatar o glúteos por afirmar y suelen pavonearse mostrando sus barriguitas de tabla de chocolate y sus bíceps marcaditos. Un pozo celulítico les puede amargar la vida al punto de invertir el sueldo entero en cremas francesas con promesas para ilusos; demás está decir que han desterrado el chocolate y la cerveza de sus magras vidas.
Las bibliotecas de estas personas suelen estar abarrotadas de libros de Deepak Chopra, Osho, de medicina ayurveda, Reiki, nutrición y varios tomos de todas las publicaciones de Alberto Cormillot y Jane Fonda. Las revistas de medicina, salud y nutrición abundan en las mesas de café de sus casas porque sienten la sagrada compulsión por convertir a la gente fumadora, gorda y pasiva en seres renovados y sanos que se salvarán del colesterol gracias a una buena arenga (Gatorade en mano).
La gimnasia ocupa el centro del inquieto universo de los “carne”, pagan la cuota del gimnasio antes que la del colegio de los chicos y preferirán una expedición a pata al Monte Fitz Roy antes que quince días en París (aunque les cueste lo mismo). Hasta sentados frente a la computadora contraen y aflojan los cantos del culo para tonificarlos y es frecuente encontrarlos hablando por teléfono mientras hacen flexiones con una latita llena de gaseosa en mano. No existen los feriados, ni las vacaciones ni excusa lo suficientemente buena para no caminarse cuatro kilómetros, obligar a algún miembro de la familia a sentarse sobre sus pies para hacer flexiones o hacer un par de horas de step dos horas antes de Nochebuena. Corren, no caminan; se restregan, no se duchan; tragan, no comen y hagan lo que hagan nunca están lo suficientemente conformes con el resultado.
¿Cómo saber si uno pertenece a este rubro?. Fácil, lea esta lista de hábitos y si tiene más de cinco…cómo decirlo…Ud. es un aparatito “carne de gimnasio”.
Tiene la cuota del gimnasio al día y nunca pagó fuera de término en los diez años que utiliza sus servicios.
El bolso con la ropita, las zapatillitas, la toalla y el desodorante pernocta en el baúl de su auto (por si las moscas).
Conserva la misma talla de calzas o jogging desde 1985.
El profesor del gimnasio le hace regalos para Navidad y Ud. para el día del maestro.
Repudia a todo aquel que exhibe sus rollos desprejuiciadamente.
Los fines de semana no se saca el jogging ni para ir al cumpleaños de sus amigos, porque inmediatamente antes o después emprenderá una enérgica caminata que terminará con media horita de bicicleta fija frente al televisor.
Se obnubila frente a las vidrieras de las casas de deportes y siempre se lleva algo extremadamente útil como una cantimplora o un par de muñequeras.
Sabe exactamente el equivalente en pasos a las calorías de un alfajor, consumiendo siempre lo que ha comido para conservar el peso que orgulloso ostenta.
El sexo es un deporte más, cuanto más atlético y esforzado mejor. El sudor es directamente proporcional al nivel de satisfacción, aún cuando la pareja no opine lo mismo ya que hacerlo cabeza abajo y con las piernas detrás de las orejas no le garantiza el orgasmo.
Está convencido de que el yoga es para debiluchos, pero no lo verbaliza porque sabe que pierde la membresía del “Club de la buena salud” (y queda como el culo).
Aunque tiene cuarenta, las rodillas son las de alguien de ochenta ya que han sido sometidas a un desgaste descomunal de tanto hacer sentadillas y estocadas.
Está bronceado en pleno invierno de tanto correr y caminar al rayo del sol.
En su casa, el ESPN y el FoxSports son los únicos canales que se miran.
Cuando falta el Profesor de Gym, Ud. se ofrece de voluntario para dar la clase.
Tiene la bicicleta colgada en el balcón o la galería, el abdominizer debajo de la cama y las mancuernas en el escritorio.
Los lunes, miércoles y viernes gimnasio. El martes futbol con amigos, el jueves taekwondo, los sábados tenis y los domingos natación en verano o volley en invierno. Eso sin contar los cuatro kilómetros matutinos a las seis de la mañana desde que dejó la Escuela Secundaria, donde todos le decían “dogor”.
En la heladera todo es verde. Aguas saborizadas sin azúcar, postres light, panes de salvado doble, mermeladas bajas calorías, gelatinas con edulcorante y verduras de todos los colores. El dulce de leche tiene la entrada prohibida.
Aún sentado menea la patita y dormido camina por todo el perímetro de la cama amaneciendo con los pies sobre la almohada.
Vive engrasándose con pomadas para hongos por pura precaución…no vaya a ser cosa que un maldito dermatofito le desate un furibundo pie de atleta que lo deje fuera del natatorio.
Lleva un completo registro de sus actividades físicas, así como también de la ingesta calórica en una prolijísima planilla Excel que vive en un pen drive que lo acompaña a todas partes.
Adora la música tecno porque lo invita a ejecutar su rutina de ejercicios como la cobra que asoma la cabeza al compás de la flauta.
Sus amistades son como Ud. o huyen despavoridas cuando se pone a hablar de las bondades de las semillas de lino y la importancia de la ejercitación aeróbica a las seis de la mañana.
Ud. no es un “carne de gimnasio” si tiene cinco o más de estos saludables hábitos
Colecciona carnets de gimnasios. Se anota. Paga la matrícula. Se saca la foto. Va a la primera clase y no vuelve nunca más.
Puede que tenga mancuernas y algún set de elementos para ejercitarse (tirados en el garaje, envueltos en una nube de polvo y una gruesa telaraña).
Tiene bicicleta, pero está siempre desinflada (y todavía conserva las rueditas de los seis años).
En la pileta hace la plancha o flota sobre una colchoneta plácidamente. Todavía no aprendió a tirarse de cabeza (eso sí, de bomba es capaz de vaciar media pileta).
No puede ni quiere dejar la cerveza, se banca con gallardía el rollo que lo prueba.
Cuando lo convocan para el futbol se ofrece de arquero porque ni mamado se pone a correr como un condenado después de todo un día de oficina.
¿Para qué caminar si el auto lo lleva hasta la Panadería que está a unas tres cuadras de su casa?.
Las calcitas ciclistas que alguna vez llevara con discreto encanto, ahora no le sirven ni para muñequeras.
Antes de que lo vean con jogging un domingo es capaz de tirarse debajo de un tren. Odia la ropa deportiva y aborrece a los domingueros que salen a trotar disfrazados de Marines de USA.
Hace quince años que tiene el mismo par de zapatillas.
No sabe lo que es un hongo, no sabe lo que es transpirar y es capaz de suicidarse si se queda sin pilas AAA para el control remoto debiendo pararse para hacer zapping.
Si engancha un programa de gimnasia, sólo se queda mirando si la profesora tiene un culo para el infarto o el profesor es un pecado ambulante; ni se le cruza intentar el ejercicio.
Sabe sobre todos los deportes, porque los ha practicado todos abandonándolos sistemáticamente en la tercera clase.
La gente que hace step lo pone muy nervioso.
Si tuvieran que lipoaspirarlo necesitarían un oleoducto para deshacerse de las grasas.
Para el sexo la tranquilidad y la seguridad son primordiales, si le piden un cambio de posición se le escapa la libido; esas cosas raras solo existen en las películas.
Restaurante favorito: El tenedor libre. Heladera: doble puerta y con el contenido suficiente para subsistir cuarenta noches en el desierto.
Se acuerda de lo que comió al mediodía porque el reflujo gástrico le devuelve el ajo del pollo a la provenzal porque de otra manera jamás podría decir con exactitud la cantidad de comida que ingirió ese día.
La profesora del gimnasio siempre lo elige como ejemplo de lo que no debe hacerse, burlándose de su falta de coordinación ante la risa del ejército de gimnastas que lo miran con desprecio.
Siempre abandona antes de los cien abdominales.
Todos los fines de año se propone pasarse al bando de los carne de gimnasio; para el quince de enero no sólo no se ha anotado…se ha comprado las seis temporadas de la serie “Los Sopranos” que piensa ver desparramado en el sillón debajo del ventilador, como todos los veranos.
Y están los que se ponen a piratear las clases de Pilates que jamás en su vida probarán…
Dime qué marca y en qué estado están tus zapatillas y te diré a qué grupo perteneces.
3 comentarios:
Eeeehm yo se que soy de las que necesitan el oleoducto... Snif!
Tengo zapas Nike, nuevitas, que me compre hace 1 y 1/2 años, y las uso para ir a pasear al perro el domingo al parque... jjajaajjaajaj
Muy bueno, como siempre. Loved it!
Solía caminar, ahora sólo me arrastro del sillón a la cama.
Supongo que también necesito el oleoducto...snif
Hey! Yo me baje el Bootcamp del mismo que hizo el Tae Bo...
Es un asesinato, nunca pude pasar de los 10'...
Pero ya lo hare!!! No me va a ganar!!!
Y mis topper negras estan muy baqueteadas, principalmente porque son "todo terreno" y las he usado para trabajar, por lo que tienen manchas de aceite, salsas varias... incluso casi las prendo fuego.
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