Hurgando en la depre
Uno nunca sabe a ciencia cierta qué ha desatado este espantoso estado de oscuridad espiritual. En algún momento del día y por absolutamente ninguna razón definida, nuestra luz se apaga y nuestras ganas se desparraman por el piso como un balde de gelatina a medio cuajar. Simplemente nos asalta el famosísimo humo negro de la serie “Lost” y literalmente nos perdemos. Ahí, en un túnel que pareciera no tener salida, y que si existiera no la veríamos por tener los ojos hinchados y empañados por un mar de incomprensibles lágrimas.
Porque una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. La tristeza, como respuesta a un estímulo doloroso es esperable y natural. Si te martillás un dedo, responder con una carcajada te habilita el ingreso al Manicomio más cercano; por otro lado llorar porque se te inundó el baño o te birlaron la billetera en el colectivo es más que sano. Pero la depresión es otra cosa. ¿Será la respuesta con delay a una serie de eventos que se sucedieron en cadena en forma lenta imperceptible y sucesiva? ¿Puede uno entristecerse por acumulación? Quizás ahí esté la clave. Unos buenos quince días de quilombos sostenidos, solapados y aparentemente inofensivos (si los evaluamos de a uno), pero que en su conjunto tienen el poder del ácido nítrico en goteo sobre un alma medio desvencijada, bien podrían ser los responsables de una grosa y contundente depresión de la ostia.
Propongo la siguiente ecuación ejemplificadora: 2 días estresantes de laburo donde todo salió para el culo (un cliente revirado te incluyó en sus plegarias a Satanás, te llovieron carpetas infestadas de problemas, el sistema eligió caerse en la hora pico, caes en la cuenta que para Recursos Humanos sos un recurso y no precisamente humano) más 3 siniestros eventos domésticos (el lavarropas pide knock –out técnico, se rompe el codo de la pileta de la cocina, te cortan el teléfono con la factura paga en tiempo y forma) sumados a 2 insignificantes reyertas familiares (un duelo con tu hijo por el control remoto de la tv y porque no ordenó su habitación…que parece Irak después de un bombardeo, tu vieja que se ha convertido en tu hija “mentally challenged” a la cual querés estampar contra una pared porque se trenza con tu hijo insistiendo que Cristiano Ronaldo es brasilero (herejía si las hay para un futbolero de ley), más 2 mínimos contratiempos cotidianos (el cajero se traga tu tarjeta de débito justo la noche en que el noticiero pasa el informe sobre estafas en cajeros, el chino del supermercado no te agarra los tickets que te da la empresa…te enterás cuando tenés el chango lleno hasta el techo), más 1 contratiempo amoroso (tu nuevo no-novio te hace un exhaustivo recuento de las ocho millones de prostitutas que se movió en su periplo náutico-laboral para luego informarte que está en desacuerdo con el uso del preservativo), más 1 flashback nostalgioso (ordenando armarios te topás con fotos viejas, removiendo el estofado mental que dormitaba en una armoniosa latencia muda y ahora amenaza con hervir y desbocarse) = Mega depresión importada de Lituania (el país con más alta tasa de suicidios del planeta).
CÓMO RECONOCER LOS SÍNTOMAS
Lo más probable es que vayas arrastrándote de sillón en sillón y de cama en cama huyéndole a todo tipo de ritual higiénico y cosmético. Enfundado en tu mejor y más raído pyjama anti-sexo (generalmente es un jogging color gris con manchas de cloro y pintura, más esa vieja remera de tus dieciséis con su etiqueta intacta de “Fruit of the Loom” agujereada en las mangas y con el cuello estirado), te pasearás como un zombie pisándote las ojeras. El pelo es una mata informe de donde penden un par de popcorns de la noche anterior y cuyo flequillo comienza a pegotearse en la frente por el azúcar y la falta de aseo.
El frío te asalta, como te asaltan los pensamientos negativos. Como estás seguro de que algo espantoso está a punto de ocurrir, decidís cambiar la ropa interior por una limpia y sin agujeros. Al equipo le agregás una manta polar con olor a perro (que durmió encima toda la noche) o un poncho viejo con olor a naftalina. Así enfrentás el desayuno. Masticando un pedazo de pan negro quemado, sorbiendo un café que no logrará derribar el sueño que te hace bostezar como un cosaco embriagado no harás planes que vayan más allá de los próximos quince minutos. En esos quince minutos leerás los avisos fúnebres, te autoflagelarás con el noticiero de la mañana y terminarás llorando desconsoladamente con un aviso televisivo de medicina prepaga donde una anciana camina de la mano de un anciano…en cámara lenta…por un bosque de robles, pisando hojas marchitas en pleno otoño. Entonces te descubrís haciendo cuentas ridículas, calculando lo vivido, restando el resto y haciendo balances que por supuesto dan pérdida. Porque hoy estás perdido en la nube negra, el vaso está vacío y la luz es tan tenue que el futuro no se ve por ningún lado.
Luego del sexto documental sobre la vida sexual de los mamíferos marinos, se te da por consultar el Tarot por Internet (nefasta idea en la historia de las ideas nefastas). Con una musiquita inquietante, el website baraja digitalmente tu futuro y te manda todas las putas cartas patas para arriba. Eso no puede ser bueno, leer la explicación te deja al borde del abismo existencial. Es hora de buscar ayuda en las frases de filosofía de tu site favorito de citas célebres. El término random en Internet es muy gracioso. El Señor que mueve los hilos tiene un extraño sentido del humor, o tu cabeza elige leer aquello que sabe te va a terminar de liquidar. Buscando frases para abrazar la vida, el site, irónicamente te trae palabras de Séneca, Schopenhauer, Hume y Nietzsche. En todas se te pide amablemente que termines con tu vida. Ganas no te faltan. Te faltan huevos. O cinco blisters de valium y dos litros de whisky.
Apagás la pc huyendo como una rata a su nido (en este caso tu cama). El libro que hasta ayer encontrabas apasionante, ahora es una mierda. En un ardid de auto complot, te leés la última página del policial para aguarte tu propia fiesta. Tres horas de zapping ininterrumpido, mirando discusiones entre decadentes participantes de reality pedorro, es hora de cambiar de posición. Son las cuatro de la tarde y no almorzaste. Relojeás la heladera vacía. Hora de rascar los hongos del multiúnico pedazo de queso y montarlo sobre una torre de crackers húmedas. Eso solo se baja con alcohol. Y del pico de la botella. Entonces te encontrás con un sujeto gris que mama del pico, con un nido de caranchos en la cabeza y dos huevos duros en lugar de ojos. La imagen te resulta conocida, es el espejo que devuelve el Guernica de Picasso (versión libre a tu cargo). Te acercás con miedito porque no lo podés creer. Sos un personaje salido de una peli de Tim Burton. Sos el hijo hecho carne del Jóven Manos de Tijera y el Cadáver de la novia. Si fueras música serías el Concierto para Cello de Elgar.
Entonces te empezás a reír de ese fantasma que alberga tu machucada psiquis. Porque no hay mal que dure diez años ni lluvia que no deje de caer. Haciendo un esfuerzo llevarás tu envase a la ducha y te sorprenderás canturreando algún viejo hit de los 80’s, ese que sonaba el día que te tomaron esa foto que encontraste en la mesa de luz. Esa misma foto que fue la mecha que te llevó al abismo.
COMO DETENER UN ATAQUE DEPRESIVO
Si te levantaste así como sensible y pelotudo, amarrate las manos con el cable del mouse de la pc antes de revolver cajones y ordenar placards. Ni se te ocurra mirar fotos viejas, ni leer cartas de hace dos décadas, ni controlar avisos fúnebres, ni mirar el noticiero. Si tenés la casa tomada por familiares en crisis, huí. Salí corriendo a correr o a caminar. Rajá. Tomate el piróscafo a Tanzania. No participes en discusiones que no tienen salida. Escuchá música. Llenate los pulmones de oxígeno. Y los ojos de los colores del cielo. Abrazá a tu perro. Llevate el libro a la hamaca paraguaya. Lavá el auto. Comprate un chocolate y una Coca Cola (antidepresivos poderosos, si los hay). Cantá en la ducha, bailá en la cocina, tené sexo en el lavadero, fumate un porro, amasá pasta, jugá al futbol con tus hijos o tus amigos, ayudá a alguien, escuchá, mirá algo divertido en la tele…y por favor vestite un poco más decente por el amor de Diosssssss!
Si esto no llegara a funcionar, sírvase consultar a su terapeuta; yo solo escribo boludeces en un blog…
No tiene mucho que ver, pero a mí me hace reír!
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