Cómo reconocer qué tipo de hembra eres
LA REINA DEL “KNOW HOW”
Esta fémina sabe o cree saberlo casi todo. Guarda un arsenal de información sobre todo
lo que ella cree importante sobre este mundo y está dispuesta a vomitarte la
información antes de que despegues ambos maxilares para proferir media
sílaba. Generalmente es profesional y si
no lo es se quedó con las ganas o puso todo su talento al servicio de una
familia impecable que supo formar y a menudo
exhibir con riguroso orgullo en las redes sociales. Si hablamos de tortas, ella tiene la mejor
receta autografiada por la repostera más top de Sudamérica. Catadora de vinos, especialista en infecciones
femeninas, cuotas alimentarias y divorcios controvertidos; esta señora no
pierde oportunidad para hablar sin respirar (para no perder tiempo) demostrando
ante una audiencia maravillada que ella la tiene clarísima EN TODO! La mejor pascualina, las berenjenas de la
abuela, el bebé más codiciado para el comercial del perfume infantil, el cuerpo
menos averiado luego de cuatro partos y una cesárea, las mejores notas en la
Facultad, el empleo donde se postularon cien mil personas quedando ella por su
excelente curriculum, el marido que arrancaba suspiros de sus compañeras de
universidad, la suegra que la adora, la madre que la ama, los hijos que saben
comportarse socialmente y terminan siempre limpios e impecables después de
cualquier evento…todo en esta mujer suele ser de película de Disney antes de
que se pudra todo. Suele acaparar la
atención en eventos sociales dando instrucciones precisas de cómo comprar
ahorrando para darle de comer a un batallón con cien pesos diarios, dónde y en
qué moneda ahorrar, por qué aerolínea viajar para juntar millas, cuál es el
mejor restaurante para comer mariscos, quién es el mejor pediatra, y cuál es la
mejor pipeta anti pulgas para perros.
Para las incautas, estas disertaciones (copa de Malbec en mano) suelen
ser una bofetada a la autoestima ya que no se imaginan haciendo una décima
parte de lo que estas mujeres dicen hacer y menos con el talento y sabiduría
que parecieran tener. Porque el día
tiene veinticuatro horas, así que hay dos alternativas: o hace 35 años que no
duerme o está exagerando. Los humanos
mortales, las mujeres de carne y hueso promedio; solemos venir de fábrica con
un coeficiente intelectual promedio al que se le suman cualidades como la
perseverancia, la ambición, la educación y entre otras tantas variables la
suerte. Hay algunas que logran hacer
mucho con poco y otras que con mucho hacen nada, pero que una persona logre hacer
todo con todo es como sacarse la lotería dos veces seguidas. Huele raro.
¿Cómo hiciste para criar cinco hijos haciendo kilos de mermelada de
frutos del bosque, el mejor lemon pie del país, ganar siete juicios de fama
internacional, dar cuatro vueltas al mundo, tener al menos cinco orgasmos,
asistir a todos los eventos familiares con el frasco de berenjenas en la mano y
el regalo perfecto sin un pelo fuera de lugar, con la ropa planchada y los
zapatos brillantes como un espejo? Es un
enigma sin resolver, por eso las mujeres nos agrupamos a observarlas y escuchar
sus consejos como los católicos al Papa todos los domingos en San Pedro. Queremos saber el secreto. El secreto de tanta perfección. Alimentamos su inflamación preguntándole qué
contestarle a ese hombre que nos mandó un whatsapp que hace días no nos deja
dormir, cuál es el ingrediente secreto de la chocotorta que trajo hoy o cómo
lograr que nuestros hijos sean buenos estudiantes. Ella tiene una respuesta para todo. Impecable, impoluta, imperturbable,
impenetrable. Ella es la reina del
know-how.
LA MACHISTA
Esta mujer cree que está en este mundo para complacer al
hombre y a eso dedicará toda su vida aun cuando trabaje. No se preocupan mucho por educarse ya que
desde tierna edad se preparan para ser mantenidas por el hombre más
económicamente forrado que puedan conseguir.
Si tienen la suerte de ligar un cuerpo que sea congruente con el modelo
de belleza imperante, lo más probable es que aprendan a utilizarlo para esos
fines apenas salen del colegio secundario, haciendo sus primeras incursiones en
el “mercado” para, con mucha suerte, enganchar al candidato de sus sueños. De sus sueños verdes color dólar, después
verán que hacen con la cosa que supieron agenciarse para tener un buen
pasar. Si no tienen un cuerpo que cumpla
con el estereotipo, van a trabajar como yeguas, aguantando condiciones
laborales desfavorables con tal de juntar dinero para ponerse tetas, achicarse
narices, alisarse los pelos, lipoaspirarse la barriga, tornear el trasero,
pegarse uñas de acrílico, extender pestañas, blanquear los dientes, engrosar
los labios y hasta cambiar el color de ojos con lentes de contacto. Mientras tanto, y hasta que suceda el
contacto con el millonario que las arrancará del espantoso yugo laboral (porque
para ellas el laburo, lejos de dignificar, les arruina las uñas y los taquitos);
se van a dedicar a alimentar el machismo de sus compañeros de trabajo comportándose
como bebotas con disfunción verbal, abusando de sus habilidades de succión para
lograr el máximo rédito económico con el mínimo esfuerzo posible. Carentes de integridad, escrúpulos, e identidad
femenina; estas mujeres avergüenzan a sus congéneres porque ratifican con sus
actos los postulados machistas más despiadados.
Se cagan en la igualdad, ellas se ponen a propósito dos o tres escalones
abajo para manipular lloriqueando a sus jefes, novios, amantes, etc. Suelen obtener cosas materiales durante sus
vidas, sus vidas útiles como objetos sexuales, pero quien pone todas sus fichas
en el envase y nada en el contenido se encuentra en algún momento de su vida
sin nada de lo que realmente importa. Y
ahí es cuando se produce el cambio.
Entonces las verás en las redes sociales hablando pestes de los hombres
y poniéndose al hombro los cuatrocientos cartelitos de frases feministas que
puedan encontrar en Pinterest o Tumblr.
LA JUEZA
Esta mujer se carateriza por empezar todas sus oraciones con
“deberías”, “tendrías”, “yo que vos haría”.
Autoerigida en ejemplo de madre, esposa, empleada y amiga; este tipo de
mujer saca el dedo índice como un revólver cada vez que pierde los estribos
sentenciándote a un destino horripilante si no hacés lo que deberías hacer (que
siempre es lo que ella está diciendo mientras hamaca el dedito de arriba para
abajo). La dueña de la verdad, la
justicia y la ética; ella te va a juzgar, sentenciar y mandarte al infierno por
haber pisado la banquina (como si ella no hubiera visitado el pasto
nunca). Devota de un Dios tirano, crece
y se desarrolla a su semejanza.
Cualquier cosa que le vayas a contar va a tener una sentencia
desfavorable. Ella no se equivoca nunca
y si lo hizo nunca te vas a enterar. Y
si te enterás es solamente para darte una lección ejemplificadora de dónde vas
a aterrizar si metiste la pata hasta el caracú.
No es la persona para acudir en caso de ebriedad, ni de deslices
amorosos, mucho menos de derrapes familiares.
Tiene memoria, tiene resentimiento y guarda para darte y que te lleves
en cuatro tupperwears tamaño baño. Si
caíste en la tentación de acudir a su hombro para llorarle alguna
trastabillada, quedate tranquila que te vas a ir arrastrando hacia la Iglesia
más cercana aplastando cabezas de ajo con la panza y haciendo un té de ruda
para expiar la culpa de haber sido…humana.
LA QUE NO TIENE LA CANCHA MARCADA
Esta es la loca de libro.
Dícese de la que está tan loca que no solamente le faltan jugadores, no
tiene siquiera la cancha marcada. No se
sabe a ciencia cierta si fue criada por un espécimen similar, se pasó de
vueltas en un tequilazo a los diecisiete o simplemente hay un cortocircuito
adentro de la mollera que le impide tomar decisiones razonables. Es probable que te las cruces en eventos
sociales, oficinas o salas de espera de centros médicos (porque convengamos,
nadie quiere cerca a una loca salvo probada evidencia de que se trata de un
ejemplar inofensivo). Ya al verlas
entrar por una puerta uno nota que algo no está del todo bien. Generalmente es algo en el atuendo. Con esto no quiero decir que alguien que es
original o divertida para vestirse sea una loca. Me refiero a ese detallecito que te hace dar
vuelta la cabeza y pensar “¿no tiene alguien que la quiera en la casa para
decirle que no se puede poner eso?”.
Puede ser una flor de lana tejida en crochet color verde fluorescente,
del tamaño de un repollo grande firmemente agarrado del parietal izquierdo con
veinte ganchos invisibles color negro sobre un rubio platinado (en un
velatorio) o una boina de lana de alpaca en el subte sobre una cabeza llena de
rulos un 3 de enero a las dos de la tarde.
En fin, datos en la vestimenta esclarecedores sobre la soberanía o no de
ese cerebro sobre el cuerpo que lo porta.
La cuestión es que a veces suelen ser inofensivas, y hasta podés llegar
a reírte un buen rato con sus divagues y relatos fantasiosos, pero muchas de
estas pueden terminar corriéndote por un pasillo con un cuchillo afilado como
Glen Close a Michael Douglas simplemente por no haberles contestado el
mensajito de texto o no haber asistido al cumpleaños. La cordura, el respeto y la obediencia no son
adjetivos que les quepan, así que son las típicas mujeres que siguen hablando a
los gritos aunque se las haya llamado a silencio en una reunión escolar de sus
hijos o en una entidad bancaria; son las que se descuelgan con una pregunta
inoportuna en un evento social y logran que todas las cabezas giren hacia el
mismo lugar generando un silencio espantoso que nadie puede remar. Incomodan, alteran, te dan vergüenza ajena y
lo peor del caso es que ellas está convencidas que le están haciendo un favor a
la humanidad con su sola presencia. La
loca de libro se pelea con la policía, atiende el teléfono en el Banco y se
hace correr por todo el edificio para que no se lo incauten. Grita en el subte “¡este y esta y este y
aquel y aquella ME TOCARON EL ORTO!” porque como está convencida de que es una
sex symbol, todo el vagón (inclusive las mujeres que van sentandas) quiso una
tocadita de ese lomo para el pecado (así suele referirse ella de sí misma). Lomo más, lomo menos; evidentemente en los
primeros años de vida la grasa que debería haber alimentado las neuronas se fue
directamente al culo. Una especulación
de mi parte, sin sustento científico, obviamente.
LA “YO LA PEOR DE TODAS”
Esta personalidad pulula por la vida lastimosamente. Se queja y sufre porque todo lo que es, todo lo
que le tocó en suerte, todo lo que tiene y todo lo que le sucede. Nunca se sabe a ciencia cierta si ella lo
cree así o busca la aprobación y el halago constantemente convirtiendo la
lástima en una maniobra para obtenerlos.
Infectadas de inseguridades, viven haciendo consultas populares sobre cómo
les queda el pantalón, con qué rellenan el pollo, cuál es la mejor pomada para
la micosis vaginal, y si le dicen que sí o no al señor que las acosa. La duda, indudablemente, las aflige pero a
pesar de pedir consejos siempre terminan haciendo lo que se les antoja. Así, una vez tomada la decisión y habiendo
recibido un resultado negativo, tienen otra oportunidad alucinante para recibir
abrazos, besos, aliento y millones de frases de autoayuda en las redes
sociales. Son personas que necesitan afecto
tienen una retorcida manera de solicitarlo, y la verdad es que a menudo caen
siempre bien paradas, como los gatos, con lo cual una se pregunta si no ha
caído en la trampa como una pelotuda levantándole la moral a alguien
que en el mejor de los casos lo único que quería es que le dijeran lo que ya
sabía: SOY LO MÁS!
LA CONCHUDA
La conchuda es mala por naturaleza. No existe otra explicación. Disfruta causando dolor y le encanta quedarse
a mirar los cadáveres que dejan sus granadas, contando los deditos sonriendo
con malicia. La compulsión por joder les
viene impresa en el mismísimo ADN. Debe
haber un mapeo genético que pruebe que hay alguna cadena de ácido
desoxirribonucleico que las conchudas tienen en común. Porque parecen todas cortadas por la misma
tijerita, en manos de Ades, fabricando esas figuritas de papel plegado veinte
veces. Siempre fui de las que piensan
que detrás de un malvado existe una historia que lo convierte en tal, es mi
forma de entender y perdonar. Pero la
conchuda es conchuda porque lo disfruta como Wanda al miembro (mejor dicho a la
billetera del miembro). Estas mujeres
son capaces de desatar tsunamis familiares que terminan devastando una familia,
separando lo que no debiera ser separado; son capaces de hacer pelear amigos de
años, hermanos, primos y hasta de urdir patrañas espantosas para hacer sufrir
parientes, compañeros de trabajo, parejas…lo que venga. Propulsadas por un resentimiento y una
envidia feroces (por algo las abuelas siempre dicen “no cuentes la plata
delante de los pobres” no refiriéndose en forma literal al dinero sino a las
cosas buenas), no hay peor y más letal bicho que una conchuda que cree ver más
cosas en tu plato que en el de ella misma.
Relojean todo, te cuentan las costillas, te sacan radiografías y te
aprenden de memoria juntando data para dejarte caer la bomba de Nagasaki en el
lugar menos pensado. Famosas por querer
llamar la atención en todo momento arman un personaje benefactor, piadoso,
solidario y amiguero para ganarse el afecto y la confianza de gente a la que
luego utilizarán como piezas de ajedrez como mejor les convenga. Suelen jugar con los sentimientos de la
gente, utilizan las redes sociales para destilar su ponzoña y si no es
suficiente con eso desparramarán mierda, rumores y mentiras a quienes les
presten sus oídos ávidos de una cuota de su maldad más cruel y despiadada. Estas personalidades psicopáticas no sienten
empatía por nadie en particular, se disfrazan para mimetizarse con la sociedad
pero no sienten ningún remordimiento en causar dolor por acción u omisión. Algunas pueden aflojarse con el advenimiento
de un hijo, pero a la larga sus conductas terminan también lastimando a sus
propias crías. La conchuda habla sin
filtro, te larga un misil en el medio de una reunión social o familiar, te tira
el chisme en el medio de una mesa de catorce personas cuando se hace un hueco
simplemente para verle la cara pálida al involucrado. Es capaz de inventar una
historia que repetirá hasta el cansancio con cara de monja de clausura, ojos
mirando al cielo, mano sobre el pecho susurrándote al oído “te lo cuento
solamente a vos porque confío en que no lo vas a andar desparramando” (léase
desparramalo como tuco sobre los fideos).
Eso seguramente tenga una víctima y está en vos ser su gatillo o
incrustarle la lengua en el orto para que saboree un poco de su propia
naturaleza.
LA CAÍDA DEL CATRE
Esta piba llega tarde a todas partes. No pierde los anillos porque retiene líquido
y no se le salen. Se pierde en su propia
casa, se olvida la cartera en el cine, los pochoclos en el baño y las llaves
del auto…adentro del auto. Nunca sabe
bien porqué está ahí, pero una vez que llega mágicamente se le ilumina la
mirada y recuerda que es el cumpleaños de la mujer que tiene enfrente. Entonces abre la mochila y le da el regalo
mientras embucha un sándwich triple porque se olvidó, entre otras cosas, de
almorzar. La heladera de la caída suele
hacer eco. Reina del delivery, si llega
a hacer una compra semanal se le pudre todo porque se olvidó de congelar o se
olvidó de cocinar. Llega a la consulta
ginecológica seis meses después, con los estudios vencidos y a veces embarazada
de cuatro meses sin haberse dado cuenta.
Porque la caída no anota las fechas de las menstruaciones, no recuerda
muy bien en qué momentos de debilidad la agarraron con las piernas abiertas y no asocia el crecimiento de su panza a un
bebé (seguramente lo asocie al último atracón de galletitas Oreo cubiertas con
dulce de leche mirando “Guerra de Tronos”).
La caída, te saluda para tu cumple desde que el Facebook existe, antes
de la red te llamaba tres años después saludándote en retroactividad por los
cumples anteriores. La caída se olvida
las claves del home banking y bloquea la tarjeta bimestralmente. También se olvida el Facebook abierto, ideal
para hermanos y novios bromistas que le escriben en el estado “ATIENDO POR
COLECTORA, CONSULTAR POR INBOX”. La
caída quema las tortas, incendia las papas fritas (y la cocina), se olvida de
cargar el celular y se entera en inmediaciones de la Villa La Cava a las dos de
la mañana. La caída deja plantado al
dentista, llega siempre tarde a la foto grupal automática y tiene cara de
ciervo encandilado en todas las selfies.
La caída es buenaza, si pierde la billetera pide que le devuelvan los
documentos y que al que la encontró le vengan bien los quinientos pesos que
llevaba dentro. La caída se entera que
está enferma cuando se curó, que la operaron cuando se despertó, que tiene un
hijo cuando le dan de alta en el hospital y que se casó cuando nadie le vacía
el canasto de la ropa para lavar. La
caída nunca está apurada, tiene la mirada perdida en algún recuerdo de algo que
la hizo felíz (un sugus masticable, Shrek III, los lengüetazos de su perro) y
suele salir de ese trance hipnótico cuando alguien le incrusta el codo entre
las costillas gritándole “¡Ey, te hablan a vos!”. La caída se olvida la planchita enchufada
todo el día, quiere sacar una foto y tiene la cámara descargada, devuelve la
peli alquilada tres meses después pagando la mora voluntariamente. La caída casi pierde el avión (la salvan las
amigas), casi mata al gato de inanición, no tiene plantas porque se olvida de
regarlas así que compra margaritas de papel y se aparece en los casamientos
cuando los novios ya bailaron el vals.
La caída se pone a leer y se olvida del mundo, se pasa estaciones de
tren y colectivo. La caída no carga la
tarjeta SUBE porque la perdió, pero si la hubiera tenido se hubiera olvidado de
cargarla. La caída se enamora y sin
saber bien porqué termina cayéndose de cabeza con un plato de torta de crema en
la mano encima del objeto de sus afectos, con el que se casa dos años después…llegando
una hora tarde al Registro Civil porque se equivoca de comuna.
Hembrario fascículo 2 en próximas entradas
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