jueves, 23 de julio de 2015

GOZANDO DEL CLIMATERIO



Menopáusica al finnnnn!!!!!!!!!!!!!!
 
Cuando una se hace "señorita" (léase manchar la primera bombachita con la primera menstruación), nadie te explica que el único beneficio de indisponerse una vez por mes (cuando viene Andrés) es tener hijos.  Con los años uno va aprendiendo a fuerza de calambres menstruales, incomodidad de toallas femeninas que se corren y dejan pasar la tinta indeleble que mancha el pantaloncito blanco favorito de verano, inflamaciones abdominales, retenciones de líquido, hinchazón generalizada, cambios de humor y demás placeres en la vida de una mujer; que algún día el flagelo terminará. 
 
Es así como una se pasa casi toda una vida comprando las mejores compresas, los mejores y más coloridos tampones del mercado, las drogas más fuertes para los dolores y también programando o supeditando la vida social y amorosa a la tan temida marea roja.  Cualquier mujer que se precie de serlo, sabe que menstruar es un dolor de ovarios (literal y retóricamente), te caga la vida en las vacaciones, en la playa, en el telo y hasta en el boliche.  Nada más alarmante que entrar al baño cada media hora, en una reunión social, para chequear el estado de la bombacha.  Programar el arsenal de adminículos para frenar la ola hemorrágica en un cine o en un cumpleaños, cambiar la cartera a último momento para agregar una bombacha y medicamentos para el dolor además de pasar quince veces por el espejo para chequear si se nota o no el bulto que pudiera hacer la toalla higiénica, abortando el pantaloncito ajustado a último momento para enfundarnos en una túnica amplia que se abstenga de gritar a los cuatro vientos nuestro incómodo estado.
 
Después llegan los hijos...o no, pero si llegan y una ya no necesita más vástagos en la familia, el flagelo del período resulta una puta mierda.  Para los cuarenta una odia todo lo que se refiere al ciclo menstrual.  Los dolores de ovarios y de cabeza, las tetas hinchadas como dos pelotas de futbol, la panza hinchada como un globo aerostático a punto de estallar, los granitos, el ataque de ira previo, el insomnio, la mecha corta y los cinco días cambiando toallas y/o tampones; uno odia con locura hasta comprar los artículos de higiene en la farmacia.  El comercial de la tele donde la sangre siempre es azul como la de los avatars de la peli, la gran cantidad de formas/tamaños/olores y sabores que el mercado ofrece en cuanto a paños femeninos...que para tanga, que para cola less, que para ropa oscura, que para noche o día; todo un mundo al que una le quiere dar la espalda cuanto antes.
 
Y ese antes llega antes de lo que uno imagina.  En un abrir y cerrar de ojos el día que a los once años uno le lleva a la madre la bombacha manchada y el día en que te deja de venir se juntan de manera pasmosa...en el medio transcurrió la vida.  Así es como una se encuentra sentada frente al médico que sentenciará la llegada del otoño femenino con tus análisis en la mano.  Festejando que ya no vas a gastar fortunas en toallas y toallitas y con una sonrisa en la cara te vas a meter en el auto pensando que ahora se viene lo mejor.  Te cuento que estás equivocada.  Muy.
 
La menopausia según MOI (aunque creo que varias se van a sentir identificadas):
 
Te ponés gorda como un tonel y bajar 300 gramos te cuesta comer lechuga sin aceite durante un mes.
 
Una mención especial para los calores.  Cómo explicarlo de manera idónea...es como vivir con un volcán en erupción del cuello para arriba.  De repente y sin aviso previo transpirás como un beduino en el desierto de Gobi al mediodía.  Si te pasa de día, vas a pelar un abanico en el medio de un lugar público gritando como una loca "si, estoy menopáusica Y QUÉ?".  La gente, que no es sonsa, va a tomarse el palo por las dudas, no va a ser cosa de que liguen un abanicazo en la frente por haberte sostenido la mirada con la boca abierta.  Los calores nocturnos son de lo peor, te acostarás a dormir en pleno invierno con pijama y medias, a las tres de la mañana despertarás inmersa en un charco de transpiración que te obligará a desnudarte, tomarte un litro de agua fría y a volver a acostarte con los pelos húmedos pegados sobre la cara.  Encima, si tenés pareja, lo más probable es que interprete tu desnudez como una invitación zampándote las guampas encima sumando diez grados Celsius a tu conflicto termodinámico.   Además, cualquier problema cotidiano te hará transpirar la gota gorda mojando el pelo recién salido de la peluquería, anulando el efecto "Cenicienta" que tanto te gusta y tanto te costó pagar.  Bienvenida al look Mafalda de por vida!!!.
 
Se va el dolor de ovarios, bienvenido dolor de cabeza.  Que nunca faltó dos o tres días antes de la regla.  Pero ahora llegó para quedarse.  Maldito hijo de puta, no es algo agobiante, pero es algo crónico que va desgastando la piedra del hueso craneano como el río al Cañon del Colorado.
 
Osteoporosis.  A esta no la viste venir hasta que te piden la primera densitometría.  Ahí te enterás que tenés los huesos como un queso gruyere y que vas a tener que comerte el calcio de toda Latinoamérica para tapar los agujeros.  Además, le empezás a tener miedo a las fracturas, así que te vas a encontrar caminando como pisando huevos por miedo a resbalarte.   Una cagada grande como una catedral.
 
Te molesta la ropa apretada.  El corpiño se convierte en un arma de destrucción masiva.  Estás estacionando en tu casa y te lo vas sacando por las mangas para revolearlo con violencia contra la primer persona que te mire fijo. Ni que hablar de los botones de los jeans que se incrustan en un vientre que vive inflamado y ya no cede con la regla.  Ahora tu nueva forma se llama "Damajuana".  Sos un barril con patas y aunque te mates a lechuga y pechuguita de pollo la panza no volverá a su lugar original.  Además, como no pensás dejar el consumo de alcohol que te permite sobrevivir esta hecatombe, vas a seguir alimentando el barrigómetro.
 
Los cambios de humor...esos que duraban cuarenta y ocho horas antes de la regla ahora son LA REGLA.  Pasarás del ataque de llanto al final de cada capítulo de tu novela favorita al ataque de risa desmesurado por cualquier pavada y querrás sacudirle una patada en el orto a cualquier persona que te haga perder diez minutos en un negocio o la fila del cajero.  Violencia Rivas un poroto al lado de lo que vas a padecer.  Te vas a enloquecer puteando, mirando propagandas pelotudas de productos ridículos para mujeres o políticos mintiendo en el noticiero. 
 
La tan temida colonoscopía.  Te toca, ya es hora.  Sabés que tenés que ir pero no encontrás ni el momento ni la valentía suficiente para entregarle tu culo a un señor que quiere mirarte desde adentro mientras vos te echás una siestecita después de haber perdido hasta el apellido en el inodoro.
 
Las arrugas.  Te vas a comprar las cremas que te venden en los comerciales de tus novelas favoritas y vas a entrar a la cama embadurnada como una torta de cumpleaños.  No te hagas ilusiones, ninguna crema impidió que se te hagan dos fuelles alrededor de los ojos.
 
La presión y el corazón.  Ahora tenés que aflojarle a la sal, y empezar a darle bola a las taquicardias.  Antes el corazón daba saltitos cuando te enamorabas perdidamente, ahora te perdés porque no te acordás cómo llegar a casa y la taquicardia casi te deja en el camino...seca!
 
DIVINORRRRRRRRRRRRRRRRR!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
 




 

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