lunes, 10 de mayo de 2010

PENDEVIEJAS DE PLASTICO

La cultura de la eterna Barbie adolescente

Es fácil reconocerlas. Se deslizan por la vida con la misma cara que un ciervo encandilado por una 4X4 en la montaña. A simple vista, y por su forma de vestir, parecen mujeres de treinta y pico…o veinticinco las más dañadas. Pero el promedio de edad de estas mujeres es de 50 años, cronológicos y que jamás concuerda con lo que verbalmente expresan, como si la mentira pudiera estirar la vida o atrasar las horas.

Generalmente son mujeres que han sabido cultivar un pasado ilustrísimo como adornos bonitos de sus parejas o simplemente han laburado con el envase (hasta que el envase comenzó a caducar). Se han pasado la vida de dieta en dieta, yendo de la cama a la peluquería y de la peluquería a gimnasia. Devotas de cuanta revista de modas existe, prefieren invertir una fortuna en una lipoaspiración o la nueva cartera de Vuitton que conocer el Partenón. Nada las deja más satisfechas que mirarse en el espejo, pero el espejo deberá devolver una imagen fresca e infantil construída a base de sacrificadas visitas al cirujano plástico, al gimnasio, a la nutricionista, a la peluquería, a la masajista, a la manicura, a la cosmetóloga y quien sabe cuántas cosas más. Dios no permita que la edad se filtre por las patas de gallo o las manchas de las manos, eso sería peor que engordar cuatrocientos gramos y ya no entrar en el mismo talle de jean de la hija de dieciocho años.

Es así como se pasean estas pavas reales, embutidas en un jean blanco que deja traslucir una tanga de hilo dental incrustada entre los cantos de un culo que ha sido sistemáticamente sometido a innumerables descargas eléctricas para tonificarlo intentando evitar lo inevitable (que cada año esté más cerca del piso).

Muñecas plásticas, sus caras tienen la misma expresión vacía que las estatuas de cera del museo de Madame Tussaud. Con poca irrigación sanguínea, producto de la escasa densidad de piel facial gracias a varios liftings, los vasos sanguíneos exageradamente expuestos tienden a darle un tono gris azulado a sus caras. Los sucesivos estiramientos han ido tensando de tal manera los rostros, que las que alguna vez fueran bocas decentes y expresivas, ahora se asemejan a la sonrisa del Guasón. Los labios son un capítulo aparte. Sobrealimentados de rellenos químicos y botox, difícilmente se muevan con naturalidad (lo cual se traduce en una importante dificultad para expresarse, ni que hablar de guardar los implantes dentales ultra blanquísimos en su lugar). Si uno dibujara una raya perpendicular a las comisuras labiales, cualquiera podría confundir a estas mujeres con esas marionetas que usan los ventrílocuos para hacer su show. Y estas mujeres son un show, un circo ambulante frikki que causa una mezcla de gracia y estupor. La mirada sorprendida, que hay que agradecerle al último cirujano que dejó los ojos sobre las orejas, es el sello inconfundible de un dinero mal invertido en varios quirófanos de renombre. Pero detrás de esos rostros encerados y tensos como una pelota de futbol sin estrenar, hay una mirada que delata. Son ojos que han perdido la frescura de los veinte, ojos que lloran lentes de contacto de color y que llevan impreso el cansancio de la edad que realmente tienen.

Ridículas como ellas solas, se las puede ver en una disco haciendo fila en el baño para pararse frente al espejo. Revoleando la cabellera de tres largos (gracias a las tres últimas extensiones capilares), se acomodarán la remerita escotada dentro de la minifalda de jean dejando semidescubiertas las últimas dos adquisiciones del año: dos globos gigantes en el lugar donde antes había dos tetitas sumisas. Con la piel del pecho a punto de estallar, maquilladas como puertas, con tanta bijouterie que se les hace jorobado caminar derechitas; estas Barbies abuelas no se resignan a entregar la posta a sus hijas o en algunos casos a sus nietas.

Botas blancas de caña alta, calzas, remeras animal print, cinturones anchos con tachas, pelos hasta la cintura, hombros descubiertos, pestañas postizas, corpiños con aro, transparencias y encajes son algunas de las cosas que se ven (y que uno no quisiera recordar por vergüenza ajena). ¿Nadie le dijo a esa cincuentona que la remerita de encaje es too much para las redondeces propias de su edad? ¿Nadie la frenó antes de que saliera a la calle disfrazada de 68 kilos de mozzarella en envase de nylon? ¿Y esa otra que pesa menos que su hija de 22? ¿No le dijo el marido que parece una nena de catorce que ha perdido todos los atributos de una mujer hecha y derecha? ¿Nadie le avisó que se había quedado sin culo y sin tetas, sin cadera y sin expresión en su loca carrera por seguir comprando la ropa en el mismo lugar que la novia de su hijo?

Lo más raro de todo esto es que las mujeres hacen esto para conquistar, para seducir. El tema es qué o a quién. Porque las que tienen pareja suelen caminar al lado de ellos sin mirarlos, distantes y gélidas con la vista perdida en algún lugar del pasado. Un pasado que ningún cirujano puede devolver. Un cuerpo que ya no es el mismo y pasa facturas todo el tiempo. Creo que lo hacen para competir con otras mujeres, por miedo a ser reemplazadas por un modelo más nuevo (como se hace con los autos o los celulares). Creen que la apariencia puede engañar a Chronos, como Santa engaña a los chicos en Navidad. Lamento informarles chicas, el reloj no se detiene. La vida pasa y el tiempo se achica. Prefiero mil veces las caras con arrugas de reírse, de llorar, las marcas de los partos, la barriguita cervecera, una hamburguesa clavada en el momento justo, la dosis exacta de endorfinas por kilo vivo (50 gramos del mejor chocolate con almendras del mercado), las narices que lo dicen todo, las bocas que sonríen y besan sin miedo, los culos con personalidad, las tetas que no arrugan aunque se arruguen y las miradas vívidas y pícaras de quienes han sabido reírse de si mismas envejeciendo con dignidad sin perder un àpice de su identidad.

Nota: Ni en pedo me dejo masacrar por el Dr. Robert Rey (con la ropa que usa, me atrevo a dudar de su juicio estético)



3 comentarios:

Unknown dijo...

¡¡Qué triste twin !!...qué triste que las mujeres caigan en una dinámica enfermiza de cirugía tras cirugía ,poniéndo incluso en riesgo sus vidas , con el único e inútil propósito de detener el tiempo.
Lamentablemente ,creo que estamos en una sociedad en la que gran parte del éxito social se fundamenta en el aspecto físico y si a eso se le añade el temor ancestral al paso del tiempo ,el resultado es una bomba de relojería.
¿Quien no ha sentido miedo alguna vez cuando descubre que el tiempo sigue erosionando su cuerpo y no hay forma de detenerlo?...¿ quien no tiene miedo a envejecer ? .Al final creo que todo consite en tomar conciencia de que es inevitable ,que no hay marcha atrás y de que debes aprovechar cada segundo que el tiempo te roba porque al final es lo único que te queda ...lo vivido y cómo lo has vivido.
Gracias twin por este blog

Emilia S dijo...

Hola!
Permiteme presentarme soy Catherine, administradora de un directorio de blogs, visité tu blog y está genial,
me encantaría poner un link de tu blog en mi sitio web y así mis visitas puedan visitarlo tambien.
Si estas de acuerdo no dudes en escribirme A munekitacat@hotmail.com
Exitos con tu blog.
Un beso
Catherine

Cele dijo...

Son 100% plastico, como las tarjetas de credito de sus maridos que les pagan las cirugias.
O sea, es como un muestrario de plata pero un poco mas sutil... a veces...