Cuando la vida se parece a la ficción, en este caso “Relatos Salvajes”
Hoy es un día de furia.
No me gusta la queja, me repugna la gente que se queja todo el tiempo de
todo y espero sinceramente no convertirme en una de ellas (aunque no siempre lo
logro). Suelo tomarme las cosas con una
sonrisa pelotuda y dejarme enhebrar por estas empresas ofreciendo la
resistencia que el cuerpo y la guita en abogados me permite. Hago una simple ecuación costo/beneficio y si
veo que me va a amargar o voy a perder más dinero del que está en juego,
sencillamente me la como doblada para evitar arruinarme ese delgado equilibrio “zen”
al que llego con técnicas de relajación, fármacos y un par de vasos de
vino. Pero hoy me ganaron. Me rindo.
Bandera blanca. Tengo ganas de
agarrar una ametralladora y hacer una masacre en varios lugares. Tengo sed de sangre de Funcionario de empresa
prestadora de servicios. Quiero ver el
paté gris de su magro cerebrito (con el que únicamente se puede untar una
mísera tostada de 5cm de diámetro), desparramado en el capot de mi auto. Quiero levantar los pedazos de hígado y ojos,
con una espátula de albañil para cocinarlos a fuego lento con arroz partido para
alimentar a mis perros.
Mi hijo tiene un local comercial y hace cuatro meses que lo
abrió con un gasto considerable de dinero en mobiliario e iluminación. Para darle de alta al suministro de luz le
pidieron una fortuna de dinero en concepto de “depósito” y prometieron darle de
alta inmediatamente. Los muchachos se
tomaron su tiempo, había que avisarles con 48 horas de anticipación pero no
tomaban el trámite sin un contrato de locación firmado, no se pudo anticipar
nada hasta no tener el bendito papel.
Luego, felíz de haber cumplimentado con el requisito, con el alquiler
corriendo, generando un gasto sin poder trabajar los señores de EDEN S.A. se
tomaron ocho días para conectar el medidor.
Mi hijo estaba contento, por fin abrió las puertas de su local. A los quince días exactos desde la conexión
apareció la primera factura de consumo.
Cuatrocientos setenta pesos de la nada misma ya que lo único que se
prendió fue un ventilador de techo, cuatro lamparitas bajo consumo y cuatro
tubos fluorescentes (exclusivamente durante las 19 y las 20 porque el local
tiene sol todo el día). En el mes de
diciembre una tormenta fuerte dejó a toda la zona sin luz y desde ese momento
jamás volvieron a encenderse los tubos, indispensables durante el horario tarde
noche (una hora o dos dependiendo de la luz solar). Descartando que no fuera un problema de los
apliques mi marido descubrió que el voltaje que ingresaba era de 200 voltios en
lugar de los reglamentarios 220. Mi
hijo me pidió le realizara los reclamos, dediqué un mes entero a llamar todos
los días al call center. Unos días
después del primer reclamo enviaron a personal de la empresa quien con sorna me
dijo “decile a tu marido que no te estamos mandando 200 voltios, son 180, nunca
te van a prender los tubos, me voy a fijar en el transformador de acá a la
vuelta”. Demás está decir que jamás
volví a verlo y seguí coleccionando números de reclamo (un chorizo de ocho
dígitos escuchados en un celular que se corta cada dos por tres y verbalizados
por una señorita con pocas ganas de que la putee un ejército de trogloditas
hartos de ser estafados (por no decir “culeados”) por una empresa pedorra a la
que me gustaría bombardear si pudiera volar un MIG.
Por supuesto, hablando con vecinos resignados y con cara de
cordero degollado desangrándose lentamente, me enteré de que TODOS los que
venden mercadería perecedera compraron grupos electrógenos. Por supuesto, el aire acondicionado que aún
hoy pagan en cuotas para confort de clientes/supervivencia en verano de los que
laburan en los locales, fue untado en un gruesa capa de vaselina e introducido
en la cavidad rectal de cada uno de mis interlocutores con abnegación y absoluta
sumisión. Invariablemente, siempre
aparece un iluminado con el dato del conocido del amigo que labura en la oscura
empresa de energía. Se suponía que el
Mesías iba a hacer su aparición envuelto en un traje de luces…apagadas. Por supuesto, amablemente nos ofreció
explicarle vía mensaje de texto nuestro padecer, de esa manera ÉL podría
reenviar el mensaje a su Jefe para darle fin a nuestro período oscuro. Nunca pasó nada, lejos de solucionarlo desapareció
con la misma destreza con la que Harry Potter disolvía su imagen bajo la capa
de invisibilidad. Ya pasaron tres meses
y once números de reclamo con los que empapelar el baño (no pienso caer en otra
alegoría escatológica). Me recomendaron
acudir a la empresa en forma personal para tener un mano a mano con alguien a
quien manducarle la cabeza de un solo bocado, pero como conozco mis
limitaciones y puedo ponerme peligrosa me abstuve de causar daño a un pobre
empleado al que tiran a la arena del Coliseo, para que se lo coman los leones y
así disfruten los emperadores de EDEN S.A., que siguen llenando sus arcas a
expensas del populacho al que históricamente no paran de estafar. Ellos te cobran, y sos vos el que tenés que
arrastrarte como un gusano a suplicar que te den aquello por lo que pagás
religiosamente para que no te corten el suministro, como si fuera una garantía
de lo que no va a suceder. En la
realidad, los cortes son tan frecuentes como las tormentas, el viento, las
nubes, la niebla, la humedad ambiente y una manga de vagos inoperantes a los
que hay que alimentar por zurda para que muevan el orto (si les cabe y cierra
para pagar la cuota del auto importado que descansa en el garaje de sus
casas). Si mi hijo quiere iluminar su
local tiene que volver a gastar en dos apliques que NO usen tubos
fluorescentes, apliques en los que gastó parte de sus ahorros y que únicamente
sirven para iluminar un local comercial (en una casa se pueden utilizar para
construir un helipuerto). La otra
alternativa es contratar un abogado que cobrará por la gestión una suma igual o
superior a la de los apliques, salvo que se haga millonario trabajando…si es
que le dan permiso para laburar las malditas empresas que se alimentan como
parásitos del laburo ajeno. Asco me
dan. ASCO con mayúsculas.
El otro caso, mucho más florido y digno de un relato salvaje
más en la peli de Damián Szifrón, lo padecí con la empresa PERSONAL de
telefonía celular (aunque sería más justo hablar de empresa del orto que
alimenta a la industria farmacéutica por la cantidad de dinero que uno gasta en
antiácidos, ansiolíticos, antieméticos, antidiarreicos y analgésicos). Estos reverendos hijos de puta a los que sus
madres cagaron en lugar de parirlos gastan fortunas en publicidad que uno
festeja con una sonrisa porque es taaan ocurrente y divertida. Como idiotas retwiteamos, compartimos y
reenviamos la última genialidad viralizando un comercial mentiroso de una
empresa que solamente quiere tragarse tu bolsillo sin remordimientos a cambio
de trece diarreas y diecisiete hemorragias estomacales. Convengamos que todos utilizamos los
celulares para pelotudear y si uno ha pagado su abono está en todo su derecho
de postear la foto del perro durmiendo abrazado al gato, twitear el último
chisme de Hollywood, subir su videíto de dubmash o compartir la cancioncita del
youtube con toda su familia. Pero también
tiene derecho a hablar con su marido para preguntarle si llegó bien al laburo,
a su amiga para ver cómo anda la madre, a la hija que vive en un remoto país o
a la vecina para saber si casa se prendió fuego porque se acordó en el laburo
que dejó enchufada la pava eléctrica.
Además, los que usamos smartphones como computadoras, le sacamos el jugo
utilizando el correo para cuestiones laborales, la agenda del google+ que te
avisa todos los compromisos de la semana ya que si te pasás un tercio de tu
vida haciendo reclamos por todo lo que las empresas de servicios no te dan, probablemente
no tengas medio gramo extra de neurona para recordar ir al gastroenterólogo
para que te haga la receta del omeprazol que te permita hablar con PERSONAL sin
un reflujo de lava volcánica que te desintegra las amígdalas. Nunca se sabe qué fue primero, si PERSONAL o
la úlcera.
Cansada de que me metan el dedo en el recto sin mi
consentimiento decidí que era al pedo pagar el famoso abono “BLACK” que te
obligan a tomar cuando comprás un Smartphone a un valor inferior al de un
equipo liberado. Trampa para boludos si
las hay, es comprarle los equipos a ellos, se
cobran la diferencia con creces y de cliente VIP solo tenés la cara de
infelíz garchado alegremente por un conglomerado de hijos de un vagón cargado
de putas que cuenta billete a lo pavote mientras vos te rompés la cabeza viendo
cómo llegar a pagar la puta factura del mes.
Así es como decidí renovar mi teléfono (que había fenecido
en batalla y con honores) eligiendo uno liberado de la maldición “black”. Ingrata fue mi sorpresa cuando me percaté de
que el teléfono vivía en un eterno estado “roaming” (léase, permiso para sacarte
las córneas con cucharita y venderlas en el mercado negro de órganos). Llamé y llamé. Hice todo lo que me dijeron, hasta comprar
una estatua de “San La Muerte” y ponerla cabeza abajo en la biblioteca. Saqué la batería, reinicié y estuve a punto
de devolver el equipo asesorada por una zonza zombie (o un crash dummie
entrenado para responder) que aseguró que el aparato tenía un serio defecto de
fabricación. El defecto de fabricación
ocurría exclusivamente en determinados lugares, evidentemente era un problema
de antena, me hubiera gustado empalarla (a la zonza) en la punta de esa misma
antena que no tiene alcance haciendo mis comunicaciones más que miserables y
costosas al punto tal que volví a llamar deseando con fervor que no me
atendiera la hermana de R2D2 (Arturito de la “Guerra de las Galaxias”). Me atendieron, no lo digo en el sentido
literal, más bien me acostaron. Expliqué
con lujo de detalles que mi investigación había dado como resultado que la
culpa era toda de ellos. Sin dejarme
completar la frase me ofrecieron un generoso descuento por seis meses para
compensar tanta malasangre. Dispuesta a
putear en turco (por la novela, obviamente), me dejaron caliente, sin
descarga. También sorprendida por tanta
amabilidad y porque fue la primera vez que los escuché admitir que
efectivamente habían sufrido problemas técnicos en las antenas de la zona. Además de aceptar el descuento, decidí
gracias a mi novísima libertad “black” que tomaría un abono más barato ya que
me comunico más (como la mayoría) por internet que por teléfono. Una vez que encontramos el abono
confeccionado manualmente a mi medida corté la comunicación enamorada
nuevamente de la vida, el amor, Dios y la Difunta Correa.
El home banking de mi banco me avisa todos los meses por
mensaje de texto los importes a pagar cada mes.
Como cachetazos de mano abierta fueron entrando el de la maldita EDEN SA
(misma compañía que provee la energía de mi hogar y el local de mi hijo), la
medicina prepaga (material para otra columna) y finalmente el abono del
celular. Con horror pude comprobar que
no solamente no se había producido el descuento ni la baja del abono, tenía que
pagar el triple de lo que venía desembolsando.
Prendida fuego como Bombita en “Relatos Salvajes”, disqué asterisco 111
que es el número de atención al cliente de Personal (de paso los invito a que
todos llamen a mansalva para mandarlos a la puta madre que los parió de mi
parte y de un tercio de la población de este país). Y acá viene la parte más graciosa. La respuesta del otro lado fue “la
característica solicitada es inexistente”.
Me reí tanto de mi estupidez e ingenuidad que casi me ahogo con mi
propia saliva. Estuve a punto de
estrolar el teléfono contra el piso, después me acordé que me restan diez putas
cuotas de una cosa que no puedo usar. Lo
intenté varias veces. Crucé de
vereda. Me subí arriba de una
silla. Caminé dos cuadras para el norte
y tres para el sur. Nada, la misma
mierda de respuesta. Busqué en internet
el número en la web. Me mandé de cabeza
a un 0800. Una voz grabada me contestó
que debía comunicarme mediante el *111.
Insulté a una máquina. No una,
varias veces. Lo dejé para mañana. Y para pasado. Y pasó una semana. Me negué a pagar esa suma, me prometí no
tentarme frente al inminente corte, sabiendo que necesito comunicarme a diario
porque mi madre enferma vive conmigo, siendo el único teléfono que tengo. Me cansé de teclear sin éxito. Hoy estoy sin celular. Esta lacra de personajes que labura para
venderte humo de colores mediante comerciales originales, gastando fortunas en
atrapar más y más incautos hoy me dejó sin teléfono. Ya me había dejado antes, eran escasos los
momentos del día donde podía sostener una conversación entera intentando
decodificar los sonidos latosos del otro lado de la línea y gritando como un barrabrava
para que el interlocutor escuchara aquello tan importante que debía
transmitir. La verdad es que se cagan en
todos nosotros, perdón por la cantidad de palabras soeces, pero a la mierda
solo se la puede nombrar como MIERRRRDA.
Seguramente mansa, resignada, sumisa y dominada voy a
dejarme pegar en la cabeza porque es lo único que hay y uno lo necesita. Seguramente me van a terminar cobrando lo que
ellos quieren y seguiré siendo esclava de estas empresas de terror, barcos
piratas que comen carroña y hacen dinero del dinero ajeno.
Lo dicho, los odio.
Hoy me sentí totalmente identificada con Bombita.
Dios los recoja en su santa gloria…
4 comentarios:
amiga como te entiendo Vodafone en España debe de ser primo hermano de tu linea telefónica y allí si damos tres pasos a una cuadra, no solo chocas cos 47 millones de seres infelices que viven hacinados en el territorio nacional sin que nos caemos del mapa.
los ladrones crecen como setas venenosas y están en periodo de expansión
Que queres que te diga, llegue a tu pagina por casualidad la lei y te digo que en chile es la misma mierda y lamentablemente esta prohibido andar acribillando pelotudos jajaja...pero me encanto tu pagina y tu sarcasmo animo nomas y saludos desde el otro lado!!!
ATTE SERGIO DOMICH
Lina, recién veo tu comentario, perdón por la demora. La verdad es que las empresas de servicios son una porquería. Somos consumidores cautivos y demasiado mansos. Quise cambiar de compañía y descubrí que las otras dos opciones son peores que la que tengo. Más vale malo conocido que malísimo por conocer.
Gracias por leer, Sergio. Me alegro de que te haya gustado el blog. Saludos desde Argentina!
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