domingo, 18 de julio de 2010

TEORÍAS CONDUCTISTAS

O, de cómo conducen algunos



Manejar es un placer, o un verdadero fastidio. ¿La clave de la diferencia? Pues eso depende, las más de las veces, del hijo de su mala madre que se te cruce en el camino. Conduzco unos 70 kilómetros por día para ir y volver del trabajo y saqué la licencia el día que cumplí la edad reglamentaria; creo que estoy más que habilitada para escribir sobre habitantes de rutas, calles y autopistas.


A groso modo, y según mi experiencia callejera, el 70% de la gente maneja mal, un 10% no sabe manejar y el 20% restante no supone ningún peligro.

De ese 70% es del que me voy a ocupar hoy. Porque el 10% que no sabe manejar incluye a la gente de la tercera edad y a los que acaban de obtener la licencia (nunca hay que olvidar que uno perteneció a este grupo): todos inimputables.


En esa franja del 70% que maneja mal encontramos los siguientes subgrupos:


El émulo de piloto de fórmula 1. Este engendro del demonio suele tener entre 25 y 35 años. Ahorró y ahorró hasta llegar al autito segmento medio con motor 1.6 o 2.0 al que por supuesto le puso luces de neón, un estereo ultramoderno, GPS, cristales polarizados y un calco con la siguiente inscripción “Born to run”. El enfermito consume unas 36 horas semanales de automovilismo televisivo y está convencido de que es el hijo bastardo de Amelia Earhart y Juan Manuel Fangio. Es por eso que se siente una autoridad en la materia de desplazarse enajenado, corriendo a 150 kms. por hora de un carril a otro obligando a los prudentes a efectuar maniobras bruscas para despejarle el camino. Porque el infelíz suele venir prendiendo luces y tocando bocina con unos largos 2 kilómetros de anticipación. Como el boludo se cree que anda sobre un vehículo alemán de más de cincuenta mil dólares, porque le incrustó el logo de los cuatro anillitos de Audi en la cola; somete a su modesto autito a velocidades y piruetas que no son recomendables para hacer con un modelo que no está preparado para responder a las contingencias que se el presenten. Es así como uno mira con horror, auténticas latas de sardinas que alguna vez fueran un Peugeot 207, un Volkswagen Gol o un Renault Clío, en las puertas de las comisarías. Estos loquitos del vértigo y la velocidad creen que son los Reyes del carril izquierdo, lo han comprado y nada es tan urgente como su impaciente frenética ansiedad por llegar a destino. Pero en las autopistas rige la Ley de la Selva, y generalmente son corridos a un costado por alguno que la tiene más grande (generalmente un señor entrado en años a bordo de un BMW, Merdedes o Audi). Si logran pasar los cuarenta años de edad estarán a salvo. O si procrean, en cuyo caso se tranquilizan cambiando el calco por un amoroso “Baby on board”.


Las mujeres que hacen cinco cosas a la vez. En este segmento encontramos a la madre trabajadora que va a 130 kms. por hora hablando por celular mientras se pinta los labios y le da la teta al bebé. Esta freak de las autopistas cree que puede salirse con la suya porque anoche le rezó a su ángel de la guarda, entonces aprieta el acelerador porque se le hace tardísimo mientras busca la frecuencia Disney en la radio con una mano y reparte tortazos entre los tres mocosos que se matan en el asiento trasero por un lugar cerca de la ventana. Llegan a destino porque tienen un Dios aparte. Y porque la gente se corre cuando las ve venir en un derrotero zigzagueante.


El empleadito a bordo de utilitario de la empresa. A este señor el autito le importa un bledo. Porque no lo ha pagado, no le pertenece ni tiene a su cargo el seguro del mismo. Entonces no solo se dedica a correr como un desaforado. También se dedica a espantar mujeres haciéndoles el famoso “fino” por el puro placer de ver cómo pegan el volantazo para esquivarlos. No manejan con una velocidad constante, suelen rebasar a un par de autos a 140 kms. por hora y luego estacionarse en el carril central a unos 80 kms. por hora porque si tildaron con algún programa radial de deportes o un set de chistes…vaya uno a saber.


El camionero “acá mando yo”. Este ejemplar de gorila callejero sabe que la tiene más larga que nadie. Es temido y respetado. Porque en un abrir y cerrar de ojos puede reducir tu amado autito a chatarra. Jamás frena. Jamás retrocede. Jamás utiliza el carril lento que le corresponde obligándote a pasarlo en cuarta o tercera forzando el motor, para poder llegar desde la cola del acoplado hasta la trompa. Es muy frecuente que te miren por el espejo retrovisor y te hagan todo tipo de señas groseras mientras les pasás por al lado. Si te toca pasarlos por la izquierda, asegurate de que estén despiertos y no tiren el camión encima obligándote a peinar el guardarrail.


El señor entrado en años con vehículo polenta de orígen alemán. Este señor maneja bien, pero no quiere o no puede entender que el común de la gente no la tenga tan clara con el volante. Suelen poner sus naves a la velocidad del viento y pegarte la insignia de sus autos en la cola del tuyo en franca maniobra intimidatoria para que les des paso. Tentada a clavar los frenos para ver como reacciona la nave alemana, más de una vez tuve que autocensurarme para no terminar tocando el arpa a la derecha de Dios Padre BMW. Son gente de cuidado, teniendo en cuenta que están en el grupo de riesgo de padecer un ACV o un ataque cardíaco, lo ideal es correrse y tenerlos lejos cuando pasan cual bólido en forma de mancha color gris.


La / El eterno perdido, asombrado, colgado. En este grupo encontramos a esa figura hijaputesca, heredera directa de Mister Maggoo, que se acuerda que debía bajar en el puente de la autopista que acaba de pasar. Es muy probable que se pase de izquierda a derecha sin hacer una mísera señal y termine bajando donde le correspondía sometiendo al autito a una funesta marcha atrás mientras una lluvia de bocinazos le recrimina la peligrosa acción. Son los típicos que sueltan el volante para señalar, maravillados, las luces de aquel Shopping o los brotes de ese arbolito que crece desolado al borde del carril rápido de la autopista. Consejo: Téngalos siempre lejos. Suelen poblar las páginas policiales y los noticieros con la misma carita de asombro después de volcar tres veces y derrapar debajo de un acoplado.


Se multiplica la cantidad de autos en la calle, la cantidad de accidentes, la cantidad de taponamientos en rutas y autopistas…y la cantidad de animales sueltos que han sabido conseguirse una licencia sin saber siquiera cómo poner en funcionamiento la tostadora eléctrica…OMG!

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