martes, 1 de septiembre de 2009

EL HÉCTOR






Decálogo de un arrastrado

A Dios gracias son la excepción que confirma la regla, y la regla es que son muchos más los que valen la pena. Pero existe un puñado de hombres a los que se puede encontrar en los cumpleaños familiares, en las oficinas, en la vía pública y hasta en las reuniones de padres del colegio de tus hijos; que avergüenzan al género alimentando el desprecio de quienes los observamos reptar con total impunidad por la vida.
El personaje que nos ocupa hoy, un tío libidinoso, egoísta, pollerudo y mezquino; logró reunir en un solo envase, las diez cualidades más deleznables que caracterizan a un hombre detestable. En resumidas cuentas, el las tenía todas (había tachado hasta la generala doble) es por eso que lo uso como caso icónico, estoy convencida de que no existe otro que haya logrado hasta el momento superarlo en defectos (aunque se me ocurre media decena de nombres que le pisan los talones).

Aquí va pues, el decálogo del “Héctor” (nombre que utilizaré para designar a todos los sujetos de idéntica indigna calaña):

El “Héctor” siempre antepone sus deseos más básicos antes que los de su familia, incluida su propia madre, siendo la gula su pecado favorito. Son los que se sientan durante un asado con la botella del mejor vino (que algún otro invitado ha llevado) a dos centímetros de su propio plato y otro vino (de cajita o bien barato) al costado de su copa. Siempre llenarán su copa con el vino bueno y ofrecerán el barato a los demás comensales. Son aquellos a los que se los puede ver al costado de la parrilla, como aves de rapiña, esperando quedarse con el mejor pedazo de carne; y al ser encomendados con la tarea de llevarles las hamburguesas a los niños engullirán dos juntas en el camino (fuente en mano) dejando a dos criaturas sin alimento. Son los que llevan una bandejita de masas minúscula a un evento, y si pueden, evitarán bajarla del auto en la confusión de paquetes. Son los que rara vez aportan algo de su propio peculio pero los primeros en alzar la mano para llevarse una fuente con sobras cuando la anfitriona arma paquetitos para sus visitas. Son los que fagocitan, no comen; los que no pueden mantener una conversación porque la atención va directamente a los platos que ven pasar o a la fuente que acaba de aterrizar en la mesa. Son los que les comen los M&M a las tortas, el caramelo al flan, el culito al pan, el relleno a los merengues y las cerezas a las ensaladas de frutas. Son los que llevan la botella de champagne y si ésta no ha sido abierta la cargan de vuelta en el auto. En las oficinas, son los ratones que jamás compran una docena de facturas pero huelen el alimento a distancia llevándose de a dos juntas sin fijarse si la propia angurria dejará a algún compañero con las manos vacías. Estos especímenes se tiran de cabeza en una caja de bombones para encontrar los rellenos de dulce de leche primero, llevándoselos de a cuatro juntos. Harán lo propio con los mejores útiles de oficina y con cualquier objeto al que le asignen algún valor.
Como padres son capaces de competir con su propia cría por un cuarto de helado o el control remoto de la televisión.

El Héctor es egoísta por naturaleza. En la casa de fin de semana o chalet de vacaciones acapararán subrepticiamente todos los espirales para combatir a los mosquitos (auto-intoxicándose en una nube de repelente) y todos los ventiladores disponibles. Son capaces de hacer saltar la térmica de la casa recargando la línea para enchufar todo lo que encontraron para combatir el calor y los mosquitos. Jamás prestarán el auto, ni ayuda para preparar una comida familiar, pero serán los primeros en sentarse a la mesa en el mejor lugar disponible. La mejor cama, el mejor colchón, la mejor reposera; la avidez y desesperación por agenciarse los placeres antes que el resto es una característica que los destaca.

El Héctor es amarrete. No se le cae una moneda ni que lo den vuelta y sacudan patas para arriba. En las oficinas es el que siempre tiene una excusa para no aportar en los cumpleaños porque no se banca a tal o cual. Es el que compra el florerito coreano de dos pesos con cincuenta para el amigo invisible mientras que el resto regala objetos decentes. Es el que hace como que va a pagar llevándose la mano al bolsillo pero jamás pela la billetera. Es el que cae en las cenas a las que no ha sido invitado y justo se levanta al baño cuando traen la cuenta. Es el que jamás tiene cambio, el que te dice “mañana te pago” pero no te paga ni con una Luger en el parietal izquierdo. Es el que siempre se guarda el vuelto, nunca tiene monedas y firma la tarjeta de cumpleaños aunque no haya invertido un cobre para el regalo comunitario. Es el que le cobra la jubilación a los padres y se queda con tres cuartos con la excusa de administrarles el dinero, cagándolos de hambre porque usa el dinero para comprarse el plasma que tanta falta le hacía. Es el que se cuelga del cable, le roba el diario al vecino y se adelanta en la fila del cine o el teatro.

El Héctor es lascivo y desagradable. Es el que cuenta chistes groseros en el cumpleaños de seis años de la sobrina. Es el que le tira indirectas bien directas a la novia del sobrino en medio del almuerzo de Pascuas. Es el que le mira las tetas a las novias de los hijos. Es el que tira tiros en todas partes sin discriminar lugares ni edades. Es el que manosea a la empleada doméstica, la compañera de laburo, la cajera del supermercado y la china de la tintorería. No puede mantener una conversación porque su atención siempre está puesta en el culo de las mujeres que pasan por su lado.

El Héctor es fanfarrón. Estos aparatos son pavos reales que viven chapeando sobre sus supuestos logros (digo supuestos porque en la mayoría de los casos se refieren a productos de su imaginación más que a situaciones concretas). Les gusta hablar sobre sus conexiones con gente de la política o la farándula, siempre conocen a algún personaje que ha sido mencionado en una conversación social. O viajaron en el mismo avión, o se pelearon por un diario en el lobby de un hotel o mearon en el mismo mingitorio. El último negocio que cerraron fue un boom, el último auto que compraron lo consiguieron a precio de costo y el maitre del restaurant de moda los llama por su nombre de pila.

El Héctor es un simulador. Nunca conocerás la verdadera cara de estos personajes. Fingen todo el tiempo. Hasta la risa es actuada. Se inventan una posición económica y terminan creyéndosela al punto de endeudarse para salir de vacaciones con gente de un nivel socio-económico más encumbrado. Se inventan una profesión y así se presentan frente a quienes no los conocen. Se hacen llamar “doctor” o “licenciado” aunque jamás hayan pisado la Universidad. Simulan estar felices aunque por adentro se estén muriendo de la bronca por el ascenso del compañero, simulan que están enamoradísimos de sus mujeres aunque no las soporten (sobretodo delante del suegro, cuando están pidiéndole un préstamo para el nuevo super-negocio que se les acaba de ocurrir).

El Héctor es mentiroso. Mienten compulsivamente. Siempre para beneficio propio. Si se mandan una cagada, la culpa la tuvo aquel ignorante compañero que no puede defenderse porque está al teléfono. Les mienten a sus acreedores, les mienten a sus mujeres, les mienten a sus Jefes y hasta a sus padres. Mienten descaradamente, con una sonrisa plástica en la cara, como si el tamaño de la ofensa tuviera la inocencia de una picardía infantil. Si son descubiertos lo negarán hasta el cansancio e inventarán excusas increíbles para sostener la historia.

El Héctor es cagón. Son los primeros en huír de una escena de peligro usando a sus cónyuges de escudo humano para zafar en un tiroteo. En una pelotera familiar, son los que se van al mazo cuando las papas arden, incapaces de sostener una idea si alguien de mayor poder los enfrenta. Son los que pinchan un neumático y la esposa es la que termina tirada en el piso, llave cruz en mano. Son los que jetonean a un policía pero se fruncen si la cosa se pone densa, echándole la culpa a quien tengan al lado por el desacato o el insulto proferido a distancia. Son los que acusan pero ante la menor contienda argumentan haber sido malinterpretados. Son los primeros en subirse al bote salvavidas o encontrar la salida de incendios.

El Héctor es pésimo padre. No acompaña a su cría, compite con ella. Eso cuando la cría tiene edad de entender. Antes no les dan bola porque se cagan, lloran y eructan; cosa que no les atrae demasiado a estos “bon vivants”. No tienen buena relación con los infantes de la familia. Son los que vuelcan la ballena flotadora en la pileta ahogando a los tres pendejos que iban encima. Son los que juegan al futbol y terminan fisurando a todos los pibes de cinco años a puro tacle y patada en los tobillos. Son los que se ofenden si el hijo les gana a la Playstation y resetean el juego porque no pueden soportarlo. Son los que levantan al del cumpleaños del cogote imitando a algún mago de la tele, ante la mirada estupefacta de toda la familia porque el chico está cianótico y patalea por falta de oxígeno.

El Héctor es el hazmerreír de todos los eventos. Inconscientes e ignorantes de su propia estupidez, más de una vez se ríen a carcajadas de una broma que los tiene como protagonistas. Como la cabeza no les da y denotan una infinita incapacidad de leer entre líneas, son cuereados por los amigos adolescentes de sus hijos y sobrinos, que le llenan la copa en todos los cumpleaños para divertirse a sus expensas a medida que se van alcoholizando. Están convencidos de que son el centro de las reuniones, hablan fuerte, se ríen con sonoras carcajadas y cuentan anécdotas fuera de lugar avergonzando a sus familiares directos.

¿Conoce algún ejemplar con alguna de estas características? Estoy segura que si, yo conocí a uno que las reunía todas. Hace diez años que no lo veo y todavía repica en mi cráneo esa estúpida risa pegajosa y esa mirada babosa que lo caracterizaba. Ah, el pendejo ahorcado fue mi propio hijo.
Cualquier similitud con la realidad fue absolutamente premeditada.

1 comentario:

Deprisa dijo...

Jajajjajaja Cuantos Hectors, o mejor mini-Hetors he conocido por ahí. Por suerte siempre me he alejado de ellos, pero doy fe quue aunque pueda parecer exagerado existen ejemplares como los que dices xDDDD